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Regina Freyman

Mis alergias contra el día de la mujer



Muy impopular es mi desacuerdo sobre otorgar días a todo, y lo es aún menos proliferar que me cae gordo el día de la mujer, o que se haya puesto de moda llamar “Guerreras” a las mujeres que pasan por un divorcio, un despido y hasta el matrimonio de un hija. Me siento como en canción de Lupita Dalessio. No niego por ello que existen razones para defendernos y que las hubo y las hay en ciertos sectores. Sin embargo hoy percibo que la soledad masculina, la de los viejos, la de los niños, el maltrato de los frágiles en general escabulle al sexo, a la condición social o a los regionalismos. El olvido y la indiferencia son pestes que nos rondan sin reparo, plagas ciegas que se instalan más allá del traje Zaga o Zegna.

Me dan alergia las madres helicóptero que chantajean a los hijos para obtener el título de madres abnegadas. Matronas que se aposentan al centro del árbol genealógico con un manto de sacrifico y cobran desde “La vida que te di” “Hasta la sopita de pasta que te hice con tanto amor y que no te terminaste”. Expertas en manipulación que “no duermen si no les llaman, que experimentan premoniciones de horror si no te comes la verdura o te tomas el antibiótico a la hora. Expertas en espionaje que olisquean la ropa o el aliento; que descifran claves de redes sociales o de cajas fuertes, que ostentan ojeras y arrugas como cicatrices de guerra de una crianza que ellas eligieron.

Aquellas que esperan tras el “nido vacío” las bodas de los niños para tomar las riendas del evento, decidir desde el vals y hasta las flores; las que les llaman bebé o papito a sus maridos y los tratan como niños y los ridiculizan en público, para mostrarse sumisas pero sagaces, “No Papito, hoy no te pusiste desodorante, ay pobre es que si yo no le recuerdo..”


Me dan nauseas los reclamos de tipo Mocedades “él robó mi juventud”; o los revanchismos a lo Paquita “Rata de dos patas” y es que no tolero que se vista de victimismo a la violencia; esa agresión pasiva que perfora el cráneo por su persistencia; la que se esconde en llantos y silencios en miradas que cruzan el corredor o patadas bajo la mesa. Me aterran las mujeres que cuantifican sus servicios cuando el amor se ha ido. Las que quieren mitigar la ausencia “encuerando al otro” “por que me debe”; “porque me engañó y abusó de mí”. Las que se sienten abusadas por un piropo o una mirada, las que quieren ser tratadas de iguales pero no toleran una mala palabra o que no les abran la puerta.

En lo personal brindo todos los días por las mujeres que son y dejan ser; que corren el riesgo de amar y hacerse responsables; que tienen hijos por el seductor placer de dar vida para dejarla libre, como se deja ir cada suspiro que nos recuerda que nada es permanente. Las que no exigen fidelidad porque saben que los compromisos amorosos son un esfuerzo cotidiano y compartido, lo contrario absoluto de los contratos.

Las que respetan al otro sin importar género, tendencia ideológica o código postal. Entienden que dignidad es una palabra de pocas sílabas pero de largo alcance, que no tiene marca de fábrica, que limpian sus desvaríos y ajustan sus propios calendarios. Aquellas que saben que su historia es única y propia que no tienen hijos medallas o maridos trofeos.


Seres humildes que viven su vida sin presumir sus logros, las que encuentran su sitio y su valía sin que todos las aplaudan. Que permiten que los otros habiten su error y respetan sin querer ser las madres que todo lo enmiendan. Mujeres que saben ser compañeras respetuosas que hoy entienden que si las mujeres ganan menos en Hollywood o les cuesta más trabajo ascender a diputadas, esperan que sus actos sean tan poderosos que acaben por ganarle a las cuotas y que esperan que muy pronto haya un día de la dignidad que nos incluya a todos. Mujeres que no suponen que un feminicidio es más grave que un masculinicidio porque el valor de la vida no se enreda en genitales. Me gusta ser mujer y lo celebro con besos y canciones, con el abrazo de mis hijas, sin aspavientos ni altarcitos, nunca he querido ser virginal, ni madrecita mexicana. Quiero ser liberada de toda esa parafernalia. No soy mejor que los hombres con los que he estado, me siento feliz de tener hijas que pagan sus propios errores y que me invitan a mirar mas no a intervenir. Me gusta trabajar por un salario que me gano como el policía o el director.

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