Escribo pronto con el riesgo del desatino para evitar la catástrofe del plagio. En mi vida como espectador televisivo, sólo en dos ocasiones he dudado de lo que veo. Dos ocasiones en que me siento habitante de una realidad alterna, expulsada de la congruencia: cuando dos aviones se clavaron en las torres gemelas; y hoy, que lo miro diminuto, con la quijada trabada, detrás, muy atrás de Donald Trump.
Si algo he detestado es la simplificadísima opinión pública que lo ha juzgado por no leer, cuando el gran número de ellos no leen tampoco; como lectora sé que eso no es justificación y que la lectura es un buen hábito, sin embargo, no era motivo suficiente para descalificarlo. Luego vinieron sus escándalos de la Casa Blanca y el alud de notas rosas en un afán de crítica política fusión con chismes del corazón; de nuevo no hay disculpa, pero no era la excepción. Luego vinieron sus pésimos manejos de imagen, a grados tales de ser el que no entiende que no entiende ¿Terquedad o incompetencia?
Más adelante, la cacería mordaz que se tomó la molestia de resucitar su Tesis para encontrar algo imperdonable pero también común en este país: que su texto incorporaba ideas ajenas, por decir lo menos. La ofensa desmedida como si de un crimen sanguinario se tratara me empalagó. No defiendo lo indefendible, pero no soporto el análisis chato, epidérmico, que lo ha convertido en el monstruo culpable de que hasta las moscas vuelen. Era una hipérbole inmerecida para quien siempre arroja la reforma y esconde la mano. Hubo momentos en que pensé por qué no analizan su fe de bautismo quizás nos percatemos de que no tiene ni perdón de Dios.
Hoy no hace falta analizar más, la cacería terminó, ya no importa si lee o copia, si se persigna o se acongoja. Aceptó cercar nuestro país porque le robaron la palabra, lo posicionaron en segundo plano, pequeño, muy pequeño más ínfimo aún de lo que lo colocan las encuestas, detrás de un Donald Trump que va cayendo también ¿Qué mira usted que los demás no vemos? ¿Acaso como afirma el New Yorker en una trama satírica de mala película, nos quedaremos con Trump para salvar al mundo and the US del ridículo de su existencia?
¿Quién lo salva a usted Señor Presidente? Antes de volver a trabajar comenté que se trataba de un nuevo Santana, 5 minutos después ya no es original, nos ha ido sumando de uno a uno entre las filas de quien no podemos sino lamentar su gestión.
Señor Presidente no sé cuáles sean sus planes a futuro ni qué sepa usted que no sabemos los demás, pero para muchos verlo en la televisión detrás de Donald Trump, mudo en su propio idioma, pactando el muro más lamentable de la historia quedará en el recuerdo como el momento más indigno de cualquier indignatario.
Carta al Presidente