Nunca he ido a las cuevas de Altamira, pero los dibujos rupestres son punto de partida del arte. Sorprende saber que eran parte de un ritual, que son anónimos y probablemente se elaboraban de forma colectiva. Por diversas razones me interesan los memes, pero no todos los memes sino las manifestaciones colectivas, humorísticas y muy mexicanas que surgen como expresiones del creciente interés político de nuestra sociedad.
Me interesan, al tiempo que busco con mis alumnos la respuesta a lo que significa ser mexicano en el siglo XXI. Persigo, claro está, que los que den respuesta a la pregunta sean ellos, que dejen de acudir al rostro caricaturizado de Frida o al de una María Félix a la que no conocieron y a quien probablemente jamás han visto ni verán protagonizar una película. Es evidente que lo suyo es lo cibernético, conectados hasta la muerte, mis alumnos se comunican con emoticones, leen y escriben, producen memes y se expresan en una cueva más sofisticada que la de Altamira.
Consciente estoy de que los memes no son de origen nacional, pero con más preguntas que respuestas, me inquieta explorar el éxito que han tenido en nuestro país como formas de expresión interactivas, juegos anónimos que confieren pertenencia, máscaras inocentes que permiten que todo pueda ser dicho porque se trata sólo de un “juego” como “Pasa la corriente”, donde algunos se suman para rellenar los espacios de la idea incompleta del juego del ahorcado.
Así, el meme tiene sus espectadores y sus participantes, unos memes viven más, tienen vigor viral y otros simplemente no encienden la sonrisa, no seducen. Su espontánea vida depende de la gracia que causa el chiste y su promiscuidad depende de todos los que gusten meterle mano.
Los memes parientes de los genes
Cada que pregunto qué es un meme, la respuesta se asocia con el meme cibernético, con la imagen cargada de burla, y no con el concepto acuñado por el gran Richard Dawkins, personaje controversial por su enorme sapiencia y su radical ateísmo. En su libro The Selfish Gene (El gen egoísta, 1976) el zoólogo nos remite a su observación sobre la memética, como llama él a la transmisión cultural que actúa de forma análoga a la réplica genética. Argumenta que, del mismo modo que el gen se replica, el meme es la unidad mínima de información que se puede transmitir. Una idea que es contagiosa, que se viraliza por transmisión de una mente a otra, mismas que nos ayudan a propagar el conocimiento, pero más importante aún, a sobrevivir a través de hallazgos que siguen la lógica de la sobrevivencia.
Pero no todos los memes son útiles; el mecanismo de transmisión ayuda a la propagación de ideas que pueden ser triviales, como la moda o una melodía pegajosa. Es ahí donde surge este meme cibernético que se comunica en redes y que, para muchos, puede ser una estupidez; mientras que, para otros, es una forma de arte o hasta un modo sutil de persuación ideológica. Como en toda selva, sus especies se acercan o alejan a estas antípodas supuestas.
El problema a discusión con estos últimos consiste justamente en determinar si tienen un poder artístico, si su convocatoria es “inteligente” o son simples vehículos de entretenimiento “idiota”. Subrayo que, como en todo elemento de factura humana, existe una variedad inmensa de posibilidades que ubicarían al meme entre lo idiota y lo ingenioso. Su calidad, en todo caso, depende de la figura del memoide (“persona cuyo comportamiento está totalmente dirigido por un meme”), término acuñado por la periodista Delia Rodríguez en su libro Memecracia. O, apelando a Henry Jenkins, en el prosumer (productor/ consumidor) que preña de significado a dicha partícula al alterarla, modificarla y decodificarla.
Mi interés, como he dicho, consiste en una expedición en busca de la historia del meme mexicano, misma que aquí sólo comienza y que con suerte tú, lector, ayudarás a orientar. Aquí sólo develo que llaman mi atención porque siguen la línea de una actitud muy nacional que persigue el humor como forma de catarsis, desde nuestros chistes hasta nuestros moneros. El meme responde a nuestra sana tendencia a burlarnos de nosotros mismos, a producir de forma vertiginosa bombas de ingenio que sean como una instantánea del momento; así al hilo, como nos albureamos unos a otros.
Mis hijas los siguen, mis alumnos los coleccionan y todos nos reímos en la última campaña presidencial o en la visita de AMLO a Peña Nieto. Estos son los memes que me interesan de forma particular, no los del chihuahua mostrando los dientes, o los del Keep Calm de la princesa. Llaman mi atención los memes que editorializan, que pasan de una mano a otra dando cuenta de la versión de cada usuario que les mete mano para expresar su tendencia, su deseo, su animadversión, se refugian luego en el “museo” de algún coleccionista, en su Instagram, en su blog, en su celular. Los muestran a sus amigos hasta que se desgasta el chiste o ya te lo clavaron demasiadas veces.
Historia de los lenguajes meméticos
Es comprensible que los de mi generación seamos un tanto inexpertos o hasta ajenos al tema del meme, es por eso que agradezco a Jaron Rowan, pues con su libro De Memes: Inteligencia idiota, política rara y folclore digital, me ayudó a dar historia a esta curiosidad.
Una de las condiciones singulares de esta partícula de humor es que es anónima y, como las olas del estadio deportivo, no sabemos quién las comienza y hasta cuándo durarán, quién participa y quién sólo la mira. A diferencia de otras expresiones culturales, requiere de la tecnología, por tanto (y como nos dice Jaron), “El meme surge de una serie de relaciones entre sujetos, tecnologías, ideas, deseos y estéticas”. En un mundo aparentemente individualista, el meme es un cuerpo colectivo, una idea manoseada y construida por varios. Son un artefacto de la cooperación y no vehículos de competencia. En todo caso, la competencia fomenta que el ingenio se exhiba con la proliferación de nuevos memes, o con la suma de nuevos significados que engalanen el meme original. Se trata de la mula de seises que abre la partida. Y aquí es donde Jaron nos hace notar (coincido) sus diferencias con Dawkins:
Los memes no son egoístas, son promiscuos, son sociedades en movimiento, pequeños eventos fruto de las micro-imitaciones y de la creatividad social. Los memes se contradicen a sí mismos, se transforman y mutan. Adquieren significados contradictorios y complementarios. Los memes son objetos digitales que combinan imágenes y textos humorísticos. Aparecen como reflejo de la creatividad colectiva. Son producciones tecnoestéticas que saltan de un medio a otro adquiriendo significados variables y niveles de memez insospechados, recombinaciones reiterativas de ideas que nos atraen con su carisma y humor idiota (J. Rowan).
El autor estima que los memes nacieron más o menos en 2006, su primera definición académica fue propuesta por Patrick Davison en The Language of Internet Memes, ensayo de 2009. Como antecedente, nos dice que fue en 1970 cuando los primeros cibernautas se molestaban unos a otros con monólogos cortos de Monty Python. Uno de sus chistes predilectos era el de “«SPAM» (una cafetería habitada por vikingos que cantan a coro la palabra ‘spam’), cuyo humor está basado en la repetición sistemática de la palabra spam”. Supongo que de ahí proviene nuestra actual idea de la basura informática.
El autor nos dice también que la investigadora Linda Börzey alude a que el 19 de septiembre de 1982, Scott E. Fahlman, experto en informática, sentía que era difícil expresar la ironía en Internet y, por tanto, usó la combinación de estos caracteres: ‘:-)’ como seña de que lo escrito no debía tomarse de forma transparente. Se trataba de una forma de burla. De este germen nacieron los emoticones, mismos que incluso la Real Academia admitió como forma de lenguaje con diccionario y todo. El problema con lo emoticones era su economía a la hora teclear los mensajes SMS y, por ello, entre 1998- 9 el japonés Shigetaka Kurita propone los emojis (imagen-caracter).
Parece ser que los memes como los conocemos surgen hasta 2006. Jaron alude y describe:
Dos curiosos fenómenos… Por un lado surgió Advice Dog, un perro que daba curiosos consejos. En paralelo aparecieron los LOLCats, fotos graciosas de gatos acompañadas de frases o comentarios que parecen ser enunciados por los propios gatos […] Crean formas de seducción propias, basadas en la repetición, en la articulación de lo estúpido […] nos atraen desde lo simple […] nos sorprenden porque parece que siempre estuvieron. Son parte de nuestro folclore colectivo, son una patada en el trasero al diseño elegante, frío y meditado […] la autoría deja de importar. Hijos de la inmediatez y la participación colectiva. Responden a una economía de recursos. Están hechos con cosas que se tienen a mano y son intertextuales (J. Rowan).
Radiografía de un meme
Estas últimas palabras nos ayudan a la radiografía, así que retomamos las ideas de: anonimato, economía, participación colectiva, artefactos y materiales a la mano. El mismo autor nos cita la definición de Limor Shifman, lectora de comunicación y periodismo en la Hebrew University de Jerusalén: “…los memes de internet como folclore posmoderno; valores y normas compartidas se construyen a través de artefactos culturales como son imágenes retocadas o leyendas urbanas”.
Jaron distingue por principio 3 tipos identificables:
1) figuras recortadas sobre un fondo de color con una frase escrita encima y debajo de la imagen. 2) imágenes sin recortar con el texto superpuesto a la imagen. 3) los metamemes, imágenes (que puede ser un meme ya existente) sobre un fondo negro con un texto en la parte inferior de la imagen. La imagen con texto se denomina «macro», que proviene de los primeros foros online en los que una funcionalidad permitía que se pudiera introducir texto.
Parece que el gestor o la avenida por donde más memes se difunden y transitan de forma global es un foro que se llama “4chan”. Mucho de lo que distingue a este sitio, privilegia las cualidades del mismo meme.
El sitio tiene una serie de características muy peculiares: no tiene memoria, es decir, los posts que despiertan interés […] respuestas, se mantienen hasta que dejan de tenerla y rápidamente desaparecen […] es totalmente anónimo […] tiene muchísimas visitas diarias (unos siete millones), lo que lo convierte en una de las webs más transitadas de internet.
Por tanto un meme, además de su anonimato, debe ser muy “visitado” y olvidarse con facilidad. El sentido de esta página, comenta el autor, es “4chan vive para las LULZ [o LOLS, abreviación de laughing out loud, es decir, reírse a carcajadas]”, que es la misma esencia del meme, por ingenioso que sea o por informativo o editorializado que resulte, un meme vive para estimular la carcajada. Más específicamente, la diferencia entre el LOL y el LULZ, es que LULZ consiste no sólo en la carcajada, sino en que ella se desprenda del ridículo de otro, reírse a costillas o a expensas de otro. Es interesante que sea, justamente en este canal, donde nacen las reglas de Internet y que nos sirven también para acotar este artefacto llamado meme:
La regla 3 es «somos anónimos». La 13, «cualquier cosa que digas puede ser convertida en otra cosa». La 20, «nada se debe tomar en serio». La 21, «los contenidos originales solo lo son durante unos segundos, antes de hacerse viejos». La 22, «el copy–paste se ha diseñado para arruinar cualquier principio de originalidad». La 23 dice exactamente lo mismo que la 22. Y la 24, «todo repost es un repost de un repost».
Los memes son hiperactivos, no pueden estarse quietos, son como un cohete que estalla, ilumina el panorama de la agenda inmediata y luego desaparecen.
Los memes son seres promiscuos, y aparentemente la promiscuidad es un elemento clave en la expansión de epidemias […] cambian de registro (devienen políticos, creativos, macabros), cambian de escala (de micro a macro, de plataforma especializada a red social masiva), se producen (a través de combinaciones de software, a través de programas de software disponible en línea, en plataformas específicas) y operan (a través de hardware, posts, enlaces, cámaras, teléfonos móviles, hashtags) (J. Rowan).
Impolíticamente incorrectos
En un mundo cercado por lo políticamente correcto, el meme sirve de desahogo, es una manifestación aparentemente inocente del pensamiento sin censura. Al igual que “4chan”, la mediación, la rapidez, la inmemoriabilidad, la múltiple colaboración y el humor, son máscaras que nos permiten la honestidad más cruel. En un meme podemos hacer patente nuestras fobias, aversiones y hasta nuestros odios; total, aviento el meme y escondo la mano; además son una caña de pescar que permiten que otro se adhiera y desnuden sus propias aversiones. Ya no estamos solos, hay otros que piensan lo mismo. Los memes son ingenuos, una burla en apariencia sin propósito, una sutil carcajada.
En su ingenuidad, el meme político es portador de tendencia, articula el diálogo a partir de la burla. Sería tonto no admitir que tienen influencia política, verdades y mentiras infecciosas. Entre broma y broma, la verdad se asoma. Jaron nos recuerda a Mijaíl Bajtín, quien en su Rabelais, estudia al humor como respuesta ante el despotismo del poder; desde que somos niños descubrimos que el humor nos ayuda a disipar fantasmas, a ahuyentar nuestros miedos.
Larga vida al meme
La vida de los memes es corta, algunos incluso nacen muertos. Su salud depende de su oportunismo, es decir de la relevancia con el instante en que nacen y la trascendencia que un grupo de usuarios otorgan al tema que alude; esto puede ser desde una práctica estúpida como los dichosos challenges, hasta temas de agenda local o global; depende del ingenio remix, es decir, como un buen coctel que pega o no por la buena mezcla de sus elementos, mismos que no necesitan ser de gran calidad estética; estiro la metáfora, un trago pegador no depende de la calidad de los licores, sino de la combinación y su efecto en la mente del usuario. Y finalmente, al factor de “pegajosidad” de los llamados influencers, sujetos que tienen mejor imagen y mayor poder de convocatoria en la red.
Otra cualidad del meme es que son caprichosos, es decir, impredecibles. Ninguna de las cualidades aludidas en el párrafo anterior garantiza nada. Por tanto, el éxito de un meme es un asunto de azar, y de tal modo, que ni los mercadólogos más inteligentes logran lo que la espontánea “estupidez” de un usuario anónimo logra viralizar casualmente.
Catalogados de populistas, los memes permiten conversaciones “polivocales” una suerte de democracia que por su mediación, su simplicidad y su lenguaje orquestado entre palabras e imágenes, promueve conversación políticas entre los agentes más diversos, que de otro modo se sentirían intimidados. La capacidad sintética, casi metafórica y humorística del meme, desmitifica y simplifica la comunicación.
Crear memes es un deporte mental, una agilidad del ingenio, una artesanía fácil que sólo requiere de un medio conectado a Internet, algunas imágenes, un procesador de palabras y el bendito copy–paste.
Coincido con Jaron en que los memes favorecen el empoderamiento ciudadano, afiches pacificadores, armas de igual potencia, de ida y vuelta, que permiten batallas en imagen, espolvoreadas de palaba que nos matan de la risa, “…expresión creativa y performativa que se produce en una suerte de ‘zona gris’ entre lo pre-individual, lo individual y lo colectivo, entre la cultura, el arte y la política”.
Política y humor a la memexicana
Es todo lo descrito en estas páginas lo que me hace pensar que el meme nos es afín por nuestra condición de ingeniosos al vuelo; por nuestra necesidad de reírnos a costillas de nosotros mismos y nuestros semejantes; por el deseo de exorcizar nuestros excesos de poder y nuestros miedos; son la forma ideal e inmediata de expresar una opinión política (tema que nos tiene como sociedad más y más interesados) a pesar de nuestra timidez y reticencia a enredarnos en lo serio; por nuestras virtudes artesanales y gusto por la retórica ya sea visual o verbal y sobre todo por nuestro afán colectivo, dado al chisme, al chiste en plaza publica, en fin, por nuestro espíritu colaborativo. Por todo ello, si sabes algo sobre el meme mexicano de tintes político, comparte… Te toca.
Referencias
Rowan, Jaron. De Memes: Inteligencia idiota, política rara y folclore digital. Madrid: Capitán Swing. 2015.