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Autora: Regina Freyman

Escapar como emigrante

¡Escapa! Eso es lo que pienso cuando me encuentro en un lugar o situación incómoda. Pienso en los personajes mitológicos o en héroes de aventura que, para pasar inadvertidos, alguien, emisario de la divina providencia, les da una capa que los hace invisibles. Hoy creamos mundos para escapar de la realidad que nos abruma para crear la propia. Así que uno construye alteridades, capas para no ser visto aquí, sino allá; pero ¿el lugar lo llevamos en la mente o es el lugar el que modifica al personaje?

Contenido y contenedor, sigo obsesiva explorando la misma idea; y es que uno se pregunta si los espacios nos alteran y condicionan, la Gestalt lo estudia; Robert Serra lo lleva a cabo en su obra; el caracol avanza con su casa a cuestas y la pregunta persiste: ¿qué tanto nos condicionan los espacios? El tema ronda y vuelve de mil modos, desde siempre, desde que soñábamos con la capa mágica o cuando construíamos casas con sábanas para guarecernos.

Obsesionada por las historias pienso en las partes que las componen, como las piezas de lego que se ensamblan para construir santo y seña. El protagonismo del protagonista me parece un tema importante en tiempos de selfie, cuando los individuos nos creemos reyes absolutos de nuestra propia pantalla (espacio hecho a la medida de nuestras pretensiones). Pero dicen los expertos en narrativa transmedia, en esa gran historia que se cuenta por todos los medios, que un buen protagonista dura una vida, algo que “Juego de Tronos” exploró para sorpresa de los televidentes. ¿Y qué es una vida en términos de la ficción? Una película, tal vez dos; una novela, tal vez dos; pero ni los mosqueteros lograron sobrevivir 20 años después. Claro, salvo 007 con sus mil rostros y sus cientos de juguetes y de chicas Bond. Lo cierto es que tanto la narrativa como la mercadotecnia contemporánea concluyen que cuando se ha construido un mundo narrativo, éste puede contener mil vidas, mil historias. Claro que los griegos lo sabían, al poblar el Olimpo; o los cristianos cuando hicieron de vecindad santoral el Cielo lleno de nichos.

¿Aquí o allá? ¿Ahora o mañana?

Es por ello que a los lugares de la imaginación le damos dirección temporal: utopía y distopía quedan muy al sur, en regiones del futuro; las cibertopías se cuelan entre pantallas de videojuegos y películas de ciencia ficción para poblar la idea de que podremos algún día migrar la mente a silicona, al menos alterar la percepción con lentes fugitivos o pantallas absorbentes, la moneda es el bitcoin que se acepta también de forma flotante en bancos de realidad. Una república para los ingenieros. “Un estado mental facilitado por la tecnología, que prioriza la conexión virtual con tus homólogos en el reino de los geeks frente a tus vecinos en el mundo físico, y que podría terminar por «salirse» de los muros de lo real para conformar nuevas comunidades”1. Se trata de un archipiélago flotante entre el cielo y el suelo, como dijera Mecano: la isla de Google o los paraísos flotantes de PayPal, donde se ubica el “Seasteading Institute, un centro sin ánimo de lucro que tiene por objetivo desarrollar, según su propia web, «ciudades flotantes que permitan a la próxima generación de pioneros ensayar nuevas ideas de gobierno»”2. En territorios celestes, Elon Musk con su SpaceX, persigue construir una colonia espacial en Marte, que será colonizada por 80 mil Techpioneros. Más cerquita del presente, se llega a las Smart Cities o a las naciones y negocios disneyificados. En las primeras, los objetos, los autos y las casas se comunican entre sí; en las segundas los autos, las casas y los objetos se usan de botarga, de logotipo para disfrazar el comercio, el pueblo o la ciudad de fantasyland. Con dirección al sureste, en el continente de la nostalgia se ubica la retropía, una especie de futuro vintage gobernado eternamente por Marty McFly. Cerca del presente se encuentra un pueblecito musical que se llama Libertopia, es descendiente de la anarquía pero con conciencia social.

El capitalismo artista vs la modernidad líquida

Para el capitalismo artista la estilización del mundo es el ideal de futuro, por tanto en dirección al futuro se alinean todas estas utopías geek, colonias de élite en el cielo, el mar, la tierra o la data. Por su parte, en el eterno presente del aquí y ahora budista se escurre la modernidad líquida del ON/OFF. Posteriormente Bauman reconocería la idea de retropía inserta en este ahora que, gradualmente busca escape en la nostalgia, sueña con el retroceso, con un pasado orgánico, libre de polvo y grasa, donde los animales son más y mejor venerados que la misma humanidad; se persigue la candidez del indefenso, pueriles hasta la muerte, reciclando recuerdos pero sin ataduras. Un tiempo que no avanza, sino que retrocede, pero que se amuebla con todas las comodidades de la tecnología, camufladas entre plantas y muebles rococó.

Así como antes teníamos planetas hoy hablamos de realidades que se alinean en torno al sol de una verdad personal. El primero de ellos sería una especie de grado cero que consideramos “mundo real”, un mundo que captamos con los sentidos desnudos, pero que vamos alterando con esa mente adicta a decantar y adulterar lo que le place; así como tonalidades en la paleta se van gestando las realidades alternativas, las fugas por la ficción que comienzan con la intoxicación de nuestros deseos, expectativas y delirios. Otro modo de escapar es todo cronotopo, desde el literario hasta el interactivo: mundos que nos permiten pasar páginas o teclear botones. Construimos lugares a partir de nuestras experiencias. Construimos para cambiar la percepción, para influir en sentimientos y pensamientos. Buscamos nombres y dimensiones para todos los modos de Paraíso. Lo que siempre supone un muro protector, cierta privacidad para desentenderme del otro, del que no me gusta. Estas divisiones pueden ser de concreto líquidas o de cristal. Procuran mirar sin ser vistos. Ser protagonistas para elegir interfaces, verdades y amistades. Adictos a nuestro espacio personal, al control que sentimos hacia él, vamos construyendo muros, filtrado líquidamente nuestros datos; estilizando los espejos, amurallándonos del inmigrante, defendiéndonos del enemigo… En cada mundo sólo cabe un héroe y todos, todos somos el villano indocumentado que no se admite en el espacio contiguo, ya sea del cielo o la tierra, del norte o del sur, del pasado o futuro, sólido, líquido o etéreo.

Referencias

1 “El colmo de la ciberutopía, Silicon Valley como república independiente”, en http://www.abc.es/tecnologia/20131222/ abci-siliconvalley-estado-201312171218.html 2 Ídem.

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