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Regina Freyman/Andrea Zelaya

Efímero y fugaz


¿Por qué yo soy efímera, oh Zeus? dice la Belleza / Yo no hago bello, dice Zeus, más que a lo efímero» (“Las Estaciones”. ÉtienneSouriau, Diccionario de la estética)

Los delfines juegan a hacer arte, sin propósito alguno danzan y soplan burbujas en el agua, pueden pasar horas como competidoras de gimnasia rítmica esquivando aros de agua o como poetas, creando burbujas sutiles de su líquido vital. Arte efímero, desplante fugaz, los delfines festejan sin pudor su estancia en la tierra, tal vez no sepan que van a morir (aunque quien sabe) y por eso no persiguen el registro, ni la pieza de exposición para la posteridad, un chapuzón, no más.

He confesado hasta el hartazgo mi devoción por entender el tiempo y el efecto eterno presente en el erotismo, leo sobre el tema y escribo acerca de él, entonces la vida me regala que sea precisamente mi hija quien me descifre la pieza que busco en este rastro de palabras que he siembro con el único propósito de entender al tiempo, mi tiempo que es agonía y regocijo. Una mañana me busca para pedir consejo, debe escribir un artículo para una revista que publicará la explicación de su obra pictórica y que al tiempo, le servirá de base para su tesis (licenciada en artes visuales) la tentación de citarla y expresar su inquietud, también temporal, es tan fuerte que no me contengo más:

Quiero representar en mis pinturas y grabados la experiencia efímera de la transgresión en el erotismo, tramada en la encrucijada exactas de un aquí y ahora en la que por medio del deseo una lejanía se hace presente, esa trama particular de espacio y tiempo que describe Benjamin como Aura. Siempre me ha gustado observar, de chica no había cosa que me pareciera más emocionante que esperar a que mis padres salieran de la casa para correr hacia su cama a sacar su colección de revistas de playboy que se convirtió en mi repertorio prohibido de modelos, a tal punto, que mi padre, al descubrir mis dibujos decidió regalármelas para que pudiera dibujar libremente, al levantarme la prohibición, dejo de ser lo excitante que era antes, ya que se eliminó la tensión entre lo prohibido y la transgresión, que según Georges Bataille es el factor esencial del erotismo.

Conmovida sigo la lectura y me encuentro con la pista, dos términos que proceden de Christine Buci-Glucksmann: lo efímero cósmico y lo efímero nostálgico. Me apasiono, leo a Andrea y a Buci-Glucksmann. Hago pausa para buscar la etimología de efímero, construyo una definición, es la vibración sensible, aquello que sucede alrededor de un día epi alrededor; hemeradía (en griego) y no sobrepasa esa unidad temporal. Es fugaz, la cualidad de la huida. Me dice Andrea que en pintura encuentra su metonimia, en la naturaleza muerta y en las vanidades con calavera y espejos del tiempo y de la nada. Es un tono de claro oscuro que tiene su esplendor en el barroco.

Andrea me recuerda que Georges Bataille habla del erotismo como la aprobación de la vida hasta la muerte, como si la sombra de la muerte lo potenciara todo, la luz se mira más vibran junto al contraste de su ausencia. Pensamos juntas en la prohibición, no hay mayor límite para una vida que su condición también de muerte, en el tono vibrante de sentir se experimenta la consciencia de su emergencia, lo efímero es un momento intensificado, por una deformación del tiempo, me dice Andrea: ¿qué más intenso que el momento de angustia experimentada por el yo, superada por el deseo de infringir la prohibición? conquista del instante favorable y, en este caso en particular, el momento preciso en que "la prohibición" se hace patente.

Dos formas de trascendencia en la inmanencia, asomos a lo eterno, lo efímero melancólico, evoca el paso del tiempo del ser, su relación con el devenir, propio del tiempo occidental (Budelaire, Benjamin, Pessoa) el spleen, el claroscuro, la intensificación de la experiencia ante la tragedia de la muerte;Lo efímero positivo, cósmico (Monet, Shakespeare con El sueño de una noche de verano) es el presente obsesionado por su captura y su propia desaparición en el tiempo cósmico de los fenómenos de los que somos parte, provienen de un mismo paradigma “ser con el tiempo” o “apropiarse del presente para dominarlo”. La autora alude a dos deidades griegas a Kayros y a Metis, el tiempo oportuno y la sabia justicia, es el vivir fugaz propio de espíritus prontos que gozan las vibraciones de la luz, inestabilidad centellante de tornasoles y reflejos, regocijo de lo inestable y diverso, vitalidad del movimiento que elude lo inerte y lo opaco.

De cada una de estas posturas existe una encarnación, el hombre burbuja, la representación del vidrio espejo por un lado, que busca encapsular el tiempo, tener la muerte presente para no dejar un objeto de amor desconocido, más afín con el mundo occidental; y el que encuentra la conexión con el todo, el hombre reflejo, agua espejo, valor del instante por el instante, más congruente al mundo oriental donde la muerte no es trágica o patética, al no haber trascendencia, la muerte es el retorno del tiempo sobre sí mismo, su espiral, nos dice Buci-Glucksmann.

Especulamos juntas sobre el momento amoroso, llegamos a la conclusión de que quizás, en el momento en que los amantes se encuentran, se convoca a la luz y las dos posturas se hacen presentes, dos fuerzas, lo múltiple, la coherencia de lo inestable supone a un otro que verifica, que reconstruye en la intimidad un momento compartido, se está solo, la experiencia es intransferible y a la vez compartida, la vibración vital nos convoca a pensar en la unidad y en la ausencia, por un momento vida y muerte son una y la misma cosa, el silencio abraza “Juego entredós, intersticios que engendran un momento luminoso” según Buci-Glucksman. Lo cósmico, lo melancólico se reúnen en un abrazo.

El delfín hace burbujas para cautivar a sus congéneres, el pintor atrapa la luz para retratar la vida y conmover la vista, los amantes vibran en una fugaz eternidad para mortales. Una niña comenzó a pintar a escondidas en busca de retratar su efímero pasar, era un juego, hoy su profesión; la otra, hoy su madre, comenzó a escribir como tributo a lo fugaz, hoy se encuentran en el diálogo en una misma inquietud pasajera.


Andrea Zelaya


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