Parte del plan principal del imperialismo es… les daremos su historia, la escribiremos para ustedes, reordenaremos el pasado… Lo más alarmante es la desfiguración, la mutilación.
Edward Said
El ser es, como hemos insistido, nada más que la construcción de una historia enmarcada en un tiempo y un espacio; una existencia delimitada y validada por los otros. Es por ello que “Ningún hombre es una isla” o, puesto en términos narrativos, no es posible contar una historia con un solo personaje para un interlocutor que no existe. ¿Qué sentido tendría?
Por el contrario, para que una historia individual se cuente, se requiere un origen en estas tres modalidades: espacio, tiempo y semejantes. Por años las grandes potencias “occidentales” han contado la historia que, como bien señala Edward Said, negó la representación a ciertos sectores que, sin embargo, estaban presentes de forma muda en la historia. En nuestro mundo “global” (entrecomillo términos que se han convertido en tremendas vaguedades que intenta catalogar lo diverso, lo irreconciliable) el “otro” es, cada vez más, el peor enemigo.
Presentes como fantasmas, los desterrados, los huérfanos, los desplazados, se nutren de la historia y se llenan del deseo de estar, de pertenecer. Así, hablar hoy de migrantes, es hablar de los huérfanos que, como bien señalaba Zigmunt Bauman antes de partir, hoy llaman a la puerta.
Juzgar la presencia de los miles de migrantes (hondureños primero, salvadoreños despús, pero al fin centromericanos que se van sumando), desde la culpa o el rechazo es, en mi opinión, sobresimplificar el asunto, tanto como creer que en realidad existe algo así como globalización (en el término utópico que conlleva implícito). O como diría Pascal Brukner: “Es incorrecto abordar la pregunta bajo el único ángulo de compasión o generosidad al permanecer en el campo de los afectos. Nunca la división weberiana entre la ética de la convicción y la ética de la responsabilidad ha sido tan relevante como en este campo.“
El miedo natural que causa el extraño es inebitable, como inevitable es también la compasión que genera una ser en desgracia. Por tanto, y al tiempo, cuando el extraño toca a la puerta, lo miramos primero con desconfianza y luego, al notar su desfortuna, sumamos la empatía, dos sentimientos que nos dividen, pero ¿abrimos la puerta? ¿Los invitamos a pasar? ¿Los sentamos a la mesa?
Los «extraños» , es decir, aterradoramente impredecibles, a diferencia de las personas con las que interactuamos a diario y de quienes creemos saber qué esperar; tendemos a dividir a esas personas con las que estamos acostumbrados a convivir entre amigas y enemigas, entre bienvenidas o meramente toleradas… De los extraños, sin embargo, conocemos demasiado poco como para sentirnos capaces de interpretar apropiadamente sus tácticas y concebir nuestras propias respuestas adecuadas: es causa fundamental de grandes ansiedades y miedos.
(Bauman)
El problema migrante es la respuesta a una larga narrativa excluyente que, sin dotar de papeles protagónicos, contó al mundo entero de tierras prometidas, de espacios de llibertad, de igualdad de oportunidades. Se fomentó con ello lo que Bauman llama mixofilia (atracción por los entornos que prometen los placeres de la aventura y el descubrimiento, en casos extremos como el de hoy, laseguridad que se ha perdido en casa) y la mixofobia (temor al inmanejable volumen de lo que nos es extraño, idesagradable e incontrolable). El autor también señala la terrible hipocrecía del sector empresarial que en apariencia rechaza pero en el fondo “codicia” la mano de obra barata.
Desde el arrivo a nuestro país de las caravanas migrantes, diversas organizaciones se han dado a la tarea de mostrar su solidaridad y hospitalidad hacia los caidos en desgracia. Las gentilezas han ido desde procurarles hogar, transporte y sustento hasta embellecerlos con tratamientos y cortes de pelo. Esto es comprensible dado que el migrante es el huérfano que inspira nuestra protección, podemos mirarnos en sus ojos. Sin embrago, toda historia depende del punto de vista con elque se cuente, y como dijera Pascal Brukner, La compasión no es una política.
Para nadie es novedad que con el incremento de caravanas las “finesas” comienzan por volverse hostiles. Es verdad de perogrullo estirar la analogía hasta lo doméstico y preguntrse ¿Cuántos cuartos alquila nuestra compasión? ¿O cuánto tiempo pasará para que el arrimado comienze a oler mal?
En Tijuana se nos acabó, definitivamente, la gentileza y, con el grito “¡Lárguense de aquí!”, la población encara a los extranjeros, al tiempo que reclama la ausencia de beneficios para los de casa “Farol de la calle oscuridad de casa”.
¿Estamos preparados para recibir y otorgar a los migrantes la oportunidad laboral y el bienestar que creen hallar en el Dorado Norteamericano? ¿Tenemos los medios para evitar la confrontación con los connacionales en situaciones igualmente desventajosas? Es evidente que muchos no podrán cruzar e intentarán quedarse, es inminente que el flujo crezca y nos rebase (si no es que ya lo hizo). Por otro lado coincido con la sentencia de Bruckner “…el inmigrantismo pasa por alto… que la política de apertura sistemática, defendida por cierta izquierda ‘humanista’, es parte de un nuevo tratado que enriquece a miles de esclavistas, contrabandistas” y aquí agregamos narcotraficantes.
El tema migrante es hoy una asignatura obligatoria, nos urge por comenzar a entender que el estatus se compone de variantes: no es lo mismo el refugiado involuntario, un individuo que se ha visto obligado a abandonar su hogar debido a la persecución, conflicto ambiental o bélico; al migrante voluntario que abandona el hogar para mejorar su nivel de vida o educación.
No podemos evadir la responsabilidad humana que el asunto nos supone y exige; este fenómeno mundial crecerá cada vez más y supone la consideración de medidas, valores y recursos que protejan al visitante al igual que al de casa. “No podemos dar la bienvenida sin pensar en el futuro y anticipar los desafíos de la integración”. Nos recuerda Bruckner.
La caridad comienza en casa, nos señala la Biblia, y aunque cuenta la historia que el mismo Jesús y su familia fueron emigrantes, coincido con Bruckner y Slavoj Zizek en distinguir la compasión que nos obliga a dar la mano al desprotegido, de una política realista que busque soluciones a futuro y con la colaboración de las Naciones en contraposición a llamaradas de petate que supone dar la bienvenida sin garantizar una situación digna para propios y extraños. Asimismo, el respeto de las leyes soberanas de una nación, supone el respeto y los límites fronterizos que más allá, de suponer el enclaustramiento, deben mostrar los límites que suponen toda sana convivencia.
Uno no ofrece la cama de la que carece, ni pude quitar el pan de la boca a los hijos para dárselo a los ajenos. Puede salir muy bien en la foto el sacrificio y la entrega hacia el caído en desgracia, pero ¿hasta cuándo podremos sostenerlo? ¿Cuántos más habrán de llegar? ¿Y cuántos de los nuestros seguirán lanzando la piedra con temor ante una realidad doméstica complicada, a la que se suma la llegada de seres carentes embriagados de ilusión?
Esta historia se cuenta en todos nuestros mares. No es fácil resistir las narrativas de bonanza y esperanza que nos cuentan los países ricos y su industria del entretenimiento. No es fácil vivir frente a los aparadores digitales consumiendo cuentos de hadas y no ir en pos de la princesa. Hay de responsables a responsables, hay un cupo limitado y un problema por resolver que no se acicala con un simple corte de pelo y una depilación. No es fácil ser el camino hacia el Dorado.
Referencias
P. Bruckner: Inmigración, la compasión no da forma a una política (lefigaro.fr/vox, 7 de julio, 17)
S. Zizek: “Slavoj Žižek habla sobre Europa, la migración, los refugiados y el terror “ https://www.animalpolitico.com/2016/06/slavoj-zizek-habla-sobre-europa-la-migracion-los-refugiados-y-el-terror-capitulo-de-adelanto/
Z.Bauman. Extraños llamando a lapuerta. Barcelona: Paidos. 2016
Curso Migrants and Refugees in Education, British Council http://teachingrefugees.com/