Los antropólogos han descubierto el primer instrumento óptico capaz de resolver con precisión el problema referente a las disculpas políticas. Cuentan la historia que en la década del 2020, quizás unos años antes, a los mandatarios mundiales les dio por exigir disculpas de agravios cometidos por otros “pueblos“, o por los “agresores”, los “violentos”, o simplemente los “aprovechados”. Previo a ello y de forma menos complicada estadistas ofrecían perdones pues percibieron que sus antepasados habían sido “agresivos”, “violentos” o “aprovechados” con grupos menos afortunados.
Es justo decir que existen diferencias fundamentales entre un acto y otro; en principio una disculpa ofrecida tiene el valor del arrepentimiento, de la sensible consideración por los otros de forma más legítima y presumiblemente espontánea (esto último puede ser mera pretensión, puesto que muchas veces es premisa de un ventajoso argumento por construir). Exigirla, en cambio, presume la victimización, o al menos una sed de atención de algún despreocupado que no siente obligación. Pero regresemos al pacífico perdonáculo, que no sólo es un instrumento magnífico, sino como sabemos, un año entero que como el Jubileo, nos da oportunidad de lanzar y exigir perdones a diestra y siniestra como en Jitomatina¹.
El perdonáculo es una suerte de Telemicroscopio temporal de alta precisión, capaz de detectar las partículas de abuso en toda relación, tanto colectiva como individual (es decir, de uno más uno) su nivel de detección puede recorrer siglos; lo que ha hecho necesario que cada lustro se celebre el perdonáculo anual con sus ceremonias globales y que tiene como sede las pirámides de Teotihuacán; el Alcázar de Sevilla y el metro de Nueva York. Su operación es complicada porque el nivel de mestizaje que se había alcanzado en el nuevo milenio era intrincado.
Tal como relatamos todo comenzó con algunos mandatarios inspirados por las disculpas ofrecidas; gran idea, pensaron, los otros, cuando nadie los vio: ”Yo quiero la mía” gritaron con rigor, pues aquello que se otorga también se puede reclamar. Como piezas de dominó se fueron aglutinando peticiones: del conquistado a su conquistador; del hijo al padre; de la madre a la abuela, del jinete a su caballo. Fue entonces que se decidió que el sexo se debía practicar de frente y parados, con una levísima penetración, de lo contrario el dominante debe pedir perdón al dominado previo pago de sanción.
El perdonáculo se hizo extensivo para desenmarañar vocablos como el mencionado tomate amputado de su “Ji” (recuerde usted que estamos esperando que esa “j” se convierta en una “x” como era en su origen gestacional). Se usa también para desenmarañar tejidos, es por ello que todos nuestros trajes típicos han perdido bordado, calado y hasta color, puesto que su origen mesoamericano se vio contaminado con las agujas que trajo el vil conquistador. Mandiles holandeses, sedas orientales que la Nao de China y los buques carabelas nos hicieron favor, hoy se regresan a su tierra con todo rigor. La comida se ha simplificado en este afán, devolviendo a su origen ingredientes de este mole que nos hizo tanto mal.
¡Viva el perdonáculo y su inmaculada operación !
¹ Gracias a la demanda de disculpa interpuesta en 2023 en pleno uso y celebración del perdonáculo, a la antigua Tomatina –fiesta que se celebraba en el municipio valenciano de Buñol (España), el último miércoles del mes de agosto, en que los participantes se arrojan jitomates los unos a los otros.—podemos llamarla con la sílaba mutilada que le corresponde a dicha verdura proveniente de México. La celebración gracias al instrumento, hoy se celebra dignamente en Michoacán.
Publicado en: https://www.etcetera.com.mx/cuentos/perdonaculo/