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Regina Freyman

Cerebro iluso: 2

En el artículo anterior afirmamos que, como diría Sartre, somos una historia de nuestro destino pero habrá que estar alertas pues somos también expertos en el autoengaño. Y hay de engaños a engaños, unos nos ayudan a embellecer la historia y a sentirnos felices y otros nublan la vista y nos hacen daño. Decíamos que nuestra mente está dotada de un conjunto de herramientas o trucos que hacen la vida más fácil de comprender, que crean escenarios que terminan por convertirse en la historia de nuestra vida. A ellos los llamamos sesgo, ilusión, efecto, falacia: expresiones usadas para describir alteraciones en la mente que son moderadamente difíciles de eliminar y que llevan a una distorsión de la percepción distorsión cognitiva, a un juicio impreciso. A diferencia de los prejuicios que funcionan mediante el apasionamiento subjetivo consciente, mientras que un sesgo cognitivo es un fenómeno psicológico principalmente involuntario que modifica el procesamiento de la información, es una tendencia y comportamiento inconsciente que nos condiciona al intentar analizar la realidad y que generalmente deriva de un aspecto evolutivo de la mente. Una forma de error en el sistema que resulta de algún bien necesario o una deficiencia que no ha logrado erradicar.

Retomemos nuestro recorrido por estas ilusiones narrativas:

Ignorancia pluralista. Es la creencia errónea de que el grupo mayoritario está actuando de una manera que coincide con la filosofía general, y que nosotros representamos a la minoría que sienten o piensa de manera diferente; en realidad es probable que la mayoría estemos de acuerdo en nuestro fuero interno, pero cambiar la tradición es lento y complicado. Tememos ser diferentes y por tanto callamos. El resultado es la perpetuación de una norma que nadie, de hecho, valida. “Es el sesgo conservador”.

Ilusión de la intensión asimétrica. Es sublime pensar que celebramos la diversidad y respetamos los puntos de vista de los otros. En realidad nos impulsa la tendencia a crear y formar grupos entre personas que piensan como nosotros, que disfrutan de los mismos chistes, respetan las mismas normas, valores, etcétera, para, junto con ellos, descalificar a los grupos opositores. La ilusión de una visión asimétrica hace que parezca que nosotros conocemos mejor a los otros de lo que ellos nos conocen, tendemos a creer que los conocemos mejor de lo que ellos se conocen a sí mismos. Investigadores explican que esto podría ser la forma en la que llegamos a creer que nuestros pensamientos y percepciones son verdaderos, exactos y correctos, por lo tanto, si alguien ve las cosas de forma diferente a nosotros y no está de acuerdo con nuestras ideas, el resultado es que los creemos víctimas de un sesgo, una mala influencia o un defecto.

Cognición investida. La ropa es una de las diferencias más obvias entre nosotros y nuestros primos primates, tanto las armas, como las herramientas y la ropa son de las primeras formas de arte y uno de los primeros elementos que se materializaron como representaciones físicas del mundo interno y oculto de la mente humana. Nuestro estado físico se traduce en palabras, y esas palabras incluyen una cascada de asociaciones. Si sostenemos una conversación mientras tenemos sensación de calor o frío, esta sensación puede influir en cómo describimos y percibimos a la persona con la que conversamos. En equipos deportivos la cognición investida hace que se actúe más agresivamente cuando los jugadores visten uniformes negros. La ropa puede alterar actitudes y comportamientos.

Desindividuación. Parece increíble pero, ante determinadas condiciones somos propensos a perder nuestro control individual y ser absorbidos por la multitud. El poder del anonimato se magnifica en presencia de otros y somos propensos a la trasgresión. La misma fuerza que influye en la gente para la conducta antisocial también promueve conductas prosociales. Los pueblos que olvidan el sentido de sí mismos y trabajan juntos para salvar una vida o ante una catástrofe, muestran que la desindividuación es una fuerza humana de solidaridad.



Falacia del costo hundido. Creemos que nuestra toma de decisiones es racional, que se basa en el valor futuro de los objetos, las inversiones y las experiencias. Pero la verdad es que las emociones lo contaminan todo. Cuanto más tiempo y esfuerzo hemos dedicado a una persona o actividad, tendemos a sobrevalorarla.

Los científicos han descubierto que los organismos que tradicionalmente se empeñaban más en evitar amenazas que en maximizar oportunidades eran más propensos a transmitir sus genes. Con el tiempo, la perspectiva de pérdidas se ha convertido en un motivador más poderoso en nuestro comportamiento que la promesa de ganancias. Como seres emocionales, sentimos aversión a la pérdida. Siempre que nos aferramos al pasado para tomar decisiones sobre el futuro, corremos el riesgo de ser atrapado por esta falacia. Farm- Ville es un buen ejemplo

Efecto de sobrejustificación. La teoría de la autopercepción dice que observamos nuestro propio comportamiento y luego inventamos una historia para explicarlo. Las motivaciones para mejorar los recuerdos: el dominio, la autonomía, y el propósito. Cada tipo de recompensa ya sea intrínseca o extrínseca, ayuda a determinar la configuración de su propia narrativa, que podríamos simplificar metafóricamente en motivaciones del mercado o del corazón. Las recompensas extrínsecas pueden robar su narrativa a las intrínsecas ya que son fáciles de distinguir y otorgan una satisfacción más inmediata, así que muchas veces tendemos a “justificar” cualquier ganancia inmerecida con una narrativa que mitiga cualquier actividad “inmoral”. Sin embargo muchos estudios sugieren que las recompensas no tienen el poder de motivación a menos que te hagan sentir competente, es decir, a la larga, no valoramos adecuadamente las ganancias gratuitas.

Sesgo de automejora. Creemos establecer metas alcanzables basados en una evaluación realista de nuestras fortalezas y debilidades. Pero la verdad es que protegemos una actitud poco realistas sobre nuestras capacidades para mantenernos sanos y evitar la desesperación. Somos criaturas con un sentido de nosotros mismo, y un deseo de mejora constante, para alcanzar esa meta, necesitamos, primero, satisfacer las necesidades biológicas, la meta última es, luego,convertirnos en la mejor versión posible de nosotros mismos, eso que los terapeutas llaman autorealización. La incongruencia consiste en la brecha entre cómo te ves y cómo eres; cuanto más nos movemos hacia la congruencia, más felices somos. La idea de que la gente sería más feliz si mantuviera un constante estado de realismo es un hermoso sentimiento, pero el bienestar proviene de la capacidad de articular una historia congruente aunque no necesariamente muy realista. Ante situaciones de estrés o enfermedad terminal o un trabajo sumamente demandante, o quizás una tragedia inesperada, el ser recurre al optimismo y a la ilusión. Ser persona es ser irracionalmente positivo sobre nuestra capacidad de comprender y poder cambiar el mundo que nos rodea. Mantenemos nuestra alegría bajo el hechizo de tres ilusiones positivas:

  • El sesgo de superioridad ilusoria

  • Una visión poco realista y positiva de nosotros mismos

  • La ilusión de control



El sesgo de confirmación. Es la tendencia a notar y recordar aquella información y acontecimientos que coinciden con nuestras expectativas y confirman nuestras creencias.

El sesgo de autoservicio hace difícil reconocer la ayuda de los demás, o de la suerte, o las ventaja inmerecidas. La causa de este mal necesario es que en los últimos millones de años, los primates que sobrevivieron el tiempo suficiente para convertirse en abuelos fueron los que no se rendían cuando se perdían las esperanza, los que eran capaces de contarse mejores historias

Este sesgo ha mutado en el narcisismo. Desde mediados de los ochenta, las tasas de narcisismo en Estados Unidos han aumentado al mismo ritmo que la obesidad. En 2006, uno de cada cuatro estudiantes universitarios de Estados Unidos fueron considerados víctimas. Se trata de una tendencia de sobrevaloración personal y por tanto, de menosprecio al peligro de los riesgos, que nos lleva por el camino de desentendernos de los otros, nos vuelve más materialistas y obsesionados con el placer.

Las personas que son interdependientes normalmente no dicen que son mejores que otros y sentirían repulsión si el narcismo o el egocentrismo flotaran sobre sus cabezas.


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