Debo confesar que desde niña no lloraba al final del viaje. Esta mañana me levanté dispuesta a hacer mi maleta para volver a casa y lloré caprichosa como cuando era niña por la sinrazón de volver cuando el ánimo todavía no está dispuesto y la curiosidad no se ha saciado. Sobrepuesta comencé a empacar, hice mi maleta.
Me acordé al hacerlo del título de una exposición que vi y que se llama Maleta Mexicana. Existe también la película que habla del hallazgo de una maleta que fue encontrada en la ciudad de México en 2007 al fondo de un clóset y que contiene los negativos de un grupo de fotógrafos en exilio que pudieron documentar la historia del fascismo en España: Robert Capa, David Seymour, y Gerda Taro. Es la colección de imágenes del pasado rescatadas en el presente, son símbolo del poder y la fragilidad de la memoria y sobre los lazos históricos entre México y España. No me quiero ir, pero sobre todo no quiero olvidar, es por eso que escribo todo esto, el hechizo de las palabras es que son nexos poderosos que fijan los afectos y los traducen en historias.
Dispuse sobre la cama aquello que habría de llevarme y me percaté que tendría problemas por el sobrepeso fue difícil guardar la colección de ventanas vascas, la excitación que a modo de monumento quedó como souvenir por la belleza de los paisajes, de los palacios e iglesias; frágil, pero no menos pesada, es la gratitud a mis compañeros viajeros y a los huéspedes que nos atendieron.
Lo más pesado y más preciado son las palabras de peso de Kilmen Uribe, Imanol Zubero, Galo Bilbao y Tomás Valladolid. Son palabras para armar, palabras que se desdoblan en mil más y que hablan de paz. Las de Tomás fueron las últimas, debo plancharlas mientras empaco así que las comparto mientras las meto una a una a la maleta:
La primera es razón, nos recuerda que es el término que todos portamos, lo más común, nos confiere igualdad y nos hace sentir políticos, nos hace sentir cercanos y confiados, nos hace libres pero obligados a la servidumbre voluntaria de vivir en sociedad. Toda reivindicación es una reivindicación de razón, de validación y estimación.
Recomienda, ante una ética del hipermercado, hacer de la razón ética un punto de fuga donde confluyan las múltiples racionalidades, por ello debemos aceptar que todo discurso sobre la razón es un discurso materialmente mediado, influido, materializado. La razón está ubicada, sólo en el relato conceptual podrían presumir no estar situada. Por un tiempo hemos privilegiado la razón lógico científica pretendiendo que no era una razón moral y excluyendo cualquier otra forma de razón, Tomás nos invita a pensar en la razón ético crítica, razón político democrática, histórica, de carácter reconstructivo que deberá escapar de lo ideológico, que no consiste en encubrir la realidad. Se trata de una otra razón, plural, que comienza su camino aceptando que hay otras razones, otros ensayos. No busca una conclusión exclusiva de las cosas. Va en contra de la colonización de la racionalidad, el discurso lógico, la razón científico técnico, del que hemos hecho un principio único, incluso desde la perspectiva moral.
La razón discursiva privilegia el diálogo, restituye el significado de “logos” como palabra, principio orientador, y que a veces se traduce por razón, la razón discursiva es plural y se reconoce reconstructiva. Lejos de perseguir la autoafirmación de la identidad propia mediante un relato narrativo y selectivo, apologético de la historia singular, procede más bien de una actitud que se abre a la reivindicación de las víctimas, comenzando por aquéllas que no han podido o podrán hacer escuchar su voz. Es descentrada, no narcisista, reconoce su propia irracionalidad y barbarie.
Es una razón anamnética, que no olvida, que se fundamenta en el recuerdo, que no admite nunca un pensamiento sin experiencia, que le interesan los hechos pero en tanto son acontecimientos morales que nos obligan a esforzarnos. Que nos obliga a pensar en nuestro presente de forma ilustrada, críticamente, ser no es sino en rigor llamarse, aprender a ver gracias al nombre a la emoción y a la historia que tienen las palabras del saber y el dolor que hay detrás del concepto. Deber quiere decir derecho, pagar la deuda, el equilibrio de todos los deberes constituyen al derecho, narrar no es contar en la reconstrucción es dar cuenta de sí misma, de su irracionalidad. Nunca una razón que intente ocupar únicamente todo el espacio que quiere contar cuentos pero no dar cuentas ¡Qué difícil tarea pero que digna!
Pienso esto cuando a lo lejos miro el periódico de hoy que reposa en la mesa de mi cuarto, García Marques ha perdido la memoria. Ahora empaco la tristeza, pero recuerdo el énfasis que el escritor hace de la memoria en Macondo y revivo sus palabras cuando el pueblo entero de Macondo padeció la epidemia de olvido. “Aureliano marcó con el nombre respectivo a todas las cosas para identificarlas: mesa, silla, reloj, puerta, pared, cama, cacerola…viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita…En todas las casas se habían escrito claves para memorizar los objetas y los sentimientos. Pero el sistema exigía tanta vigilancia y tanta fortaleza moral, que muchos sucumbieron al hechizo de una realidad imaginaria, inventada por ellos mismos, que les resultaba menos práctica pero más reconfortante. Pilar Ternera fue quien más contribuyó a popularizar esa mistificación, cuando concibió el artificio de leer el pasado en las barajas como antes había leído el futuro”.
Creo que el esfuerzo al que Tomás nos invita se parece un poco al de Pilar, pero no busca la irrealidad, muy por el contrario, nos obliga a regresar a todos los tiempos y dar voz a todos los que quedaron en silencio sepultados por versiones oficiales.
La memoria es un camino que se vuelve a evocar y cada vez cobra mayor sentido, es el campo de batalla que hace presente al pasado para construir con él, para no olvidar, que caso tiene estrenar días sin vínculo con lo que fue, los niños se arriesgan a reconstruir el juego cada día, a volver a empezar a no perder el entusiasmo, a diferencia del adulto que entiende todo mediante títulos de propiedad los niños se esfuerzan por convocar la vida, por ahuyentar el tedio, hacen juguetes con trapos, imaginan paraísos en campos baldíos.
Sí señorita pago el sobrepeso, las, palabras, las memorias y el recuerdo bien lo valen.