Sabe que me gusta contar y, benévolo, me pide que lo haga. No dudo que lo disfrute pero yo lo hago aún más. También me gusta oírlo con sus cuentos y recuerdos, con el mismo afán con el que se escucha el rumor del mar. Hoy justamente me pidió que le contara mitos de mar, explicaciones audaces de su origen. Pensé al comenzar, que toda historia de amor también se configura en mitos porque hacemos de los sucesos que la integran eventos magníficos, él es mi mar, no dudo en contármelo así, hiperbólico, una gran ola que me arrastra por diversos sentimientos como las variantes de la marea. Con la ternura de un mar calmo comencé a contar:
--Primero habría que comentar que el mar es un símbolo de origen en todas las cultura, seguramente la intuición nos ha llevado a saber que de ahí salió la vida. –le digo mientras acaricio su cabeza, a veces no sé si el estímulo enciende mis pasiones o cautiva mis ternuras. Lo cierto es que lo sigo viendo como a un niño que requiere afecto, tal vez por que soy yo quien necesita darlo, lo siento tierno, ingenuo a pesar de que me lleva más de una década; otras veces lo siento grande, soy yo la niña que mira a un gigante. Marea que sube o baja pero al oírlo es siempre el atardecer y sus palabras caen en mí como se sumerge el sol y me preña de alegría
—Es símbolo de la dinámica de la vida, de él todo sale y a él todo vuelve. Los dioses nórdicos llegan a través de él y también por él se van a otro mundo. Es por eso que el mago Merlín es un ser de mar. Para los místicos el mar es el corazón humano en hogar de las pasiones.
Pensé que me había secado, con el tiempo llegué a creer que era capaz de deseos y placeres mas no de amor, humedad fértil. Tal vez por eso me tiene tan conmovida. Se dibujó solitario, un caracol enroscado en sí mismo. No es así, es generoso, cálido como mar caribe, simple como el vaivén de un velero que se entrega dócil al viento. Pero me reta, como hacen las rocas a quien nada confiado, me impone desafíos para que yo misma me conozca, me regala algo de leña y cuerdas, sin decir más me implica que debo construir mi embarcación, el hace la propia y me sigue para mostrarme que yo puedo y que él está.
Es como el océano, pues su indeterminación me hace pensar que siempre estuvo y que siempre lo amaré.
—Para los Hindús—continúo mientras se recuesta en mi pecho— es el lecho de Vishnú. La mar es también las aguas donde aletea el espíritu divino que harán brota el huevo original, inicio del mundo, el cascarón de arriba será el cielo, el inferior la tierra y en el centro queda el sol brillante. Para los egipcios la tierra y la vida son paridas por el mar; y los mayas creían que en el origen, solo existían los dioses en un estado latente sobre el mar inmóvil.
Sabe que mis cuentos favoritos son los griegos y pregunta como lo hace un ave pequeña para que su madre lo alimente, sabe de sobra que hará brotar mis palabras al tiempo que mis manos siguen por la ruta de su espalda.
—La culpable de toda vida es Gea— Quizás advierto presuntuosa como heredera de lo femenino —Claro, aunque podemos pensar que antes que nada estaba el Caos, un profundo vacío, un abismo, un agujero negro, oscuridad absoluta y desordenada. Como un milagro brota Gea, matriz original de donde saldra la vida. Inspirada por Eros (Amor), hijo también de todo principio, dio a luz a Urano (el Cielo), un suspiro inspirado por amor lo formó y aderezó de estrellas. Entre Gea y Urano no hay espacio ni vacío, estan abrazados como amantes, primero les nacieron los Titanes y luego Océano. Éste último era un gran río que abrazaba a su madre Gea, río que fluye en hacia delante y hacia atrás, es límite de tierra y padre de todos los ríos, mares pozos y manantiales. El mar era calmo y cuando Crono castró a su padre, lanzó sus testículos al mar y de ellos surgió el oleaje y la espuma. Su salobridad proviene de las lágrimas de sirenas que aman y devoran a los hombres.
Me fundo con él mientras hablamos, la familiaridad es tal que el tacto, el olfato y todos los sentidos me devuelven a mí misma, parece que su cuerpo y su aliento me fueran propios, son Ítaca que por fin me da la bienvenida.
El mar ha sido una zona de interjección entre el cielo y la tierra, en ella, los dioses y los hombres se dan cita, origen de la vida y sustento humano, vías de pesca y relaciones comerciales.
Le quiero hablar de Poseidón, dueño del mar porque en muchos momentos su talante me lo recuerda: generoso cuando es alegre, replegado y un tanto violento ante el mal tiempo.
--Con la victoria de los Olímpicos ante Cronos, dirigidos por Zeus, se procedió a repartir el Universo entre tres hermanos: a Zeus le correspondió el cielo, a Poseidón el mar y a Hades el mundo subterráneo. Poseidón es un antiguo dios que llego%u0301 a Grecia desde los pueblos indoeuropeos; la etimología de su nombre hace alusión a su carácter de “esposo de la tierra”, originariamente, era dios de los caballos, dios de los terremotos que provoca con las pezuñas de sus corceles, podía desencadenar la tempestad y la tormenta en el mar, y con un golpe de su tridente hacia brotar agua en cualquier suelo. Sus caballos dejaron de serlo de tierra para ser equinos acuáticos con crines de espuma. Su mascota es el delfín (ya sé que a ti te gustan más las ballenas) símbolo de la calma marina. Como a ti, también le gustaban los árboles y su su árbol sagrado era el pino, cuenta la tradición que las embarcaciones hechas de pino son las que respeta la resaca, la tormenta y el torbellino.
En un intento por recordar me voy a los bosques y bajo al mar, él me los ha regalando aun cuando no tenga título de propiedad. Una tarde me hizo un collar de playas que me pongo para salir a caminar.
--Cuando Poseidón se proclamó dios primordial en Grecia, se le adjudicó una de las gestas deportivas (rituales de carácter religioso): los Olímpicos eran en honor de Zeus, los Pi%u0301ticos, para Apolo y los Ístmicos eran dedicados a Poseidón. El istmo de Corinto, era la sede. De ahí era oriundo el héroe Palemón, que fue salvado por un delfín del delirio de su madre, quien despechada se arrojó al mar con el niño en brazos.
Poco a poco las caricias nos acercan y siento como los dioses primeros que no hay espacio entre los dos, fundidos, nuestras manos son embarcaciones mística, que surcan nuestras aguas. De aquí surgí y aquí me quedaré, me digo muda cuando mis palabras y mis pensamientos se sumergen en agua cálida.
Referencias:
Chevalier , Jean y Alain Gheerbrant. Diccionario de los símbolos
Fernández-Galiano y Raquel López Melero. Emilio y Diccionario de la mitología clásica tomo 2
Ferry, Luc . La sabiduría de los mitos: Aprender a vivir 2.
GRIMAL, P., Diccionario de Mitología griega y romana, Barcelona, 1974.