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Historias felices

  • Regina Freyman
  • 6 nov. 2013
  • 5 Min. de lectura

“Cada noche me cuento una historia que me permite seguir despierta”

Boris Cyrulnik La maravilla del dolor.

En busca de la felicidad fue que comencé a dar clases hace ya 12 años, en busca de la felicidad leí a muchos filósofos para encontrar ese unicornio, en busca de la felicidad di con la Psicología positiva y leí a Martin Seligman y a Tal Ben Shahar y en busca de la felicidad fue que acudí al Foro Internacional de Ciencias de la Felicidad o oír a estos señores, el pasado 16 de octubre.


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Desde que somos muy pequeños nos cuentan historias, es porque nos seducen, sin advertir que nosotros mismos vamos escribiendo la propia, siempre con el propósito de encontrar el final feliz. Los griegos clásicos nos dirían que uno no puede determinar su propia historia y son los otros quienes a nuestra muerte, es decir al final, determinarán si hemos vivido una vida digna de contarse, en otras palabras “feliz”. Al hombre moderno nos obsesiona la felicidad, esto es quizás el síntoma de una época que ha logrado alargar la expectativa de vida y mejores condiciones para que la mayoría de los habitantes del planeta sea satisfactoria, lo que no exime que la injusticia, el dolor y muchas pestes más, nos acechen aún.

En mi caso, me acercó a la felicidad a partir de las historias, me considero la contadora de muchas, por eso que soy maestra, descubro en mi labor que puedo enseñar Cine o Literatura pero que al fin y al cabo lo más importante son que las historias de mis alumnos, de mis compañeros de trabajo y la mía propia se alimentan, se influyen y validan. La educación emocional es algo de lo que carecemos y vamos por ahí con nuestra precaria historia buscando afanosos ese intangible que se llama felicidad pero ¿Existe? La mayoría de los filosofos dirían que no, los absolutos son utopías que se despliegan para mostrarnos caminos para transitar porque el verdedero destino es transitar el camino con una historia única que obedece a la libertad, el deseo y los afectos de quien escribe.

En busca de la felicidad fue que encontré la psicología positiva, una propuesta vanguardista que combina con pericia los descubrimientos de la neurociencia que, nos dice que tenemos un cerebro narrativo, que la felicidad, o al menos el placer, se puede registrar mediante las sustancias que el cerebro segrega. Ésta propuesta, incluye conceptos de filosiofía desde Aristóteles hasta Nietszche; conceptos psicológicos como el estado de flow, fluir en español, de Mihalyi Csikszentmihalyi, la búqueda de sentido de la logoterapia de Victor Frankl o la resiliencia de Boris Cyrulnik. Detrás del acrónimo PERMA que crea el padre de la psicología positiva Martin Seligman, hay muchas mentes y un gran concepto: ¿si durante años se estudió la patología, por qué no estudiar al hombre feliz en busca de respuestas? Esta fue la pregunta que se hizo Seligman cuando era presidente de la American Psychology Assosiation. Pensamientos y emociones positivas. Compromiso con el instante (flow). Sentido de vida o propósito. Relaciones afectivas. Sensación de logro, en eso se descompone PERMA.

Me encontré también, en mi exploración, a Tal Ben Shahar. Elige la vida que quieres: 101 maneras de crear tu propio camino a la felicidad fue el libro que leí. Me identifiqué con él, es maestro universitario y da clases de Felicidad a sus alumnos. Apelando al título de su libro lo más importante es enseñar que cada camino es único, personal y posible. Hubo dos conceptos que me gustaron para incorporar a mi propia historia: el de optimalismo como contrarespuesta al abrumador y petrificante perfeccionismo y el compromiso laboral como un llamado (lo que recuerda a los llamados que reciben los héroes) más que como un trabajo agobiante.

Para Tal, ser perfeccionista no consolida nada, es el miedo a equivocarse, a no lograr el ideal perfecto que se ha impuesto, lo que conduce al perfeccionista a la inmovilidad, mientras el optimalista es un ser que busca hacer más con aquello que tiene. Es decir, con sus talentos y recursos, es un personaje dispuesto a actuar, a correr riesgos, por tanto es un innovador, el perfeccionista es temeroso y tiene miedo de probar nuevos caminos.

Por otra parte, la percepción del trabajo, nos dice, puede comprometernos de tres modos: como un trabajo del que esperamos remuneración, que se presenta pesado y obligatorio, que no nos ilusiona y cuya única recompensa son los periodos vacacionales; como una carrera o profesión que busca el éxito económico, la competencia constante y la promoción, el prestigio y el poder; como vocación o llamado que se alimenta de la actividad misma porque ama su labor, de la congruencia con la misma persona y sus aspiraciones, que siente que cada día colabora para hacer de este mundo algo mejor.

Pero debo confesar que la participación de Seligman me aterró, todo aquello que se eleva a sistema, me causa suspicacias, el atentado que suene a dogmatismo me pone la piel de gallina y a pesar de que mucho de lo que he leído de esta nueva corriente me provoca admiración, hubo un punto en que me sentí atrapada en el Mundo Feliz de Huxley: fue el instante en que el ex presidente de la American Pschyology Asosiation dijo que colaboraba con dos mandatarios: el Primer Ministro británico y el Presidente Obama; que el ejercito Norteamericano estaba siendo trartado en esta nueva forma de terapia y que tenía acceso a todos los estados de Facebook y Twitter. Antes elaboró con su equipo un diccionario de todos los términos que dennotan felicidad y se ha dado a la tarea de clasificar a partir de los estados y post la felicidad de los usuarios, con ello hizo listas de la felicidad por profesiones. Antes ya tenía una página de Internet que se llama authentichappines.org donde de forma voluntaria todo habitante del planeta podía medir su felicidad gratuitamente y el doctor creo con ellos una enorme base de datos para medir la felicidad por naciones.

Lo segundo me parece bien, la colaboración voluntaria es una cosa pero la forma en que hoy se entrometen en los espacios personales, ya sea porque nuestra inocencia nos ha llevado a desconocer o reconocer que los sitios en red son el ámbito público, que nos desnudamos sin saber que todo lo que pasa en red se queda en la red y para siempre, es una forma de abuso que puede convertirse en una nueva forma de discriminación ¿Seremos obligados a ser felices? El filósofo Pascal Brukner ya nos advertía de esto en su libro Felicidad perpetua: sobre la obligación de ser felices, creo que los aspectos más sublimes de los seres humanos se dan en libertad y de modo espontáneo, me gusta la psicología positiva pero temo que me obliguen y me auditen la sonrisa.

 
 
 

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