“Sobre la página de un libro se puede llorar, pero no sobre una computadora”. José Saramago, 2004.
Una bitácora o cuaderno de viaje es el soporte necesario para registrar la memoria; la esperanza es que nuestra experiencia alcance la tierra lejana de la posteridad. Marco Polo, Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortes fueron responsables de anotar sus andanzas por nuevos confines ¿A caso sería justo pensar que fueron los iniciadores del blog? Sus conocimientos y curiosidad no estaban constreñidos a un ámbito del conocimiento: geografía, gastronomía, sociología, todo lo humano era materia para traducir en palabras. Hubo otros que se quedaron en casa y emprendieron viajes a terrenos más íntimos, se adentraron en las profundidades de la epidermis en busca de eso que llamamos yo. Cuántos personajes literarios reportaron sus hallazgos a los autores en forma de diario personal: Jonathan Harker echa un vistazo a la barbarie y al instinto animal refrenado por la cultura victoriana al cruzar la frontera de Transilvania y hospedarse en el castillo del Conde Drácula. Otro doctor literario, Frankenstein, desafió las fronteras divinas al querer dar vida a su monstruo, Mary Shelly la creadora del creador, usa como recurso un diario para dar cuenta de la historia. ¿En dónde escriben los jóvenes de hoy? ¿Escriben? El desfase entre la generación digital o Net Generation (alumnos) y la generación de inmigrantes (profesores), ha provocado una falta de entendimiento, una brecha que fomenta el mito de que los primeros no leen ni ejercita la escritura creativa. El propósito de este trabajo es probar que los cambios tecnológicos en el ámbito de la comunicación e información, han cambiado el espacio textual, del papel a la pantalla (computadora, Internet, celular). Este cambio, genera una ruptura entre las dos generaciones aludidas complicando el proceso de enseñanza/ aprendizaje y, particularmente, en el fomento de la lectura y la escritura literaria o creativa. El profesor supone que el alumno no es capaz de leer ni de producir textos, ya que no lo hace en los soportes convencionales. Por su parte el alumno se involucra constantemente en foros cibernético, crea blogs y envía miles de mensajes de texto al día. Se puede afirmar, incluso, que se trata de una generación más textual que la nuestra; sin embargo, y dada la poca participación o apertura del profesor hacia las nuevas plataformas (al mirarlas como un rival para mantener la atención del alumno) asumen la falsedad de que tratan con una generación iletrada. Es evidente que, aventajado por sus alumnos en terrenos tecnológicos, para el maestro es difícil asumir una actitud receptiva que cambiaría de fondo la relación de poder entre alumno/maestro. Un nuevo modelo comunicativo supone mayor retroalimentación y confrontaría a los emisores dentro de un nivel jerárquico mucho más equitativo y democrático. El profesor debe entender que el alumno aprende y conoce mejor los nuevos soportes tecnológicos y que si quiere educar tendrá que estar dispuesto a ser educado. Depositario del conocimiento tradicional y teórico de su materia, el maestro, conoce mejor una parte y el alumno la otra. Actualmente el alumno se conforma con aprobar la materia y el maestro con lamentar las limitadas capacidades en sus alumnos. En este atroz malentendido, formamos, en efecto, ciudadanos menos analíticos, menos críticos y que están perdiendo cualidades gramaticales y variedad léxica, logros de muchos años de desarrollo antropológico. Más allá de la escritura creativa, que es germen de la literatura y de las futuras obras de arte literario, el peligro de romper con la riqueza de la tradición cultural repercutiría en un retroceso, un ejemplo de esto es que la transformación del lenguaje hoy en día obedece más a la inmediatez del soporte (contracciones, alteraciones gramaticales por cuestiones fonéticas, adopción de vocablos extranjeros, etc.) que a necesidades de fondo, lo que resulta en un grave empobrecimiento léxico- semántico. No se trata de condenar el uso de emoticones y de no entender que este dialecto inventado por los jóvenes no pueda ser considerado como una manifestación de identidad y por tanto, representa la riqueza histórica de un grupo que plasma en ella su estilo de vida, sino de aportar las alternativas suficientes para que los jóvenes sepan distinguir y optar entre la variedad que el lenguaje ofrece. Del mismo modo, la “discutible” supremacía de la imagen sobre la textualidad es consecuencia del analfabetismo funcional del que son víctimas las nuevas generaciones. Otro ejemplo del peligro de la información sin formación, son las múltiples adjudicaciones erróneas o tergiversaciones de textos canónicos que sirven de sustento para envíos de mail. Este fenómeno es ampliamente estudiado por el Doctor Rafael Olea Franco, investigador del Colegio de México de quien trascribo el siguiente párrafo que abre con una cita a Borges: “Clásico es aquel libro que una nación o un grupo de naciones o el largo tiempo han decidido leer como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término”. Pese a la certeza de esta hiperbólica definición, hay un rasgo del carácter clásico de un escritor que no siempre implica un valor positivo: la gloria, a la cual Pierre Menard, el exótico personaje borgeano, juzgó como la peor de todas las incomprensiones. El propio autor argentino, otro clásico hispanoamericano, sufrió esa incomprensión inherente a la gloria, pues se le atribuyeron textos que no son de su autoría, como sucede con el tristemente famoso seudopoema “Instantes”. García Márquez ha sido víctima de la misma clase de tergiversaciones, según hemos constatado los lectores al recibir a partir de 1999, sobre todo por medio de la red electrónica, su supuesta carta de despedida, acompañada de este melodramático mensaje: “Gabriel García Márquez se retira de la vida pública. Padece un cáncer linfático. Ésta es su despedida”. Su falsa carta de adiós, anunciada con el pomposo título “Se despide un genio”, posee el mismo fallido tono admonitorio del yo lírico de “Instantes” … el falso texto de García Márquez recurre a una poco convincente invocación a Dios para proclamar las ideas más triviales, mediante expresiones directas sin valor literario. Vale recordar aquel dictum sobre una mentira repetida que termina por ser considerada verdad. Los jóvenes confunden géneros, calidades y tradiciones, y si bien esto puede ser motivo de nuevas creaciones, al no ser deliberado es más bien un perjuicio, no es lo mismo romper las reglas para transformar que no conocer regla alguna. Las diferencias entre la generación digital y la de inmigrantes, representan capacidades e impedimentos distintos en los procesos cognitivos, mismos que estamos obligados a resolver en pro de una nueva generación que logre amalgamar, eficientemente, los talentos de ambas. En ese sentido, y como un primer paso, el uso de blogs para fomentar la lectura de recreación y la escritura creativa, nos puede servir para constatar la alta participación de los jóvenes en un proyecto que se adscribe a las necesidades de su generación. Este soporte funde audio, video (imagen) y escritura, es rápido, accesible y representa acceso inmediato a la información; fomenta el trabajo en equipo la interacción y el hipertexto. Los procesos lineales como la reflexión, depuración y jerarquización de la información junto con la tradición cultural, deben ser regulados por el profesor. No se trata de saber más, sino de saber mejor. Hay que reconstruir la relación y, sobretodo, aceptar que la nueva biblioteca es Internet y el nuevo cuaderno es el blog. El reto es: ¿Cómo conservar siglos de avances en la escritura y gramática y preservar las obras de arte literario? ¿Cuáles vale la pena salvar, cuáles no? El reto es regular sin controlar. Fomentar la postura crítica que sólo se logra ante la comparación y el conocimiento histórico. ¿Hasta dónde deben interactuar la biblioteca de papel y la Internet, cómo establecer una nueva y verdadera relación interactiva entre ambas? El salón de clases se ha vuelto ubicuo: virtual y presencial. ¿Cómo se construye la nueva relación alumno-maestro? ¿El maestro es necesario o debe desaparecer? El epígrafe de Saramago que empleo como tarjeta de presentación, para este esbozo, tiene la función de abrir el debate. El reconocido escritor afirma que no se puede llorar sobre una computadora, a lo que yo respondería que se puede llorar, y mucho, sobre su teclado: miércoles 3 de octubre de 2007 Historia de un Adios Cuando llega el momento de partir, hay lagrimas y despedidas, momentos y recuerdos que se graban en el corazón y en el alma, una vez fuera, no hay sol ni tiempo, solo soledad y tristeza, aunque se que nos encontraremos en la eternidad. La cita anterior, la pego tal como aparece en uno de los blogs que mis alumnos y yo administramos, es de Miguel Ruiz, joven de 18 años, más allá de discutir las cualidades artísticas de su estrofa o señalar las faltas ortográficas, las palabras de Miguel nos demuestra que, aunque no podemos constatar sus lágrimas, decidió transcribirlas para compartir con sus lectores. La inscripción es una forma de registro, es un acto social indispensable, puede ser material o ideal y esta presente en el rito, el documento y las manifestaciones artísticas. El registro involucra al menos dos sujetos, quien plasma y quien interpreta. La belleza estética es la capacidad de provocar emociones. En lo personal me llena de entusiasmo que Miguel haya decidido libremente escribir sus lágrimas en el espacio de una pantalla ubicua.