En la narrativa se llama veracidad a aquella congruencia que debe presentar un mundo de ficción, fiel a su adjetivo se opone a la realidad y convoca sus propias reglas; el lector accede a entrar a ese mundo y a suspender la intromisión de aquello que llamamos realidad. El goce de las narrativas ficticias es un acto privado pero, ¿Qué pasa con las narrativas sociales y políticas? Hace unos días escribí que el senador vasco Imanol Zubero recomendaba la deliberación pública y privada para esclarecer y dirimir los conflictos. Ahora que las elecciones se llevaron a cabo no encuentro más que electores violentos dispuestos a creer la narrativa de su elección sin deliberación alguna, se recurre a la descalificación, al rumor, a la violencia verbal con la menor provocación, o a la inversa la hostilidad está en el aire, sin respeto alguno por las posibles preferencias de un interlocutor el soliloquio del aferrado político, ya sea adscrito al candidato ganador o a los que no lo fueron, intentan, abiertamente la descalificación o detonar la discusión.
Pascal Bruckner en su interesante libro La tentación de la inocencia, aclara que esta condición en el mundo moderno es una especie de estado de gracia que despoja a los individuos de la carga de la responsabilidad. "Llamo inocencia a esa enfermedad del individualismo que consiste en tratar de escapar de las consecuencias de los propios actos, a ese intento de gozar de los beneficios de la libertad sin sufrir ninguno de sus inconvenientes". Bruckner inventa dos categorías para ilustrar sendas modalidades de la inocencia rediviva: el infantilismo y la victimización.
En lo personal y con todo respeto, no me parece digno de crédito aquel que se victimiza incluso antes de haber perdido, desde luego y con toda claridad hablo de la postura del señor López Obrador, aclaro que hablo del discurso y no de hechos puesto que, a diferencia de todos aquellos que aseguran que hubo un fraude electoral y que las pruebas les parecen contundentes, yo sé algo de lenguaje, de narrativa y de discurso, no soy autoridad ni perito electoral. En cualquier discurso narrativo, un actante que antes de cualquier suceso se declara agraviado levantaría sospechas sobre su inocencia. Tomando en consideración esto último desde la apreciación moderna que le imprime Bruckner, la tentación de la inocencia ante el juego electoral consiste en legitimizar instituciones para contender y desacreditarlas cuando el veredicto no es favorable.
Tuve el privilegio de tomar una clase con el filósofo Galo Bilbao integrante del Centro de Ética Aplicada de la Universidad de Deusto quien dedica su vida al diálogo y reivindicación de las víctimas de la violencia. Mucho de cuanto expuso me motiva a opinar sobre algunos aspectos en torno a la situación política de mi país hoy. Lo primero que me queda claro es que hay ciudadanía a partir del momento en que el individuo acepta suspender su punto de vista privado para tomar en consideración el bien común.
En ese esfuerzo es que escribo estas líneas. Galo aclaró, primero que nada, el concepto de víctima y precisa que todo diálogo para la paz debe ubicar a la víctima. En el caso concreto de nuestro país, hasta el momento no hay víctimas a menos que nuestras instituciones señalen y corroboren que se efectuó un fraude electoral. Lo que sí ubico es la victimización de los perredistas y sus simpatizante quienes, de tener evidencias y razón en un acto de dignidad, deberán promover el esclarecimiento del agravio al que aluden en lugar de violentar, afirmar y suspender la disertación.
En una ética del discurso, el filósofo recomienda dar respuesta a las siguientes preguntas ¿Qué se puede hacer, con quién se pude hablar, en qué condiciones? Lo malo de los ofendidos en este caso, es que hablan por hablar, esgrimen que nada se puede hacer y recurren a la violencia verbal, el descrédito de todas las instituciones que pueden dirimir este problema desde el ámbito legal. Galo nos dice que para evitar la victimización es esencial una ética de la conciencia y de la responsabilidad, que evite el fanatismo, el integrismo, el moralismo, el pragmatismo, el cinismo, y el utilitarismo.
Afirma que se debe distinguir lo pre partidario de lo partidista, es decir, todo aquello que de hecho existe en el discurso que está al margen de la simpatía partidista, los hechos puros, lo compartido políticamente sobre la ideología particular partidista, en este caso ¿qué debemos esclarecer? ¿hay delito que perseguir? ¿quiénes y cómo deben dirimirlo? ¿Cuál es mi participación concreta en este asunto desde mi responsabilidad ciudadana? Se debe discernir la narración de la reflexión. Para privilegiar la reflexión nos recomienda analizar cada nivel de la narración a partir de sus distintos niveles:
1.Se debe valorar la injusticia en concreto para su reclamación o validación y no la expresión del sufrimiento.
2.Se debe asumir el marco temporal de la interpretación, es decir el momento histórico de la interpretación de los hechos.
3.Sugiere cautela ante lecturas previas, anteponer la conciencia y el recelo ante la lectura personal y la interpretación subjetiva
La ciudadanía debe hacer sus aportes para buscar la verdad, para legitimizar la justicia y para ello debemos de preguntarnos ¿Cómo me implico en este caso? ¿Hasta dónde puedo emitir un veredicto? ¿Qué tipo de lenguaje dignifica la pluralidad de posturas y el derecho democrático? ¿Me conduzco éticamente?
Otro filósofo también español José Antonio Marina nos recuerda que “Cuando los seres humanos se libran de la miseria, de la ignorancia, del miedo, del dogmatismo y del odio evolucionan de manera muy parecida hacia la racionalidad, la libertad individual, la democracia, las seguridades jurídicas y las políticas de solidaridad”. Creo que Peñistas, Pejistas, Panistas o apartidistas todos queremos para nuestro país lo que implican las palabras de Marina, hagamos un esfuerzo común.