Formas de amar
- Regina Freyman
- 21 ene 2013
- 12 Min. de lectura
Serás amado cuando puedas mostrar tu debilidad
sin que el otro se sirva de ella para afirmar su fuerza
Theodor Adorno
Sentimiento mítico
El amor es la virtud por excelencia, es un sentimiento tan complejo porque no es uno, sino la suma de varias emociones y sentimientos, se podría pensar, en una aproximación simplista, que el amor es puro impulso, que se somete a deseos físicos, pero esto es meramente atracción sexual, el amor con todas sus letras es un asunto complejo que ha ido cambiando en el tiempo y que es sumamente intelectual, es una disposición en el actuar y cumple, cuando es pleno, la titánica misión de poner a otro sobre nosotros mismos, o en términos orientales a abolir la parte dañina del ego. Es el amor en alguna de sus variantes, lo que posibilita la vida en sociedad, la vida en común, si bien no amamos a todos nuestros vecinos, intentamos ser amables (hacemos como si amaramos) por respeto a ese fundamento humanos que compartimos todos, por dignificar la esencia que nos iguala. De ahí en adelante, nuestros vínculos se ven marcados por una forma o tonalidad de este afecto, pero hablar de amor absoluto me resulta ilustrativo a partir de una triada mística que para mí se vuelve santísima o sagrada: Afrodita y sus dos hijos gemelos, Eros y Anteros. Intentaré contar este mito para distinguir, a partir de sus personajes, tres formas de amar que revolotean en torno de la experiencia vital.

Todo comienza con la madre, pues como ya he dicho alguna vez, los filósofos contemporáneos sitúan a la mujer y, concretamente a las madres, como las creadoras del mundo sentimental tal cual lo conocemos. Un amor muy fuerte presupone que otro subordine sus intereses al bienestar de otro, y eso, justamente, es lo que hace de la maternidad un paraíso que se añora. Por supuesto que existen las malas madres, pero en general esta figura desarrolla un afecto singular hacia su descendencia, se trata de un sentimiento que se demanda absoluto e incondicional. Podemos usar como metonimia el acto de amamantar, la conexión es absoluta, la madre nutre a su hijo no sólo de alimento sino de ternura, si experimenta o no incomodidad, se vuelve irrelevante, pues se subordina al placer de dar. Existe otro mito que puede ilustrar este suceso, cuando Heracles estaba abandonado en el bosque, pasaron caminando Atenea y Hera (la madrastra que hizo tantas pruebas al héroe), sin saber de quién se trataba, Atenea le dijo a Hera que el niño lloraba de hambre, ella no podía amamantarlo puesto que es una diosa virgen así que pidió a la esposa de Zeus que se compadeciera del niño, Hera accedió, el niño se deleitó con ese banquete divino y en un momento de regocijo apretó con sus manitas el seno de la diosa, la leche materna salió disparada gracias a la potencia del hombre más fuerte del mundo y con ello surgieron las estrellas (Vía Láctea). Pienso que así de fuerte es esa forma de amor que, cuando crecemos tenemos que salir a buscarla en otro lado y de otro modo, pero lo que no abandonamos es el deseo de encontrar alguien que nos quiera y que queramos de modo pleno e incondicional.
Retomemos a los dioses amorosos para contar esta historia:
Podemos imaginar a Venus/ Afrodita surgir adulta de entre la espuma del mar, no es hermana de nadie, es efluvio que emana de la castración del cielo (Urano) por su hijo el tiempo (Cronos). Su mito nos cuenta que fue transportada por las horas, las gracias, acompañada del amor (Eros, no su hijo sino el amor primordial que existe desde siempre) y el deseo (Himeros). Cuentan que en el Olimpo no existían las sombras hasta que su entrada triunfal eclipsó a las otras diosas. Afrodita simboliza las fuerzas irreprimibles de la fecundidad, enciende el deseo apasionado, es la diosa del amor en su forma meramente física, el deseo y placer unánime de los sentidos. Representa vitalidad, gozo sensual que en otros tiempos se consideró una perversión y hoy puede ser la diosa que sublima el amor salvaje integrándolo a una vida verdaderamente humana. Diosa inalcanzable que promete el paraíso y cuya negativa implica la muerte.
La diosa es forzada a casarse con Hefestos pero su personalidad le prohíbe ser fiel a nadie, entres sus múltiples amantes estaba Ares, dios de la guerra con quien mantuvo una relación larga y apasionada. Tuvo con él cinco hijos, una niña, Harmonía y dos pares de gemelos, dos de ellos anteceden siempre a su padre y le acompañan, lo anticipan, sus nombres son Deimos (terror) y Fobos (Pánico); del mismo modo, dos niños alados son preludio y corte de Afrodita: Eros y Anteros.
Entre las referencias a Eros y a su hermano, existe un relato de Eunapio que aparece en Vidas de los sofistasque los sitúa en un entorno natural. El filósofo fue con sus discípulos a las aguas termales de Gadara, en Siria. Mientras se bañaba allí, los nativos le dijeron que dos cataratas eran conocidas como Eros y Anteros, Eunapio lanzó un mirada atenta a cada una de las aguas y en una, alcanzó a ver a Eros de pelo claro y en la otra el oscuro cabello de Anteros. Los dos seres alados se aferraron al filósofo como a un padre, hasta que volvieron cada uno a su morada acuosa. Eunapio no ofrece explicación para la anécdota, pero en estas dos fuentes burbujeantes, existe una complementariedad fraterna de los contrarios: A Eros se le conceda la luz representada por la claridad de sus cabellos y la oscuridad a Anteros. Anteros parece representar una deidad oscura, un vengador de los delitos del dios del amor, pero también es imaginado como una fuerza contraria, sin la que Eros no puede madurar.
Cuando Afrodita tuvo a Eros, el muchacho era justo igual que su madre en todos los sentidos, excepto que no crecía a una estatura acorde con su belleza, permaneció mucho tiempo del tamaño con el que nació. Este asunto preocupó mucho a su madre y a las musas que lo criaron, así que fue presentado ante Temis (Apolo aún no poseía el Oráculo de Delfos, y era esta diosa quien era consultada para conocer el futuro) le pidieron una cura para esta peculiaridad. Temis les dijo que la propia naturaleza del niño era dependiente, si bien Eros podía nacer por sí mismo, no podría crecer, para hacerlo necesitaba de un hermano que debería llamarse Anteros. Estos dos hermanos serían de la misma propensión, y cada uno sería la causa del crecimiento del otro, si alguno se queda solo ambos se consumirían. Así que Afrodita dio a luz a Anteros y las alas de Eros brotaron y se hizo hombre. Es claro que sólo los dioses pueden parir gemelos diferidos.
Temis pertenecía a una raza de dioses mayores de los olímpicos, personifica la energía divina y natural del "orden justo", que se aplica por igual a los dioses y a los humanos; apuntaba a una capacidad psicológica poderosa e inherente a reunir y contener las energías dispares en una obra.
Esta historia forma parte de un argumento en el que el filósofo Temistios trató de persuadir a su audiencia de que la Poesía (identificada por el filósofo como Eros) y la Filosofía (Anteros) son interdependientes, sólo se pueden desarrollar en presencia una de la otra.
En el mito de Eros y Psique, se cuenta otra versión, este dios es un niño (amor erótico, deseante, enamoramiento) que no puede madurar, a diferencia de su hermano Anteros (que representa la philia, amistad) y se desarrolla normalmente. El oráculo le dijo a la madre (Afrodita) que el chiquillo no crecería hasta que pasara del puro deseo al amor profundo, y es hasta que admite su amor por Psique (personificación del alma humana) y se enfrente a su madre que logrará ser un adulto en forma. De la unión de ambos nace Harmonía, que pone paz en el estado caótico del enamoramiento. En ese sentido, la propuesta de Carl Jung dice que debe haber otro para que me construya como persona, el otro es mi motivación para romper las fronteras de mis propias limitaciones psíquicas.
En otros mitos, Anteros es el hijo del dios de la guerra, el conflictivo Ares / Marte, y su hermano Eros es hijo de Hermes / Mercurio el dios de la comunicación, el que conecta los mundos: Cielo, Tierra e Inframundo. Anteros físicamente, es representado como similar a Eros en todos los sentidos, pero con el pelo largo y las alas emplumadas como de mariposa. Se le ha descrito también con un arma, ya sea con un círculo de oro o con flechas de plomo.
La etimología de la palabra griega Anteros proviene del prefijo ant- que denota 'igual a', una de las primeras referencias en la literatura griega está en el Fedrode Platón, donde lo explica cómo un amor recíproco, amor bien correspondido que puede aumentar en el corazón de una persona que es amada: "Y cuando el otro está a su lado, él [el amado] comparte su respiración de angustia, y cuando él está ausente, él también comparte su anhelo y su deseo, ya que posee esa contraparte, que es la imagen del amor.”
Eros y Anteros fueron concebido de la unión sexual voluntaria entre opuestos: la guerra como padre y la diosa de la belleza y la sexualidad como madre, cuando la violación era más característica del acoplamiento entre los dioses. Venus/ Afrodita y Marte/ Ares se unen por afecto mutuo, a pesar de que aman adúlteramente ante los ojos del cornudo Vulcano/ Hefestos, que los atrapa en la cama con una ingeniosa trampa hecha con una red de bronce. Hefestos pregunta a la pareja de amantes fundidos, qué es, precisamente, lo que quieren. Por supuesto, lo que quieren es quedarse en su maravillosa nostálgica fusión para siempre. Anteros representa una energía erótica del amor-en-retorno que pueden haber desafiado la convencional experiencia de Eros. Anteros como el diosecillo engendrado a partir de una pasión compartida, nos remite a la necesidad humana de amor re-imaginado en un eje horizontal de igualdad y reciprocidad, como una suma de poder en lugar de un ejercicio del poder.
La conciencia colectiva ateniense pudo haber relegado a Anteros a la provincia de las mujeres, porque las mujeres eran capaces de recibir y dar placer simultáneamente en el acto sexual. El deseo sexual de las mujeres atenienses fue retratado como el apetito sexual indiferenciado, reactivo, receptivo y totalmente somático. Las mujeres disfrutaban del sexo mucho más intensamente que sus parejas masculinas, como adivino Tiresias el profeta ciego, que tenía ambos sexos, llamado a resolver la disputa entre la pareja real: Zeus y Hera, que discutían sobre quién tenía más placer en el amor, Tiresias provocó la ira de Hera, al revelar que el cuerpo de la mujer experimenta nueve veces más placer que el del hombre durante el coito. En Hera, los griegos concibieron una imagen del matrimonio como un rechazo de lo que se llama aphrodisia - el deseo y el placer - en el nombre de un contrato y los compromisos que aseguren en la mujer la condición de esposa legítima.
Dichoso pues el que a su vida entre la corte de Afrodita, donde la sexualidad viva e intensa reina, el erotismo lúdico preña de deseo incluso en la ausencia y la amistad comprometida, devuelve la correspondencia del amor pleno y perfecto de una diosa sensual pero también, hecha de ternura, que nos regala su afecto incondicional.
Eros, Philia y Ágape
Los filósofos dividen a grandes rasgos tres formas de amor: Eros, Philia y Ágape. Recordemos en primera instancia el mito de los andróginos que habla de dos seres a partir de uno, el complemento perfecto que los dioses celosos dividieron y que, desde entonces, se buscan afanosamente. El relato lo cuenta Aristófanes en El banquete, describe el amor tal como nos gustaría que fuera, como lo soñamos. Implica que existe un ser que nos completa por entero y qué, de hallarlo, encontraríamos el final feliz que prometen los cuentos. En el mismo texto, Sócrates, habla en cambio, del amor ideal, carente, incompleto e infeliz entregado al sufrimiento, a la falta, pues el ser ideal es inaccesible, es sólo eso, una aspiración, un anhelo.
Para Sócrates el amor no es un dios sino daimon, intermediario, una suerte de ángel, intérprete entre dioses y hombres, Eros hijo de Penia (disponibilidad, recurso, pobreza) y Poros (pena) desea lo que le falta. Ser feliz es tener lo que falta y este amor, para Sócrates se constituye de deseo es por tanto infeliz, carente, en el mismo sentido lo piensa también Arthur Schopenhauer.
Por otra parte para Aristóteles, el amor procede del deseo, al igual que en los otros dos filósofos aludidos, la variante es que él vislumbra al deseo como una forma de potencia, y no carencia, una fuerza que nos entusiasma y nos lleva a la acción. Sabemos que estamos vivos para la muerte y aún así, la vida nos entusiasma, el deseo amoroso puede ser visto de igual modo como una carencia que nos motiva y da fuerza, Andre Comte-Sponville en su libro Ni el sexo ni la muertehace un símil con una necesidad básica, el hambre, ella puede ser una agonía pero si es saciada se convierte en un deleite, de esta necesidad surge una forma de arte que no se limita únicamente a saciar el apetito sino a seducir y estimular mediante el goce culinario. De la misma manera Baruch Spinoza se pronuncia a favor del amor como una forma de potencia que da sentido a la existencia. Aristóteles y Spinoza concluyen que todo amor es amor de la inmortalidad deseo de perpetua posesión, es un alegrarse que se sostiene sobre el placer de la amistad, el deseo no es falta sino fuerza, potencia de gozar y de alegrarse. Felicidad de desear lo que se tiene, nunca lo que falta.
Ambas posturas tienen razón sin oponerse. Son dos polos de la vida afectiva: el de la falta y el tedio; y el polo de la potencia, del placer y la alegría. Una frase basta para entender la noción spinocista: "El amor es una alegría que acompaña a la idea de una causa exterior".
André Comte- Sponsville recorre una escala amorosa que va desde:
1. Amar un cuerpo bello, que es lo más fácil, es el grado más bajo del amor, el enamoramiento que conocemos desde la adolescencia.
2. Luego sigue amar a un alma bella, es decir un amor psicológico.
3. Eros espiritualizado que pasa de la estética a la ética, es el esplendor de lo real, amar al otro con la aceptación de sus cualidades y defectos.
4. Amor de la belleza moral, amar al prójimo en tanto que por ello respetamos las normas de conducta y las leyes que hacen posible la vida social armónica.
5. Amor a la belleza de las ciencias, el esplendor de lo real, de la vida con su verdad, amor del conocimiento.
6. Amor a la belleza en sí, la belleza de lo eterno, de lo absoluto.
En el ámbito de la pareja, hay que alegrarse del amor que se comparte, de la pareja que se es, que ha convertido la pasión en acción, la falta en potencia, el amor loco en sabio. Para los verdaderos amantes hay vida después de la pasión. La verdadera pareja es un lugar de verdad que se forja con tiempo. Stendhal hablaba de la cristalización del amor: una operación del espíritu que descubre, en lo cotidiano, que el objeto amado tiene nuevas perfecciones. Porque el que ama sólo el ideal que construye sobre el otro, impone el engaño y promueve la angustia. Amar, es hacerlo con verdad. La vida en pareja es una aventura espiritual nos explica Comte, afirma que no existe amor feliz (eros) ni felicidad sin amor (philia).
Ágape
Los cristianos luego de los griegos inventaron otro modo de amor al que llamaron caridad o ágape, el amor divino que pretende ser universal, ideal, que renuncia a ejercer el máximo de su potencia, anula su poder en pro del otro, del prójimo, ama a éste por la parte divina que lo habita, o para decir de otro modo, ama a Dios en todos y cada uno de sus hijos. Es un amor que persigue proteger, dar dulzura, la forma en que Dios amaría si existiera. Por ello amarse a uno mismo con verdad, es lo más difícil, el egoísmo proviene de amarse como persona, por encima de los otros, cuando uno debe aprender a amarse como a cualquiera, como al prójimo, tal cual es, con toda su mediocridad. Con la caridad que se otorga a otros, que comprende la propia fragilidad, la propia pequeñez.
La ética es un esfuerzo realista de esta ambiciosa pretensión de amar a los otros como a uno mismo, los filósofos nos explican que como no podemos amar a todos, hacemos como sí amaramos, nos volvemos amables, educados a eso es, justamente, lo que llamamos moral.
Del monte de Venus a la primera "estrella" de la mañana
No puedo más que regresar al mito y pensar que comenzamos por Afrodita nacida de la espuma que representa la sexualidad pura, ascendemos con las alas de Eros a los terrenos de la pasión enamorada, posesiva y devoradora; si nos atrevemos, hacemos crecer este deseo por el deleite de Antero, amor correspondido que es también philia expansiva, estable y alegre; para regresar a Afrodita quien según Platón es dos diosas, una joven (sexualidad) y la otra vieja (amor pleno, tierno y desinteresado, que incluso se identifica con el amor a la sabiduría: filosofía). Podemos aunque sea casi imposible de lograr, intentar ese amor divino y dulce, desinteresado, que llamaron Ágape y que ama en los otros, una fuerza divina que la ética, sin necesidad de dioses, ha dado por llamar dignidad.
Amar no es un asunto fácil y la única medida del amor es amar sin medida. Transitar por todas sus formas es la única forma desde mi óptica, de subir a las estrellas.
Referencias
Comte- Sponville, Ni el sexo ni la muerte.
Craig E. Stephenson: Anteros. A Forgotten Myth.
Marina, José Antonio. El rompecabezas de la sexualidad.
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