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Autora: Regina Freyman

Patriotismo, mucho más que una avenida


El azar me llevó a nacer en México en el mes de septiembre. No por ello me creo más patriota ni mejor mexicana, pero resulta que uno se hace sus historias acomodando de aquí y de allá como quien decora una recámara. El Yo mismo es un mero acomodo, así uno va tomando mitos e historias ajenas para decorar el rostro del destino, o la huella digital de la memoria.

Soy mexicana, descubrí un día que mi papá nos levantó súbitamente, a mis hermanos y a mí de la cama, al son de una melodía que llamó himno y que desde entonces se volvió, no solo familiar, sino entrañable; un retumbar que no sólo cimbraba el centro de la tierra, sino que removía la sangre para sentir la carga de tiempos, vicios y festejos compartidos. Nací en setiembre y festejo el mes entero porque mi país se viste de fiesta por 30 días para conmemorar su independencia ¿y yo, por qué me he de quitar el traje al cabo de un día si todos los palacios de todos los pueblos de la nación siguen de etiqueta?

A mis casi cincuenta años me sigo cuestionando sobre lo que ser mexicana significa.

La pregunta se vuelve complicada en mi época porque los nacionalismos se agotan y las fronteras se derrumban. Lo cierto es que al privilegiar la libertad individual censuramos toda filiación que restrinja nuestro andar. Más libres pero más solos buscamos pertenencia. En el México de hoy hay quienes la encuentran en su duelo por Juan Gabriel o en su ira contra nuestros políticos, marchando para ratificar derechos de género o restringir placeres del sexo. La encuentran mis vecinos del pueblo de San Buenaventura tirando sus pocos ingresos en cohetes cotidianos que ya nadie sabe a quién llaman o a qué santo festejan.

Me pregunto por mi nación en busca de guarida, cuando todos aquí proclaman que sus calles ya no son seguras. Así que rescato palabras previas para llegar al ombligo de la luna. Recupero patriotismo para comprender que es aquello relativo a mis padres, es un término femenino que alude a la tierra de mis ancestros. Nos asociamos cada vez más fácil con otras fronteras, lo hacemos a partir de mil medios y aunque se quieran construir muros hoy la tierra se conecta por el cielo. No creo en defender la soberanía vestidos de charros y comiendo guacamole, no creo que debamos gritar o hacer tragedia para enjuiciar al tirano.

Tampoco creo que la familia nos salve cuando miles de jóvenes desempleados viven en casa de sus padres porque no tienen otra alternativa. No quiero quejarme porque ganamos pocas medallas olímpicas o porque los maestros cobran sin enseñar.

Odio que se hable mal de mi país y me avergüenzo de mis gobernantes mi hija me comenta ¿ ya viste mamá tu carta al presidente es muy leída ¿no te da gusto? Y una parte de mí, la individual no puede negar que sí pero la otra, la que viene de la tierra de mis padres la que no quiere irse nunca de aquí, sabe que no, que me gustaría escribir una misiva distinta, a un presidente como Pepe Mújica que habla de la decencia y rehuye los excesos. Así como quien quiere poner derecha la foto de los padres en el altar del día de muertos porque los padres siempre son casa y están y nos vinculan, porque aunque nos conectemos al mundo por aire siempre se anhelan raíces para encontrar el origen.

Pongan todos atención,

detrás de la raya que estoy trabajando

escuchen lo que ha pasado

éste es mi México adorado:

Reforma adornada o el bar Prim donde brindan mis tías

San Miguel Allénde caminando de noche con mis hijas

San Jerónimo de mis hermanos con barrancas y sin segundos pisos

El mercado de Revolución con mi abuela de tubos en la cabeza

La familia Burrón leída por mi madre,

Tacuba o los volcanes

Las playas de Ixtapa con sus olas de amor, de vida y también de muerte

Los niños de Acapulco moviendo la panza al son de la carcajada y el guiro


Señores, paren la oreja,

les voy a contar del país al que yo quiero

San Ángel de mí tía abuela haciendo cuentos entre calles empedradas

Insurgentes de mi abuelo comprando en Ara los juguetes de los Reyes

Coyoacán de mi otro abuelo alimentando con migajas a los pájaros

Las librerías de viejo o la Gandhi

La pastelería El Globo cuando te regalaban uno


Amigos, no se distraigan,

ahí les va una gran noticia:

Amo a la llorona y sus leyendas

o a la Guadalupana y sus milagros.

Me río con el Vitor o con Pardavé

y aunque no amo el Noa Noa lo bailo

y canto el Huapango de Moncayo.

Adoro los pambazos y las gorditas

al panadero en bicicleta con el pan como sombrero

El aullido del camotero y la flauta del afilador

Y no crea que es albur mi chavo que si se agacha yo le doy todo mi amor

A los ropavejeros cantados por Cri Cri

Los niños ya arruyados en su trono coronados

La quesadillera haciendo bocadillos entre vida y milagro

Los dialectos de Oaxaca, Chiapas

o los emoticones de mis chamacos

Los guías de turista en las pirámides o en Guanajuato

El organillero de Chimalistac donde se perdió Santa

y se casó mi mamá.


Ahora sí quiero pedirles

que escuchen bien lo que digo:


Yo gritaré este 15 por el México que es mío,

desde mi cama o en mi calle,

no soy comparsa político

Ni iracundo distinguido

soy mexicana, dueña de su nación

Me reapropio de mi terruño desde el Whats o el face

y con ustedes comparto este pregón

que escribimos juntas mis tías y primas,

mi amigas y amigos del corazón

Me siento mexicana porque me gusta el clima, porque camino por calles que me cuentan sus historias. Me siento mexicana porque reconozco los las huellas de los pasos que fueron y no quiero seguir pies ajenos. Entiendo los chistes y me sé los nombres, México es su gente y aunque no tengo grandes respuestas sé que no quiero un México enojado.



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