“Enamorarse es crear una religión que tiene un Dios falible”
Jorge Luis Borges.
Comencé a escribir para etcétera hace 15 años y mi primera aportación fue responder la pregunta ¿Estás de acuerdo con la infidelidad? Mi respuesta fue “Sí, tiene un sabor intenso”. Quince años después me hago la misma pregunta y la respuesta cambió. No me arrepiento de nada de lo escrito en esa ocasión, sin embargo, mi historia hoy me lleva a responder una nueva pregunta: ¿Estás de acuerdo con la fidelidad? Y respondo con un nuevo título en la misma revista, “Sí, tiene un sabor eterno”. Quiero advertir que siendo fiel a mis palabras recorro todo lo que antes he escrito del tema de la fidelidad y el amor.
Cuando escribí el primer texto tenía 33 años y estaba ca-sada, hoy tengo 48 y estoy separada y muy enamorada. Para los expertos en estudios sobre el sentimiento amoroso existen dos estados de conciencia: uno es la ansiedad y el otro es el amor. Se toma al amor como un estado de paz y armonía mental (Geoffrey Warburton). Podrá ser exagerado estirar este sentimiento pero a mí me complace porque supongo que el amor es una actitud que se logra con los años y las experiencias, una virtud que implica la autoaceptación, la conformidad con un otro que siempre será ajeno, pero antes que nada el entendimiento de que la vida no se ciñe a los propios caprichos y que ser feliz se satisface en lo que hay y no en lo que falta. Se ama, se vive y se siente en el presente, no por eso no se aprecia el pasado o se prevé el futuro.
Por otro lado diré que me gusta ir contra corriente y cuando me decanté en favor de la infidelidad el pronunciamiento causaba cierto escándalo, pero hoy ya no es así, informa el periódico Milenio que somos el primer país en infidelidades femeninas según AshleyMadison.com con un 44% de infieles confesas cuando la escala mundial es del 33%. Así que hoy lo que causa ámpula es decir que se quiere ser fiel en tiempos líquidos como diría Zigmut Bauman.
La palabra fidelidad viene de fe, lealtad, cumplida adhesión, observancia de la fe que uno debe a otro, verdad, sin-ceridad, constancia en los afectos y en el cumplimiento de sus obligaciones; denota a aquel que cumple sus promesas y por ello es digno de confianza. Muy reaccionario en un mundo de desconfiados. ¡Me gusta!
En The Philosoohy of Loyalty Josiah Royce afirma que la fidelidad es la consagración consciente, práctica y completa de una persona a otra persona o causa, es un principio ético por el cual todas las virtudes son formas de la lealtad a la lealtad, la voluntad de creer en algo eterno y expresarlo en la vida práctica. Para Karl Jaspers se trata de una de las formas en las que se realiza la historicidad de la existencia del ser humano, la fuerza de una decisión absoluta de una conciencia que se pone un fundamento a sí misma en una identificación consigo misma. Es vivir dentro del reconocimiento de lo permanente y de lo durable, un acto privilegiado de elegir la fe en lugar del desconcierto.
André Comte Sponville en su Pequeño tratado de las grandes virtudes dice que toda lealtad verdadera, toda dignidad humana supone la memoria, somos memoria y consciencia de futuro; por tanto el hombre sólo es humano gracias a la fidelidad que no es un valor más, sino la virtud que hace posibles a todos los demás: “¿Qué sería de la justicia sin la fidelidad de los justos? ¿De la paz sin la fidelidad de los pacíficos? ¿De la libertad sin la fidelidad de los espíritus libres? ¿Y qué valor tendría la verdad sin la fidelidad de los sinceros?” Prosigue en que debemos elegir una fidelidad amante y voluntaria por una causa justa, por una institución admirable o por un ser humano decente. Montaigne pensaba que la fidelidad era el verdadero fundamento de la identidad personal.