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Regina Freyman

Preciosa inspiración

Preciosa tocando viene. Al verla se ha levantado el viento que nunca duerme... lleno de lenguas celestes, mira la niña tocando una dulce gaita ausente. Niña, deja que levante tu vestido para verte. Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre.

Federico García Lorca

I.Palabras de viento

Inspiración y espíritu son palabras de viento, ambas vienen de spirar (latín) soplo, el espíritu es una brisa que nos habita, aliento vital, esencia más íntima, onomatopeya que se produce al aspirar; este verbo es también un parámetro y el deseo de conquista o merecimiento que nos incita a llegar más allá.

La inspiración inhala ese soplo, recibe el aliento para apropiarse de una experiencia, conmovida por un paisaje o un semejante que nos hace suspirar; es una forma de preñarse, uno mismo se hace fértil y da frutos, algo del mundo exterior conquista nuestro espíritu que inhala para buscar que la fuerza de la inspiración logre la creación. El aliento no es puramente el soplo que emanan nuestros labios, son palabras o actitudes que prestan apoyo a quien lo necesita, el mismo aliento que se hace presente en el entusiasmo que es aliento divino. De estas palabras de aire llegamos a las musas, son ellas quienes desencadenan la inspiración, espíritus creativos que nos dan aliento y nos otorgan entusiasmo. Por un momento, tocados como dioses somos capaces de crear.

En el oráculo de Delfos, las sibilas, recibían el vapor y humos divinos en una caverna dedicada a Apolo antes de realizar una profecía. La inspiración invade al ser que se extasía, un dios en forma de aire se entromete, lo rapta de sí mismo y le comparte sus visiones, el furor poético se desata. Temporariamente, el creador se vuelve clarividente, la verdad o comprensión divina se rinde ante él. Por lo tanto, las invocaciones a las musas, a Apolo y a Dionisio son plegarias en busca de inspiración, para recibir el aliento del dios.

En el cristianismo, la inspiración es un regalo del Espíritu Santo. San Pablo dijo que toda la Biblia está inspirada por dios y los relatos de Pentecostés hablan del Espíritu Santo descendiendo con el sonido de un viento poderoso. Para John Locke la mente es un instrumento de cuerdas que la inspiración hace tocar. El poeta Edward Young creía en la existencia de un genio o “dios interno” del poeta, idea que coincide con la psicología que ubica a la inspiración dentro de la mente humana. El genius de Young era una fuente de inspiración inexplicable, una forma espiritual, Edgar Allan Poe lo llamó principio poético, y Percy Bysshe Shelley veía la inspiración en términos similares a los griegos: era un tema de locura e irracionalidad. La inspiración era la sintonía poética con las “brisas” divinas o místicas. En su Arpa Eólica Samuel Taylor Coleridge escribe que la poesía es la traducción natural de los aires divinos.

Los surrealistas buscaron la inspiración mediante el sueño y escribían obsesivos sus viajes oníricos en diarios, intentaron también liberar al subconsciente a través de la escritura automática, el uso de la Cuija y hasta el espiritismo.

Carl Jung sugería que la inspiración es una conexión entre el artista y la identidad colectiva, una fuerza superior al individuo que aloja todas las historias, mitos y percepciones del hombre, un intermediario entre la primitiva “sombra”, es decir, nuestros instintos y deseos y el ego civilizado. Los artistas que coinciden con las ideas de Jung ponen énfasis en el primitivismo y el estudio del arte previo a la existencia de la literatura y los mitos.

Al Marxismo debemos que algunos crean que sólo aquellos que abrazan causas políticas tienen una verdadera inspiración, una creación “comprometida”, el poeta se vuelve bueno sí y sólo sí tiene una desarrollada conciencia de clase. Sin embargo, en cada uno de estos casos, la inspiración proviene de que el artista este especialmente “en sintonía” para captar las señales de una crisis externa. La obra de arte se concibe casi como una manifestación milagrosa.

II. Las Musas

Originalmente fueron consideradas ninfas inspiradoras de las fuentes, hijas de Zeus, rey de los olímpicos y Mnemósine, diosa de la memoria. En los festines de los dioses las Musas cantaban y Apolo les hacía acompañamiento con la lira. Plutarco afirma que en algunos lugares las nueve eran llamadas por el nombre común de Mneiae, ‘recuerdos’. El poder que se les atribuye con más frecuencia es el de traer a la mente del poeta mortal los sucesos que ha de relatar, así como otorgarle el don del canto y darle elegancia a lo que recitar. Se dice que bajan a la tierra y buscan a los hombres cuya inspiración han de alimentar. Estos hombres privilegiados oyen entonces sus voces y las toman como ideas y pensamientos propios, de los que ellos mismos son a veces los primeros en sorprenderse. Las Musas sólo concedían sus favores a aquellos autores que poseían una ingente cultura y, por tanto, la obra final era el resultado de un elaborado trabajo de investigación y erudición. Un elegante zurcido de elementos ajenos, en resumidas cuentas. Una continua labor de intertextualidad literaria, diríamos en la actualidad.

Originalmente se adoraba a tres Musas en el monte Helicón: Meletea (‘meditación’), Mnemea (‘memoria’) y Aedea o Aoide (‘canto’, ‘voz’). Junto a ellas viven entre fiestas las Gracias e Hímero. Y lanzando una deliciosa voz, cantan y celebran las normas y sabias costumbres de todos los Inmortales. Calíope, la más importante, asiste al propio Zeus, a quien le derrama sobre la lengua una dulce gota de miel y de su boca fluyen delicadas palabras. Las musas habitan el monte Helicón que está frente al monte Parnaso, el monte de los sabios, donde se encuentra el santuario de Delfos y cuna del Pegaso: 1.Calíope (la de la bella voz); musa de la elocuencia y poesía épica (canción narrativa).

La mayor y más sabia, tuvo dos hijos de Apolo: Orfeo y Lino de Eubea, uno de los inventores del ritmo y de la melodía. Fue madre de Himeno, dios de los esponsales y del canto nupcial. Alguna vez se enamoró de Heracles y le enseñó el modo de reconfortar a sus amigos cantando en los banquetes. En otra ocasión, Zeus le encargó la resolución de la embarazosa disputa entre Afrodita y Perséfone por la custodia de Adonis. La resolvió dividiendo el tiempo anual de Adonis en tres partes, una en la que debía permanecer con Afrodita, otra, con Perséfone y otra para el propio Adonis.

2.Clío (la que ofrece gloria); musa de la Historia (epopeya) tuvo un hijo con Pierus, rey de Macedonia, llamado Jacinto, también es conocida como la Proclamadora.

3.Erato (la amorosa); musa de la poesía lírica-amorosa va coronada de mirto y de rosas, llevando una pequeña citara entre sus manos, instrumento de cuerda que ella misma inventó. A sus pies, generalmente, hay dos tórtolas picoteando y a veces, a su lado, la acompaña, el amor alado (Eros).

4.Euterpe (la muy placentera); musa de la música, especialmente del arte de tocar la flauta. Por lo general, va coronada de flores y llevando entre sus manos el doble-flautín.%uFFFC

5.Melpómene (la melodiosa); musa de la tragedia. Es una de las dos Musas del teatro: inspira la tragedia, va ricamente vestida, con aspecto grave y mirada severa. En la mano lleva una máscara trágica y empuña un puñal ensangrentado.

6.Polimnia (la de los muchos himnos); musa de los cantos sagrados y la poesía sacra (himnos). También se le considera como la musa de la retórica y de la pantomima, va vestida de blanco, con el codo sobre un pedestal en actitud de meditación. Ella fue la que enseñó la agricultura a los hombres.



7.Talía (la festiva); musa de la comedia y de la poesía bucólica o pastoril. Era una divinidad de carácter rural y se la representaba como una joven risueña y mirada burlona. Suele llevar en sus manos una máscara cómica y un cayado de pastor, una corona de hiedra en la cabeza como símbolo de la inmortalidad, es también una de las tres Gracias, la mayor: la de la abundancia, sus otras dos hermanas son Áglae (la brillante) y Eufrósine (la de buen ánimo).

8.Terpsícore (la que deleita en la danza); musa de la danza y poesía coral. Es una joven esbelta, con un aire jovial y de actitud ligera. Guirnaldas de flores forman su corona y, entre sus manos, hace sonar una Lira.

9.Urania (la celestial) musa de la astronomía, poesía didáctica y las ciencias exactas. Es la Musa de la Astronomía. Es la madre de Linus cuyo padre era Apolo. Es la menor de todas las musas. Aparece vestida de azul, color que representa la bóveda celeste, teniendo cerca de sí un globo terráqueo, en el cual mide posiciones con un compás en una de sus manos. También tiene una corona o diadema formada por un grupo de estrellas, de las que su manto va repleto. A sus pies se encuentran esparcidos algunos instrumentos de matemáticas, razón por la cual algunos la consideran musa de las matemáticas y de todas las ciencias exactas.

Su talento era incuestionable y, al serlo, se volvían vengativas. Se dice que el rey Píero de Pieria, tenía nueve hijas que cantaban muy hermoso, por ello decidieron retar a las musas, las diosas aceptaron. Las Piérides entonaron una canción tan maravillosa que incluso los pájaros enmudecieron al escucharlas, pero el canto de las Musas conmovió hasta las piedras. El concurso fue arbitrado por las ninfas del Parnaso, que fallaron a favor de las Musas. La arrogancia de las Piérdes fue castigada, fueron transformadas en urracas, cambiando sus voces por graznidos.

También se enfrentaron a Tamiris, un juglar excelente y el primer hombre que se enamoró de otros hombres, hijo de Filamón y la ninfa Argíope, que desafió a las Musas exigiéndoles que, de salir vencedor, las nueves deberían unírsele sucesivamente, si era vencido las musas podrían tomar de él lo que quisieran; sin embargo, las Musas vencieron y le arrancaron los ojos, otros dicen que por su jactancia está siendo castigado en el Hades. Además, se enfrentaron a las Sirenas, que usaron su maravillosa voz para retarlas. Pero las sirenas no pudieron hacer nada y las musas ganaron. Las sirenas avergonzadas se retiraron a las costas milicianas, fueron privadas de las plumas de sus alas, que las propias Musas se pusieron como corona.

Los ojos de las musas se dice que son de un violeta encantador, la Paz es su mejor amiga, y ellas son quienes descubrieron las palabras y la combinación prodigiosa de las mismas que llamamos poesía. Algunos afirman que Hypnos (sueño) es el dios que más quieren, pero Apolo es considerado su líder. Todos los cuentos y todas las canciones que nacen de la inspiración provienen de las Musas. Entre los discípulos de las Musas está la Esfinge, que aprendió el enigma de ellas, Aristeo, que aprendieron de ellas el arte de la sanación y la profecía, y la ninfa Eco, a quien le enseñaron a tocar música. También Museo, tal vez el hijo de Orfeo, fue entrenado por las musas.

Las musas son las creadoras de los mitos, conocimiento sagrado que le fue dictado a los hombres y que encierra las grandes verdades del espíritu. Por ello el procedimiento habitual al contar un mito es comenzar : “Dime Musa ...”El poder de la Memoria y las Musas se trenzan en un hilo de oro que separa y combina verdades con fantasías.

III.Musa inspiración femenina

La pregunta que se formula Robert Graves en su libro La diosa blanca es contundente: “¿Por qué los artistas invocan a la Musa?”. Su respuesta es una singular revisión de la cultura occidental a través de los mitos y su repercusión en el oficio del poeta; nos dice que el poeta conjura, invoca y desata las fuerzas de la naturaleza. La palabra es sagrada y poderosa, tiene una vibración, una frecuencia rítmica, significativa, un color, una simbología.

La Musa se esconde en diferentes representaciones, distintas formas del poder, puede ser iracunda o desafiante, hostil o luminosa. La diosa blanca y primera hechicera de la inspiración es la luna que se bate apasionada contra el sol para ser derrotada y vencedora perenne entre el día y la noche.

Existen mujeres reales que fueron grandes musas, cómplices como Gala, ángeles exterminadores como Lou Andreas Salomé, la musa serial, (de quien hablaré en una próxima entrega). “Nunca te he visto sin pensar que debería orar por ti”, así de cautivo se mostraba el poeta alemán Rainer María Rilke. Idéntica devoción manifestaron otras dos célebres “víctimas”: el filósofo Friederich Nietzsche y Sigmund Freud. Escritora y sicoanalista, esta mujer de presencia avasalladora, singular inteligencia y sublime erotismo.

El artista, o compañero, hechizado o respaldado por esta mujer-musa, es fecundado por su aliento, no importa que sea la imagen que se mira desde una ventana o la amante que se evapora entre las sábanas. El poder de evocación es más perenne que el temblor de la posesión. Algunos de estos iluminados se apropian tan intensamente del ser amado que llegan a creer que son una sola persona, el mejor ejemplo: Salvador Dalí firmando algunas piezas como “Gala-Dalí”.

Retrocediendo en el tiempo, podemos citar los casos de Dante Alighieri, Francesco Petrarca o Francisco de Quevedo. Sus diosas tenían nombre y dirección: Laura, Beatriz o Lisi, son los musas tras las que se esconde una mujer de verdad, pero que oculta quizás un (pre)texto. Hijas de una tradición que comienza con el amor cortés, para muchos con la leyenda del Santo Grial ¿Cuál es el objeto del deseo? el cáliz de la última cena, el caldero mágico celta o el receptáculo de la sangre creadora, es decir la metáfora del órgano reproductor femenino. La copa, la dama, la musa, la diosa capaz de engendrar vida.

¿Es Beatriz o es la beata? ¿Se trata de Laura o del laurel? la corona del triunfo, el éxito del poeta. “Yo pondría mi corazón entre tus manos sin que él se rebelara. (...) He aprendido a decir tu nombre mientras duermo”, escribió un veinteañero Rulfo a Clara Aparicio, en octubre de 1944. Desbordado por el amor también estuvo Borges, que sin poder contener la emoción así se lo contó a su amigo Jacobo Sureda: “Ella tiene 17 años, se llama Concepción Guerrero. Pero en fin, ¿cómo hacer, sin un prolijo trabajo literario, que otro sienta a una persona desconocida? Renuncio y me contento con decirte que estoy enamorado, totalmente, idiotamente”.

Según Anthony Stanton, en su obra Inventores de tradición, tanto el enamorado como el místico, son seres que buscan disolverse y fundirse con el objeto de su deseo, y a pesar de convocar los poderes mágicos de la palabra –pueden ser también las notas musicales o el tono de los pinceles– como medio, instrumento de expresión, la operación poética tiene para el autor, una meta fundamentalmente religiosa: confundirse con el objeto, fusionarse con el absoluto, perderse en lo otro. Con Picasso, por ejemplo, la mujer es plasmada como una sombra siempre presente y necesaria, una musa que puede cambiar de rostro y él, como el Minotauro.

IV. Hechizo de inspiración

¿Dónde queda el papel de la musa, entonces? ¿Qué es la inspiración y qué tanto por ciento de su talento y del resultado de sus esfuerzos creativos le deben a ella los artistas y, más concretamente, los escritores? Quizá los poetas sean los literatos que más cercanos admiten sentirse del arrebato inmediato y fugaz de la palabra y reconocen, como le sucedió a Pessoa, que en ocasiones sienten una iluminación interior que les impulsa a escribir, que les dicta unos versos, o una voz distinta, incluso una obra entera. Pero es indispensable admitir que esos versos siempre tendrán que verse sujetos a una laboriosa tarea, deberán ser lustrados por el arduo trabajo. Pero si la amante fugitiva se nos escapa, siempre podremos recurrir a la súplica, la invocación o rito mágico que nos devuelva el alma de la lira.

V. Invocando a la musa

«Cuéntame, Musa, la historia del hombre de muchos senderos, que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo» (Homero, Odisea, I)

«¡Oh musas, oh altos genios, ayudadme! ¡Oh memoria que apunta lo que vi, ahora se verá tu auténtica nobleza!» (Dante, Divina Comedia, II)

Cuéntame, Musa, las causas; ofendido qué numen o dolida por qué la reina de los dioses a sufrir tantas penas empujó a un hombre de insigne piedad, a hacer frente a tanta fatiga. ¿Tan grande es la ira del corazón de los dioses? (Virgilio, Eneida I)

Canta celeste Musa la primera desobediencia del hombre. Y el fruto de aquel árbol prohibido cuyo funesto manjar trajo la muerte al mundo y todos nuestros males con la pérdida del Edén, hasta que un Hombre, más grande, reconquistó para nosotros la mansión bienaventurada. (John Milton, El paraíso perdido I)



Quién me diera una musa de fuego que os transporte al cielo más brillante de la imaginación; príncipes por actores, un reino por teatro, y reyes que contemplen esta escena pomposa. (William Shakespeare, prólogo de Enrique V)

Estas, que me dictó, rimas sonoras, culta sí, aunque bucólica Talía. (Luis de Góngora, primeros versos de la Fábula de Polifemo y Galatea)

No importa la procedencia de aquello que suscita alterar nuestra conciencia provocando el acto creador. El temblor de la nostalgia, la caricia que suscita la pasión, la fe irreducible o la disciplina constante, la transformación de todo cuanto apresa nuestros sentidos embriaga el alma con un soplo de “pecado” de escapar al tiempo limitado de nuestra existencia y deletrear entre los labios, degustar enredada en la lengua aquella mítica “sabiduría” que expulsó a los padres primeros. La fuerza autoral que envidiamos del creador desconocido, aquella que nos aterra y nos subyuga.

Si la inspiración tiene una nota femenina que la identifica con las musas, con mujeres que dan luz, es decir, dan vida ya sea literalmente o contagian un entusiasmo creador y vital es inevitable pensar en Eva, la madre primera de los cristianos y cuyo nombre en hebreo es fuente de vida y que también se relaciona con el respiro; así pues la inspiración es vida que llega como el viento, que abreva de la fuente de la memoria y que un día se irá al expirar, al soltar el último aliento, mientras tanto como las palabras del poema de Lorca que me sirve de antesala, persigamos la inspiración con todo el deseo y el arrebato con que el Aire persigue a Preciosa.

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