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Regina Freyman

Al tiempo

El tiempo pasa y yo con él , o soy el tiempo y él pasa por mí:

“La trama continua, donde nuestro espíritu borda dibujos discontinuos de actos, no es más que la construcción laboriosa y ficticia de nuestro espíritu” dice, Gastón Bachelard.



Para el filósofo Henri Bergson la realidad está en la duración, para Bachelard, en el instante. La duración es un simulacro de la mente que ensarta instantes en un continum para contar su historia.

Este es el tercer ensayo que hago con relación a este fenómeno que es, a todas luces, el estado por el que navega la percepción del yo. Mi ser recurre constante a temas que se conectan entre sí, el tiempo y su noción, el yo, el sentido y la narrativa y, es que cada vez, conforme más leo al respecto, comprendo que el yo es una percepción que escribe, una suerte de biógrafo que ordena en una narrativa temporal, como dice el neurólogo Antonio Damasio, no es un homúnculo sentado como el tonto de la colina mirando desde lo alto, sino el último producto de la conciencia, un proceso que emerge, un escritor o conductor de orquesta que no existe antes de que la actuación comience, pero que en la medida que la sinfonía se desarrolla, aparece, se hace líder del grupo, aunque la actuación misma ha creado al conductor, al yo, y no al revés. El conductor es rodeado por sentimientos y por un cerebro narrativo. El conductor solo desaparece con el sueño, la anestesia, disfunciones cerebrales o la muerte.

Como el yo me conduce, me permito algunas impresiones subjetivas que me llevan a marcar en mi memoria 2012 como un año singular que me enfrentó con la muerte, pero desde luego que también con el amor, ambos tonos han escrito y distinguido el año que quedará como un capítulo memorable en mi historia única, en mi percepción temporal.

El doctor Damasio afirma que lo que permite que el cerebro sea capaz de distinguir al yo como objeto (al cuerpo) y al yo como sujeto (el escritor o biógrafo) y su actuación en el tiempo, son las emociones y los sentimientos que elaboran mapas mentales que se fijan en la memoria y que llamamos recuerdos, esos mapas nos ayudan también a imaginar y prever futuros posibles, así que el yo siente, elabora y reflexiona en presente, pasado y futuro. Como el tema me es muy querido, íntimo y personal, lo abordaré primero con lo que más me gusta, una explicación mítica.

Los griegos concebían dos deidades representantes del tiempo, Cronos, el padre de los dioses olímpicos, el líder y el más joven de la primera generación de Titanes, descendiente de Gea, la tierra, y Urano, el cielo. Se asume como metáfora del tiempo y su devenir porque, al igual que éste, devora aquello que engendra, es decir, a sus hijos, este dios representaba la sucesión temporal, lineal que presupone el cambio de estaciones.

Por otro lado, el propio hijo de Cronos, Kayros, es otra forma de percibir al tiempo, su nombre significa el momento justo, oportuno. Representa un momento intenso, atemporal, que se escapa de la duración que desgasta, un suceso que despierta un estado emocional fuerte, memorable, del mismo modo que la narrativa, el yo escritor que nos habita, tiende a dar cuenta, a la postre, más de este tipo de sucesos que nos marcan, que de lo cotidiano que se desgasta en las cavernas de la memoria. Kayros es la risa oportuna que produce bien. Los psicólogos, le llaman insight, la religión y la literatura epifanía. Instante de claridad y revelación. La etimología de epifanía nos da la clave: “momento milagroso”. Este dios tiene alas en los pies porque pasa de súbito y es calvo como la oportunidad, solo tiene un mechón largo en la frente por lo que es fácil de atrapar cuando se acerca, pero si nos descuidamos, lo perdemos para siempre. (http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=5804)

Todos nuestros cuentos infantiles asumen una actitud hacia el tiempo, sirvan de muestra estos tan populares:

“Los tres cerditos” es una historia sobre la necesidad de prepararse para el futuro.

“El patito feo” es una historia sobre la paciencia y el poder transformador del tiempo.

“Peter Pan” es una historia sobre la magia del presente y un niño que se niega a crecer.

Al no crecer, Peter evita la orientación hacia el futuro necesaria para hacer frente a las demandas y responsabilidades de la edad adulta.

“Cenicienta” se ha contado durante siglos en todo el mundo. La versión de 1950 de Walt Disney insiste en la necesidad de la puntualidad.

Nuestro yo se afirma entre Cronos y Kayros, pero el último pesa más, el primero, podríamos decir, actúa sobre la memoria automática que regula los procesos cotidianos y, el segundo, en la memoria biográfica que ordena nuestros recuerdos y nos da un sentido de pertenencia e identidad. Nuestras actitudes y percepción hacia el tiempo tienen un profundo impacto en el sentido que damos a la vida. El afamado psicólogo Philip Zimbardo, investigador del comportamiento, que fue presidente de la Asociación Norteamericana de Psicología en 2002, célebre por sus trabajos sobre el comportamiento y el mal y del experimento de la cárcel de Stanford que dio origen a la película alemana “El experimento”, hizo reveladores hallazgos con relación al tiempo, que han dado origen a un libro: Time Paradox y a una prueba psicométrica que nos orienta en relación a nuestra personal y muy particular noción sobre el tiempo: http://www.thetimeparadox.com/zimbardotime- perspective-inventory/.

En su libro, Zimbardo, explica que el tiempo es el río por el que navega la consciencia y existen seis actitudes generales hacia él, cada uno de nosotros privilegiamos una forma temporal, eso nos distingue y nos separa, pues aquéllos que viven el presente y buscan el placer del momento no comprenden a los que viven volcados hacia el futuro, siempre haciendo planes para mañana, involucrados en proyectos e indiferentes a la puesta de sol. Sabemos que la vida presenta oportunidades limitadas, optar siempre supone perder y ganar, en general a las personas nos satisfacen más las experiencias que las cosas, por tanto tendemos a recordar y nos son más memorables que las cosas en sí. De lo que deriva que, dado que nuestro yo se especializa en contar historias, es más factible arrepentirnos por aquello que no hicimos que por lo que hicimos, sin importar las consecuencias, somos afectos a coleccionar experiencias. El tiempo nos importa porque somos finitos, es el nombre que designa la medida y el medio en qué vivimos .

El estado emocional, la muy personal percepción temporal y el ritmo de vida de la comunidad en que vivimos, influyen en el modo en que percibimos el tiempo. La transición de medir el tiempo a partir de eventos (como aún se hace en muchas comunidades de nuestro país, donde es más importante la hora de la misa o el tiempo de la cena), en lugar de a partir del reloj (como lo hace el primer mundo donde la puntualidad sintonizada con el reloj es primordial), ha cambiado profundamente a la sociedad, especialmente en las relaciones económicas. Por otro lado, la esperanza de vida ha aumentado en 300% durante los últimos miles de años, de unos 25 años a más de 75; la calidad general de nuestras vidas ha mejorado también. Hace 2 cientos años, el 90% de la población era explotada, mientras hoy el porcentaje es menor a 4%. Por ello avocamos más tiempo en entretenimiento, viajes, pasatiempos y diversiones. Paulatinamente, el tiempo pasó de medirse espacialmente (agua, relojes de sol) a partir de ritos y celebraciones, al reloj. Hoy lo miden computadoras, Ipads y demás gadgets, el reloj se ha vuelto redundante. Para el prospectólogo Jaques Atalli, el hombre poco a poco se va convirtiendo en su propio instrumento temporal, en la medida en que nos volvemos sus esclavos.

En su libro, Zimbardo resalta la importancia del tiempo a partir de los nombres más comunes en inglés:

1. Tiempo

2. persona

3. año

4. manera

5. día

6. cosa

7. hombre

8. mundo

9. vida

10. mano

La palabra “tiempo” se ha convertido en el nombre más popular. De hecho, palabras relacionadas con tiempo ocupan tres de los diez primeros lugares. Una búsqueda en Yahoo para “tiempo” nos arroja más de 7 mil millones de entradas, seguido por 3 mil millones de visitas para “dinero” y menos de mil millones, para “sexo”.

Nos dice el autor que guardamos, protegemos y conservamos nuestros ciclos de pensamiento, tanto como un avaro guarda su dinero. Los psicólogos han acuñado un término para esta tendencia, “avaros cognitivos.” Atesoramos nuestro juicio y las habilidades de toma de decisiones para pensar en la novedad, en lo impredecible y en las peligrosas fuerzas que amenazan nuestras vidas, por ello los eventos de mayor impacto emocional son más memorables y nos sirven para predecir el futuro. Zimbardo cita el estudio de Roberte Levine que publicó bajo el nombre de Una Geografía del Tiempo. En él calculó el ritmo de vida de docenas de ciudades alrededor del mundo. Dice que las ciudades de Europa del Este viven de modo acelerado, con Suiza a la cabeza, mientras Japón es también un país de vida rápida. Es notable que de las 31 ciudades estudiadas, México tuvo el ritmo de vida más lento. Concluye que las ciudades rápidas son menos altruistas, un ritmo lento es una de las condiciones para procurar ayuda al prójimo, pero no es la única variable.



Zimbardo afirma que el tiempo es tanto psicológico como físico, no hay dos actitudes iguales hacia el tiempo, nuestras acciones en un momento dado no dependen sólo de la situación en la que nos encontramos, sino también de todo lo que hemos experimentado y de todas nuestras expectativas futuras. La perspectiva temporal personal, es la actitud no consciente que cada uno de nosotros tiene hacia el tiempo y el proceso mediante el cual, el flujo continuo de la existencia da orden, coherencia y sentido a nuestras vidas. Distingue, como hemos dicho, seis formas de procesarlo:

1.Pasado positivo, son personas que tienden a una construcción luminosa, nostálgica y positiva del pasado, logran una autoestima alta, son alegres y no es probable que sufran depresiones. Tienden a embellecer el pasado. Psicológicamente, lo que las personas creen que sucedió influye en sus pensamientos actuales, sentimientos y comportamientos; pesan más que lo que sucedió realmente. La frase de Nietzsche “Lo que no me mata me hace más fuerte”, capta la esencia de esta actitud. Las personas que experimentan eventos negativos o dolorosos pero los recuperan de manera positiva, les atribuyen sentido, puede llegar a ser resistentes y optimistas. Los psicólogos Bob Emmons y Mike McCullough descubrieron que las actitudes hacia el pasado son la clave para el desarrollo de gratitud que permite apreciar la vida en el presente, asociada a una mayor felicidad y salud. Nuestro pasado nos proporciona continuidad y un sentido del yo.

2.Pasado pesimista, aversión al pasado, tienden a la depresión, la ansiedad, la infelicidad y baja autoestima. Hay dos maneras de establecer prioridades: por orden de importancia o por orden de urgencia. La dimensión urgente es realmente una dimensión temporal. Una es mirarlo lleno de recuerdos positivos, rituales familiares, placer y éxito. Para otros, está lleno de recuerdos negativos, frustración y fracaso. Esta actitud divergente hacia el pasado juega un rol determinante en las decisiones cotidianas.

3.Presente hedonista, gustan de ayudar al otro, pero se ayudan menos a sí mismos, toman más riesgos de toda índole, pueden aventurarse a usar drogas, deportes extremos, etcétera. Cuidan menos de su cuerpo y su salud. Están orientados hacia el disfrute presente, el placer y la excitación, no contemplan sacrificios actuales en pro de beneficios futuros, los excesos pueden provocar la pobre previsión que puede desestimar las consecuencias, la poca congruencia, y la pobre autoestima. El presente hedonista da energía y alegría de estar vivo, pero olvida las consecuencias futuras.

4.Presente fatalista, este factor refleja la ausencia de perspectiva temporal, le hace falta la percepción de metas de la orientación futura, el énfasis en las emociones y sensaciones hedonísticas y la nostalgia o amargura de los orientados extremamente hacia el pasado. Sienten que el presente no está determinado por acciones personales sino por las fuerzas incontrolables del destino. Tienden a la depresión y a la ansiedad. No sienten tener ningún control sobre el futuro, tienden a la agresión y a la depresión.

5.Futuro, orientados a planear para lograr objetivos y proyectos, tiene una alta consciencia de los escenarios y consecuencias del porvenir, buscan la congruencia, son muy dependientes de recompensas, no son buscadores de novedades ni de sensaciones. La gente que se orienta hacia el futuro, es gente exitosa profesional y académicamente. Se preocupan por su alimentación, hacen ejercicio, acuden al médico regularmente y tienen un sentido de continuidad.

La perspectiva del tiempo ideal es baja en pasadonegativo y presente fatalista. La investigación sugiere que nada bueno sale de ellos, pues pone a las personas en riesgo de enfermedades mentales y físicas. Las actitudes moderadas hacia el pasado el presente y el futuro son indicadores de salud, mientras que actitudes desmedidas hacia uno de estos componentes temporales nos llevan a una vida sin control. Zimbardo sugiere educarnos para lograr una visión holística de futuro que define así:

6. Presente Holístico. Se trata de una formación para vivir en el momento presente y para incluir el pasado y el futuro en un estado expandido de enfoque en el presente. Este sentido del tiempo es fundamental para el budismo zen, y las prácticas de meditación son uno de los medios para alcanzar este estado único de conciencia. Mihaly Csikszentmihalyi identifica flow como un estado especial de la mente, un compromiso con el presente. Sus principales características son: objetivos claros, concentración y enfoque, creatividad.

Las expectativas, por supuesto, residen en el futuro, y para que puedan influir en nuestro comportamiento, deben hacerse presentes. Enamorarse nos consagra en un estado expandido de ánimo presente, devolviéndonos la magia y los milagros de nuestra infancia.

De hecho toda psicoterapia puede ser percibida como un atentado de trabajar con el presente para tener control sobre el pasado y el futuro. El psicoanálisis es la corriente que se centra en el pasado; la psicoterapia existencial se avoca a trabajar con el presente; y las psicoterapias humanísticas miran hacia el futuro. Se cuenta que Alfred Adler, comenzaba su terapia pidiendo al paciente que narrara su recuerdo más antiguo, creía que el primer recuerdo de una persona era una ventana hacia el resto de su vida.

Podemos también recordar, que el prospectólogo Alvin Toffler llamó “shock del futuro” a la condición causada por el choque en el cuerpo de múltiples cambios en poco tiempo, que deriva en ansiedad y desorientación. Lo que concuerda con enfermedades de la vida moderna, algunos tipos de cáncer, enfermedades del corazón, hipertensión, que son padecimientos por estrés. Valorar el presente para planificar el futuro es el corazón de la economía capitalista. La orientación futura es un requisito para ser miembro de la ambición del mundo moderno que se centra en el trabajo, el ahorro y la planificación para la vida.

Otro psicólogo y escritor, Irving Yalom, dice que “…la plena conciencia temporal que nos recuerda nuestro destino mortal hace madurar a nuestra sabiduría y enriquece nuestra vida; aunque el hecho, lo físico, de la muerte nos destruye, la idea de la muerte nos puede salvar”.

En esta cenas Navideñas y de fin de año, habrá que convivir con el tío Julio que cuenta con nostalgia las navidades de infancia, la prima Rosaura que no puede evitar hacer todos los rituales de buena suerte, de lo contrario el año entero será un suplicio, la tía Magda que hace listas de todo lo que deberá cumplir, los deseos y los proyectos calendarizados y en perfecta jerarquía. A Francisco que come, bebe y canta como si no hubiera mañana; estará también José Manuel narrando los horrores y tragedias de su pasado. Y por último, Patricia instalada en el presente holístico, comprende que hay que voltear al pasado con gratitud, al futuro con confianza, mientras el presente se llena de color y calor navideño.

Referencias

Attali, jacques. Historias del tiempo. Fondo de Cultura Económica: Madrid. 2001.

Bachelard, Gastón. La poética del instante. Fondo de Cultura Económica: México. 1987.

Graves, Robert. Los mitos griegos I. Alianza: Madrid. 1985. Zimbardo, Philippe & John Boyd. The Time Paradox: The new psychology of time that will change your life. Free Press: New York. 2008.

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