“ I knows the names of the
Kardashians better than the names of my
neighbors.”
Generation Wealth (documental)
Sí que me gusta ser mujer, y aunque me choca que exista un día marcado para ser la fiesta del género, comprendo su historia y sus motivos. Ser mujer es el género del personaje que voy moldeando desde niña. No cabe duda que el traje “niña” nos invita a ser y vernos lindas, tal vez por eso la primera vez que elegí un personaje de modelo, fue a Aurora de “La bella durmiente”. Así, pasiva, preciosa inmóvil muñeca. Luego claro, como todas las niñas querían ser princesa jugué a ser bruja, me atraía su poder, la bruja manda, hace hechizos, fastidia a las que se sienten bonitas quienes, al menos en mi época al elegir princesa debían ser pacientes, el objeto perfecto de burlas y venganzas. Yo soy la bruja y tengo magia, tú no, o sólo cuentas con el poder para enamorar a los hombres.
Enamorar a los hombres. Creo que en el fondo esa magia es la que me ha engatusado subliminalmente. Por más que me sienta bruja y juegue a fingir que no me importa, siempre busqué argumentos de esa trama. Y sí, como muchas recibí maltrato pero prefiero el papel de bruja, aborrezco el de la pobrecita, prefiero a las patológicas princesas de los cuentos de hadas feministas de Gillian Flynn. Esa Desaparecida que se fuga porque ya no la veían y entonces opta por ser bruja; o la chica que se deja las heridas abiertas para formar con ellas las palabras que calla, haciendo de su piel su propio verso.
Perdida en mi laberinto de papel me cuento historias de mujeres desde chica, princesas o diosas griegas, brujas o asesinas. Pasé la universidad queriendo comprender a otra suerte de hadas, las musas que inspiran palabras, pinturas o sonatas. Luego me introduje en las teorías cavernosas del sexo y sus pasiones. Leía, amaba y me buscaba, también escribí cartas de amor, de odio y de venganza. Cuentos, ensayos y poemas. Todo para dar con la alquímica respuesta ¿Qué es ser mujer? ¿Cómo se es la gran mujer? Una así, Grandiosa.
La Gran diosa
En un principio, tendida como bella durmiente estaba Gea flotando en el caos del universo, Nyx, su hermana la noche, la cubría con su manto. En la quietud inmensa un viento cósmico se hizo presente. Se trataba de la pasión fulgurante de Eros quien codicioso se refugió como inspiración en el pecho de Gea. La Tierra dichosa y tranquila esperaba la vida. La pícara inspiración del dios amor la hizo suspirar y de su aliento enamorado surgió Urano, el cielo eterno aderezado de estrellas. Cuentan las lenguas míticas, que a veces dicen verdades más profundas que las que el oído está dispuesto a escuchar, que Urano resultó tan posesivo que no la dejaba de abrazar, entre ellos surgió la vida, y las historias se comenzaron a contar.
Entre Gea y Urano no hay espacio ni vacío, primero les nacieron los Titanes y luego Océano, un gran río que abrazaba a su madre mientras fluye hacia delante y hacia atrás, es límite de tierra y padre de todos los ríos, mares, pozos y manantiales. El mar era calmo y cuando Crono castró a su padre, lanzó sus testículos al mar y de ellos surgió el oleaje y la espuma. Su salobridad proviene de las lágrimas de sirenas que aman y devoran a los hombres. Imponente entre conchas y sirenas nació Venus desnuda columpiada por las olas del mar.
El relato de Venus, diosa del erotismo y el amor, es inspiración de filósofos, pintores poetas y mercadólogos. Comenzó como la gran diosa de mil rostros venerada por las culturas neolíticas como la gran madre o la Diosa Blanca. Nos cuenta Robert Graves en su magnífica La diosa blanca. Una gramática histórica del mito poético que la palabra bello procede de eslavo beli, blanco que pasaría al latín como bellus.
Así, Belili, diosa blanca sumeria (Mesopotamia) de la luna, representa ese principio femenino de protección que amparó a hombres y mujeres por varios siglos. De ella descienden todas las diosas lunares; unas veces son la Luna por oposición al Sol, otras la Tierra que hace contrapeso al cielo; generosas y crueles porque dan la vida pero también la muerte; la vieja y la guardiana del otro mundo, la doncella al mismo tiempo, y también virgen inocente.
Gea o Gaya era la patrona del oráculo de Delfos antes de ser sustituida por Apolo. Deméter y su hija Perséfone hacen posibles los ciclos y estaciones; vida y muerte de seres y alimentos. Atenea, la sabiduría y estrategia; Artemisa, la caza; Afrodita amorosa, y Hécate hechicera. Robert Graves relata cómo “En Europa y Oriente Próximo existían culturas matriarcales que adoraban a una Diosa Suprema y que reconocían a los dioses masculinos solo como sus hijos, consortes o víctimas para el sacrificio. Estas culturas, fueron eliminadas por la irrupción del patriarcado que arrebató a las mujeres su autoridad, elevó a los consortes de la Diosa a una posición de supremacía divina y reconstruyó mitos y rituales para ocultar el pasado” .
Entre los pueblos indoeuropeos existía la pluralidad religiosa. Entre los semitas¹ aparece un dios protector / legislador exclusivo principio del monoteísmo: Zoroastro (hijo de la luz/ hijo de las tinieblas). Paulatinamente los dioses del cielo vencieron a las diosas de la tierra. Pero este principio sigue vivo en arte, en los mitos; en religiones donde se adora lo femenino, la virgen católica latinoamericana, los movimientos ecológicos, la Santa Muerte.
Con el desarraigo de la diosa surge la imagen del héroe. Un aventurero que sale a conquistar nuevas tierras. Con esta salida se modifica la tragedia, sacrificio del chivo o cordero (animal sagrado que desemboca en el Cordero de Dios) ritual de purificación que habría de convertirse en teatro. Pero el “ritual” sagrado se transforma lucha violenta, el héroe deviene el ritual en guerra. Con ello surge la polis, el libre albedrío, el autogobierno, la democracia y la historia como sucesión de hechos humanos: un narrador, una versión, jerarquía y poder lineal. La ruptura entre la tierra y el pueblo, el triunfo del individuo sobre el grupo, el dominio de la naturaleza. Si Marte acompañaba al héroe en su odisea ¿Dónde quedó Venus?
El nacimiento de Venus
Hubo una vez una Venus de cuerpo entero. Una bellísima genovesa llamada Simonetta Cattaneo de Candia Vespucci (1453 – 26 de abril de 1476), apodada la bella Simonetta, fue esposa de Marco Vespucio de Florencia, tío de nuestro cartógrafo don Américo. Ella es el rostro de mil cuadros de Sandro Botticelli y de mil poemas de Polizano y Lorenzo de Medici. Encarnación de la Donna Angelicata y heredera de la musa del amor cortés, quizás la primer modelo comercial. En torno suyo revolotean más mitos que los de la propia Venus.
Era famosa por ser la belleza más grande de su época. El poeta florentino Poliziano escribió que su hogar estaba “en ese severo distrito de Liguria, sobre la costa, donde Neptuno, enojado, golpea contra las rocas … Allí, como Venus, nació entre las olas”. Era una dama noble hija del noble genovés Gaspare Cattaneo della Volta y su madre era Cattocchia Spinola de Candia. A los 16 años fue objeto de un matrimonio arreglado con Marco Vespucio. La pareja se fue a vivir a Florencia hogar proverbial de las musas artísticas, tierra de la Beatriz de Date y Laura de Petrarca; es ahí donde seduce a los Medici.
El nacimiento de Venus – Sandro Botticelli
Se dio cita una justa en la Piazza Santa Croce el 29 de enero de 1475 y, narra el poema “Le stanze per la giostra” de Angelo Poliziano, que Giuliano de Médici luchó en honor de Simonetta y de allí se volvieron amantes. La segunda temporada de la serie de televisión de Los Medici, se acoge a esa narrativa y supone que Giulio acarició a la musa de Botticelli mucho más allá de lo público, lo que el pintor nada más pudo hacer mediante el lienzo. Muchos críticos piensan que el cuadro de “Venus y Marte” es un retrato de los dos amantes Giulio y Simonetta. Lo cierto es que la justa era un evento político, predominantemente, una celebración de la triple alianza entre Florencia, Venecia y Milán, bajo la gestión de la familia Medici
La tragedia del mito de los amante se recrudece con la muerte de Simonetta a los 23 años aparentemente de tuberculosis. Dos años más tarde, en la misma fecha, la familia Pazzi asesina a Giulio en un intento de conspiración de esta familia por reemplazar a los Medici como gobernantes de facto de la Toscana. Así, Sandro pintará de memoria o acudiendo a los bocetos que hizo de la chica en vida, miles de cuadros con su rostro, mismo que fue pintado también por Ghirlandaio y Piero di Cosimo.
La historia/mito de la Venus de Botticelli, es redescubierta en el siglo XIX, inspirando nuevamente poemas, novelas, óperas, y en la actualidad programas de televisión, sitios web, su roia ágina de Facebook e incluso disfraces. Estas nuevas Simonettas han transitado de una abstracción a la concretización del objeto sexual. Salman Rushdie escribió en 2008, La hechicera de Florencia, una novela donde pone a esta florentina en el primer plano. No haré aquí la revisión de la novela, el objetivo es distinto y se corresponde con el punto al que quisiera llegar posteriormente con este texto, Rushdie rescata la idea de que revivimos del pasado las historias en las que queremos creer, para construir la narración presente que mejor nos acomoda; alterando nuestras percepciones del pasado y presente en el proceso.
Simonetta como encarnación de lo femenino, se convirtió en una abstracción, una puerta de entrada a las fuerzas culturales, sociales y políticas que impulsaron el Renacimiento temprano en Florencia alejándonos con ello de la mujer real.
La Primavera
Pensemos que Lorenzo de Medici era una suerte de Carlos Slim de su época, con más poder quizás, pues se trataba de una comunidad más compacta; en su búsqueda de elaborar una narrativa político, social y cultural, establece un programa artístico que de sustento a su esplendor. Para ello convierte a Simonetta en el modelo directo de Venus (la mitología fundacional romana ya había hecho lo propio con los padres fundadores Rómulo y Remo, descendientes de la diosa) así que, por qué no, Florencia era una doble venusina de carne con el rostro de Simonetta. Pongamos como ejemplo las múltiples interpretaciones de la Primavera de Botticelli:
-Dimensión Mítica: La iconografía fue identificada en 1888 por el filólogo alemán Adolf Gaspary, quien se basó en la descripción de Giorgio Vasari, arquitecto, pintor y uno de los primeros historiadores del arte. Cuenta la historia de Flora, Cloris deidad de los jardines “ninfa de las llanuras felices”, según Ovidio. Su fiesta, la Floralia, se celebraba en abril o a principios de mayo y simbolizaba la renovación del ciclo de la vida.
Tras ser raptada por Céfiro, de su unión nacieron la madre de la primavera y Carpo, dios de las frutas. Es por eso que desde su boca emergen flores cada mayo al respirar. Su belleza y destreza sedujo al ardiente Céfiro, dios del viento del oeste. De su soplo, la naturaleza cobra vida. Se le conoce como el viento fructificador, que anuncia la primavera.
Él la siguió hasta hacerla, por la fuerza, su esposa. Con el tiempo se arrepintió de su violencia y la transforma en Flora, como regalo le da un hermoso jardín donde reina eternamente la Primavera. Botticelli pinta dos momentos separados del mito que contó Ovidio: la persecución erótica de Cloris y su transformación, lo que explica que las ropas de las dos mujeres, que se ignoraran, se mueven en direcciones diferentes. Flora está parada junto a Venus que derrama rosas, las flores que representan a la diosa del amor.
También se puede pensar que el cuadro enmarca “El jardín de las Hespérides”, regalo que Zeus le dio a su esposa Hera, las tres jóvenes que bailan, las Hespérides, eran las hijas del gigante Atlas, que vigilan el jardín. Pero el joven que parece cortar una manzana podría ser Paris que tiene que decidir quien es la más bella entre las tres diosas que bailan junto a él. O podría ser Mercurio mensajero de los dioses y por eso su sombrero (pétaso) y sandalias tienen alas. Es hijo de Júpiter y Maia Maiestas, la mayor de las Pléyades, hija de Atlas. Hermes griego. En el cuadro, agita unas nubes con una vara, con la cual infunde el sueño.
Eros, el Amor. Hijo de Venus, diosa de la belleza, y de Marte, dios de la guerra. Se encuentra sobre Venus, con los ojos vendados y una de sus flechas en llamas, apuntando en dirección a una de las Tres Gracias.
Las Tres Gracias: Son las deidades del encanto, la belleza, la naturaleza, la creatividad humana y la fertilidad. Habitualmente se consideran tres: Aglaya (Belleza), Eufrósine (Júbilo) y Talia (Floreciente).
Las tres gracias. Pedro Pablo Rubens
-Dimensión filosófica/ Ética: La mujer al centro del cuadro representa a Venus, la Afrodita griega, gobierna los placeres del amor. El arco de Mirto que la rodea representa la fecundidad y la fidelidad. Es la madre de Cupido/Eros, ella levanta su mano derecha, lo cual sería un saludo al espectador, mientras hace de mediadora del desenfreno amoroso de Céfiro con Cloris.Las tres gracias encarnan la castidad, el amor y la belleza.
Marsilio Ficino. Según el historiador E.H. Gombrich, Ficino tuvo una gran influencia sobre los Médici y puede haber sido la motivación para “Primavera”. Sugiere que la contemplación de la belleza sirve como un camino hacia lo divino, toma la filosofía de Platón, en combinación con otros, y sugiere que los dioses y diosas de la antigua Grecia representan los principios éticos encontrados en el platonismo, en lugar de las características indulgentes con las que generalmente se asocia la pintura. Por lo tanto, en “Primavera”, Venus no es la diosa del amor sensual, ni una representación de una primavera pagana, sino que representa el humanismo ético.
-Dimensión política: Alentadora del amor y procreación en el matrimonio. Todos los personajes y sus interacciones sugieren una celebración del matrimonio y la procreación, excepto la interacción entre Zephyrus y Chloris, que a menudo se considera una unión forzada. Sin embargo, esto es apropiado ya que el matrimonio que esta pintura supuestamente celebra fue político. No es una unión de amor, emoción o pasión, sino una en la que sus participantes se ven obligados a formar una unión para aumentar el poder de sus familias. Céfiro y Cloris , sin embargo, eventualmente tienen una unión amorosa, que produce las bellezas de la primavera. Esto sirve para recordar a la novia que su nuevo viaje, aunque lleno de lo desconocido, se moverá hacia las alegrías del amor y la armonía representadas por el centro y el lado izquierdo de la pintura. Un dato interesante que amplía la interpretación es que la pintura estaba acompañada por otra, colgada en el dormitorio de la novia: “Minerva y el Centauro”. La segunda pintura, en contraste con “Primavera”, presenta a una mujer poderosa sometiendo y domesticando a un centauro sensual, recordando a la nueva novia que su papel no es necesariamente sumiso. Ella no es simplemente el tema de la política en este compromiso, sino un socio en el desarrollo mutuo de ella y su esposo.
La obra de Boticcelli es un mapa de su país: Flora o Florentia representa la ciudad de Florencia; Mercurio Milán; Cupido (Amor) Roma; las tres Gracias Pisa, Nápoles y Génova; Cloris y Céfiro son Venecia y Bolzano. Si Florencia es Venus, el personaje de la ropa floreada es Mayo y es símbolo de Mantua.
Catálogo botánico de la región.
-Dimensión artística/ Estética: El relato de los personajes propone una lectura de derecha a izquierda, comenzando con Céfiro y terminando con Mercurio a la izquierda del cuadro. Alegoría a las bodas de Mercurio (Hermes comunicación) con la Filología, las flores que inundan el paisaje son palabras que adornan el discurso, la joven del vestido florecida es la Retórica o Flora, madre de poesía quien es sobrevolada por la inspiración. Los nueve personajes que se encuentran en la obra están distribuidos en una composición rítmicamente equilibrada, armada de forma simétrica. Venus marca el eje central de la composición, que se apoya en un espacio frondoso donde abundan frutos y flores de la estación que dan sentido a la composición. La excepcional belleza de las figuras que componen la escena es la expresión más completa del estilo de Botticelli, y su interpretación del clima refinado del círculo neoplatónico florentino.
Intenta describir el proceso mediante el cual los humanos se acercan más a los dioses. Cada etapa es un nuevo comienzo, un resorte hacia la hermosa virtud que merece ser amado como divina².
Sandro Botticelli – La Primavera
En tiempos de la re-producción
Los hombres actúan las mujeres aparecen. Esa idea le pertenece al crítico de arte John Berger quien es su programa de televisión primero y en su libro del mismo nombre: Modos de ver, hace un recorrido por el arte en tiempos de la reproducción para encontrar hacia dónde se ha ido la cultura artística europea. Uno de sus capítulos se pregunta por la mujer y por la visión o perspectiva de un observador “ideal” La sociedad mira con ojos de hombre o de mujer?
Berger señala que el hombre es una promesa de poder sobre otros hombres otros objetivos, etcétera. El hombre canaliza su potencialidad hacia el exterior de sí mismo; mientras que la mujer aparece, todo cuanto hace es una contribución a su presencia, ha recurrido al ingenio para vivir bajo la tutela del hombre en lo que llamamos el poder de la seducción. Por tanto, especula Berger la mujer ha interiorizado una visión social masculina, una visión escindida, fragmentada, o doble: una examinante que se autocontempla con mirada masculina y una examinada femenina que persigue ser apreciada por los otros. Por tanto es y no es; se contemplan a sí mismas al ser observadas.
Convertida en objeto visual, al desojarse de la ropa, la mujer representa la desnudez (nakedness) adjetivo o atributo, pasivo (frialdad, impersonal, disfraz otro modo de estar vestido, lejano, una fantasía) y el hombre el desnudo actante (cálido, amistoso, visto por uno mismo, alivio, realidad) desnudez. La desnudez está dislocada del proceso de familiarización: en principio dos sujetos se enfrentan, al desearse se convierten en un objeto de la fantasía (desnudez, ausencia) al mirarse desnudos se reconocen articulares, falibles, frágiles y retornan al estado de sujeto. Al convertir la figura en un desnudo, “…que al generalizar el espectáculo como el espectador y reducir la sexualidad a algo no específico, torna el deseo en fantasía”.
Así, la mujer lucha siempre con su fantasía, obsesiva por rescatar la “sacralidad” distante que tanto se le aplaudió. De forma contemporánea, en tiempos mediáticos de la reproducción que hace posible que una imagen sea utilizada para numerosos fines, especulo que no sólo hemos vuelto al cuerpo un objeto, que no padecemos del sexismo las mujeres, los hombres son ahora también ese objeto que se ha vaciado de valor. Un personaje que se puede elegir en un catálogo de Tinder y afines. Hemos asado de la veneración de los abstractos bajo el amaro platónico a la libertad materialista; no quiero negar con ello que con dicho desplazamiento hemos logrado libertad, derechos, respeto a la individualidad, etc. Sin embargo hemos perdido la visión de conjunto, estamos descontextualizados, un fragmento que no mira la obra completa como la cara de Simonetta cortada por Berger. Elegimos el fragmento para privilegiar un modo de ver.
De Venus a Kardashian
Berger sostiene que en la modernidad el acto de la adquisición ocupa el lugar de todas las demás acciones y que el sentido de la posesión anula los demás sentidos. En tiempos de la red la fotógrafa Lauren Greenfield nos muestra que Berger tenía razón con su documental Generation wealth, en el que retrata historias que dan cuenta de que la obsesión por la riqueza ha crecido: l personajes que poseen 33 libras de oro y diamantes, mujeres que coleccionan bolsas Birkin (con uncosto demiles de dólares) jóvenes que confiesan estar más interesados en la familia Kardahian que en la propia y mujeres dispuestas a quedar en la pobreza para pagar al cirujano que las eternice como a la diosa Venus aunque ni ellas mismas se reconozcan desués. “Abarcando el consumismo, la belleza, el género, la mercantilización corporal, el envejecimiento, y más, Greenfield ha creado un extenso relato preventivo sobre una cultura que se dirige directamente hacia el borde del acantilado”, señala la sinopsis oficial de la película.
Las imágenes publicitarias jamás hablan del presente, sostiene Berger, evocan un pasado o enarbolan un futuro. El comprador vive para la transformación, sujeto que vive envidiando al personaje que puede llegar a ser en el futuro. “La publicidad como sistema hace una sola propuesta: transfórmate comprando. Alimenta la insatisfacción y alienta el deseo constante“. La publicidad como fábrica de fascinación, de fantasías para convertirnos en seres ser envidiables, hasta por nosotros mismos. Presumiéndonos beneficiados por el rencor de los demás que nos “admiran” al ser más jóvenes, más ricos o mas bellos.
En este recorrido la mujer sublimada que se aleja del ser mediante las virtudes simbólicas emanadas del neoplatonismo, “evoluciona” por un hedonismo postmoderno fincado en el deseo de posesión, la libertad de reproducción y una forma muy solitaria de reafirmación. La “igualdad de los sexos” extiende este sexismo al hombre y así, más libres pero con menor autoestima esperamos el futuro “cercano” en que seamos más sanos, más bellos o más ricos, esto gracias a nuestra próxima compra. El yo trabajador que envidia al yo consumidor concluye Berger.
2. http://infografias.elmercurio.com/20181013-VA-primaverabotticelli/
Referencias:
Allan, R. Simonetta Cattaneo Vesucci: Beuty, Politics, Literature and Art in Early Renaissance Florence. A thesis submitted to the University of Birmingham for the degree of DOCTOR OF PHILOSOPHY https://etheses.bham.ac.uk/id/eprint/5616/3/Allan15PhD_Redacted.pdf
Berger, J. Modos de ver. Barcelona: Gustavo Gili. 1972
Morris, D. Masculino y femenino: Claves de la sexualidad. Barcelona: Plaza & Janés. 2000.