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Foto del escritorreginafreyman

Dioses Griegos

Actualizado: 19 sept 2019



Sobre el plan cosmológico, la castración de Urano tiene una consecuencia crucial se trata del nacimiento del espacio y el tiempo.


Urano, bajo los efectos del dolor atroz que le produce su mutilación, huye «hacia arriba», de modo que al término de su recorrido se encuentra, por así decirlo, pegado al techo, liberando así el espacio que separa el cielo y la tierra; gracias al espacio liberado, los hijos —en el caso de los Titanes—van a poder salir finalmente de la tierra. El futuro, atrapado por la presión de Urano sobre Gea, por fin es liberado. Las generaciones futuras van a habitar el presente. Los hijos simbolizan aquí la vida y la historia al mismo tiempo. Por primera vez los Titanes pueden salir de las sombras y la Tierra, se pone en movimiento movimiento, el desequilibrio y el desorden son parte del devenir. De ahora en adelante, a los padres les conviene desconfiar de sus hijos. Crono lo sabe mejor que nadie: él es quien ha mutilado a su padre, Urano: no hay que fiarse del tiempo, factor de vida, por supuesto, pero también dimensión por excelencia de todos los desórdenes, de todas las dificultades y de todos los desequilibrios futuros. Crono se da cuenta de este hecho indiscutible: la historia está llena de peligros y si se quieren conservar los logros, asegurar el poder, mejor sería aboliría para que no cambie nada...

Crono se casa con su hermana Rea con quien tendrá seis hijos magníficos: Hestia, la diosa del hogar, que protege a la familia; Deméter, la de las estaciones (en latín Ceres); Hera, que se convertirá en la esposa de Zeus; Poseidón, dios del mar; Hades, de los infiernos, y Zeus, el más pequeño, que llegará a ser el rey de todos los demás... Cada vez que da a luz Rea, Crono, devorar a su hijo para no correr el riesgo de que se rebele contra él. Se los traga enteros y los deposita al fondo de su estómago. Al mismo tiempo mantiene a los Hecatónquiros, Gigantes y Cíclopes encadenados en lo más profundo de Cea, en ese célebre Tártaro oscuro, lleno de bruma y moho, donde no es bueno permanecer. Estos monstruos siente un odio insaciable hacia su hermano.

Rea empieza a odiar a Crono porque se come a todos sus hijitos; cuando el más pequeño está a punto de nacer, Rea va a pedir consejo a sus padres, Gea y Urano: que le aconsejan que se vaya urgentemente a Creta, concretamente a Lyctos, donde Gea resguardará al recién nacido en una gruta gigantesca, oculta bajo una montaña coronada por un bosque: no hay peligro de que Crono se dé cuenta de la presencia de Zeus. Rea envuelve una piedra grande en pañales y Crono, se lo traga todo sin pestañear.

El pequeño Zeus crece alimentado con la leche de la cabra Amaltea, que ni las flechas ni las lanzas pueden traspasar su piel. Zeus fabricará con ella su escudo, la égida, que compartirá en alguna ocasión con su hija Atenea. Organizan una estratagema para hacer vomitar a Crono que escupe uno a uno los hijos que había tragado, empezando por el último.

Zeus hace algo muy hábil y muy útil: libera a los Cíclopes, agradecidos le ofrecen tres regalos magníficos, tres presentes que permitirán que Zeus se convierta en el dios más poderoso y temido de todos. Le regalan el trueno, el relámpago y el rayo que ensordecen, ciegan y fulminan a todos los enemigos. Zeus tiene la inteligencia de liberar también a los Hecatónquiros, Cien-Brazos, poderosos aliados.

La rebelión de Zeus y sus hermanos contra Crono y los demás Titanes desata una guerra: todo el universo tiembla, el cosmos incipiente se ve amenazado con volver al caos. Nadie puede morir durante este conflicto porque tiene lugar entre seres inmortales. Por tanto, el objetivo no es matar, sino vencer al adversario: se trata de evitar que el caos prevalezca sobre la posibilidad del orden. Al final, los dioses de la segunda generación, los «Olímpicos» porque hacen la guerra desde una montaña llamada Olimpo donde habitarán en lo sucesivo, logran la victoria. Los Titanes vencidos, son encadenados y encarcelados en el Tártaro. Poseidón, construye unas puertas de bronce de gran tamaño imposibles de destruir ni abrir, y los tres Cien-Brazos se encargan de montar guardia.

Los Olímpicos, los seis primeros, los de la generación de Zeus, están allí y allí se quedan. Pronto serán doce para hacer pareja con los doce Titanes y Titánides. Entre los Olímpicos, es decir, entre los dioses más importantes, los que dirigen el mundo y se lo reparten entre ellos, figura también Afrodita. Es eximida del conflicto porque no simboliza a Eris. Se la puede considerar como hermana de Crono, como una de las tías de Zeus.

En la generación siguiente a la de Zeus y sus hermanos se encuentran, los hijos de los dos señores principales del Olimpo, Hera y Zeus: Hefesto, dios de los herreros y los artesanos, y Ares, el aterrador dios de la guerra. Luego vendrá Atenea, diosa de la astucia y de las artes, la hija preferida de Zeus que tuvo con su primera esposa, Metis; los dos mellizos, Apolo, el más hermoso de los dioses, y Artemis, diosa de la caza, que han nacido de los amores extraconyugales de Zeus y Leto, hija de los dos Titanes Ceo y Febe, lo que hace que Leto sea prima hermana de Zeus. En el Olimpo se halla también Hermes, el mensajero de los dioses, el padrino de los mercaderes y los comunicantes, hijo de Zeus y de una ninfa llamada Maya. Y finalmente, Dioniso, el más extraño de todos los Olímpicos, dios del vino y de la fiesta, nacido también de los amores extraconyugales de Zeus con, una mortal, Sémele, hija del rey de Tebas, Cadmo.



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