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En la morada del País Vasco

  • Regina Freyman
  • 4 jul 2012
  • 6 Min. de lectura

“...me abandonaba a mi locura como a la vera de una mujer que … ama”

Stendhal

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Santa Teresa recorrió siete moradas hasta alcanzar el éxtasis. Me acordé de esto porque entré a las moradas Vascas, 3 lugares que se abrieron a mí, además “en la morada” suena a una condición que me es común desde que llegué a esta región.

San Sebastián me robó el aliento, Santander desata mi asombro, Vitoria suscita mil reverencias pero Bilbao me ha robado el alma. Para muchos padezco el "síndrome de Stendhal", una peligrosa enfermedad que deja al alma enamorada.

No se trata solamente de un padecimiento figurado, parece ser que está documentado por psicólogos que han atendido casos concretos. Afortunadamente padezco sus virtudes y no los síntomas que maltratan al cuerpo. Haré un pequeño paréntesis para explicar este mal, nació en la iglesia de la Santa Cruz de Florencia en el alma de Marie Henri Beyle (Stendhal), por tanto él inventó la enfermedad y le dio nombre. Lo describió por primera vez en su libro de viajes Roma, Nápoles y Florencia hacia 1817. Las Sibilas de Volterano, lo sedujeron con tal intensidad que confiesa: “la vida se me había desvanecido, caminaba con temor a caer” “...tenía la necesidad de la voz de un amigo que compartiese mi emoción.” Considero pues que en mi curación terapéutica, estas palabras que comparto con usted lector de etcétera, me han brindado al amigo que permite la catarsis de mis emociones.

Mi primer visita después de Bilbao por el País Vasco fue su capital, Vitoria, en euskera, Gasteiz y oficialmente Vitoria-Gasteiz. Se acompaña por la leyenda de «muy noble y muy leal». Vitoria engarza la arquitectura gótica y renacentista, barroca, neoclásica y romántica en un espacio que mira hacia el futuro, todos los servicios urbanos al servicio de su población. La planificación ha sido una constante en su devenir histórico y tanto que ya Víctor Hugo la llamó «villa gótica completa y homogénea». Fue escenario de la Batalla de Vitoria el 21 de junio de 1813, donde las tropas francesas se retiraron tras ser derrotadas por el Duque de Wellington, por ello Beethoven le compuso la sinfonía op. 91 Wellingtons Sieg o Die Schlacht bei Vitoria o Siegessymphonie.

En lo personal me pareció muy bella y responsable, no sabía que es actualmente es Capital Verde Europea (European Green Capital) y por sí misma me lo hizo saber, la plaza de España estaba repleta de niños involucrados en una serie de concursos y juegos que los adiestran a ser ciudadanos responsables y comprometidos con el ambiente. Pequeñines divirtiéndose con el reciclaje, las reglas de tránsito, en fin un Six Flags ciudadano.

Para coronar mi visita entré a una tienda de juguetes educativos digna de un cuento de hadas no por nada se llama “Érase una 1 vez”, su dueña es propietaria de una peculiar historia, quedó viuda y decidió tras la desgracia recomponer la vida, juntó dinero y abrió este fructífero negocio, al tiempo quiso restablecer su vida amorosa, el medio fue la búsqueda por internet. Sus múltiples aventuras la llevaron a escribir un blog que llamó la atención de tal modo que se convirtió en libro: Romeo no está conectado . No he leído aun el libro de Ágata la Julieta cibervitoriana (en realidad su origen es barcelonés) a quien agradezco me regalara esta linda historia y transcribo parte de la contraportada de su libro:

“Recordáis cómo era ligar en la adolescencia? En general, la vida no nos había castigado demasiado o más bien nada. Nuestra ciudad era un pequeño universo y nosotros, proyectos de cometa que nos encontrábamos por sus rincones... Veinticinco años más tarde el panorama es muy distinto. Estamos solos …la vida nos ha arrollado y estamos en proceso de reconstrucción. Ahora nos encontramos en el ciber espacio a través de una fotografía y un perfil que colgamos con la esperanza de que alguien se sienta atraído hacia nosotros”.

El amor me ha perseguido, en Madrid una pareja de novios festejaba a gritos en el aeropuerto, en la estación de autobuses un chico en pleno festejo de su despedida de soltero viajaba por el país vasco vestido de un peculiar hombre araña con un pene descomunal y testículos de tela a modo de corona, de forma respetuosa accedió a tomarse fotos conmigo ¿Me pregunto qué pensaríamos de un hombre ataviado así paseando por la Tapo y más aun si nos acercaríamos a pedir fotos? Probablemente mis preguntas se construyen de prejuicios, ojalá así sea.

Llegué a San Sebastián (en euskera Donostia) donde el mar Cantábrico se casa con la ciudad, dos novios en traje de carácter nos reciben montados en el novios en el carrusel de los jardines de Alderdi Eder Alderdi-Elder que no por nada significa, en vasco, "Hermoso Paraje". El carrusel se adorna por obras de pintores de vanguardia, desde los impresionistas como Van Gogh hasta cubistas como Picasso. La novia en la escalinata central despliega la enorme cola de su blanco vestido, su novio la escolta al lado derecho, hermoso símil de las olas del Cantábrico que lamen las finas arenas de la playa La concha, en lo alto del Monte Urgull la estatua del Sagrado Corazón parece un novio que resguarda la bahía. Habrá que volver para el 2016 que será Capital Europea de la Cultura junto con Breslavia.

Santander el nombre actual proviene del nombre de Puerto santo de san Emeterio. A todas luces se trata de una ciudad rica, sede del banco que lleva su nombre, de aquí me llevé la estatua de un hombre de pipa, a sus pies había un poema. Un poeta perdido en Santander fue una historia que me conquistó así que averigüé que se trata de “Pick” o “El peatón”, poeta y articulista José del Río Sáinz, más propiamente se le conoce como el “poeta del mar”, pasaba sus horas libres en los puertos, en los cafés y sentía cierta devoción por las rameras. En sus Versos del mar (1924) nos dice:

Cada ramera tiene su historia

y como propia luce la gloria

del héroe amante que de su cama

saltará un día gentil y fuerte

para acostarse con otra dama,

con Doña Muerte.

Me llevo también su poema a La ría de Bilbao y de La bahía de Santander:

La ría de Bilbao es una lanza

que Europa nos clavó en la costra dura

del litoral; al corazón alcanza,

mas en vez de matarnos, letra a letra

por ella en avalancha de cultura

el pensamiento universal penetra.

Por el hondo rasgón y la ancha herida

la sangre a borbotones no se escapa;

antes bien, a esa herida va atraída

la fuerza misteriosa de la vida

desde todos los ámbitos del mapa.

La ría de Bilbao guarda en su agua fangosa

una rosa fragante de roja lozanía;

si revolvéis el agua y encontráis esa rosa,

volvédmela, ¡esa rosa es la juventud mía!

Eso es para el poeta la ría de Bilbao.

Vapores que descargan carbón y bacalao;

cafés cosmopolitas en las claras riberas;

sinfonía de pitos y campanas; banderas

tremolando sobre una gregaria multitud,

olor a brea y yodo,

y, lo mejor de todo,

la divina y eterna palabra: ¡Juventud!

Adoptaré también a los raqueros, un monumento consta de cuatro chiquillos congelados en el tiempo, uno de pie mirando hacia el mar, dos sentados, el último ha quedado casi suspendido en el aire como un Tántalo que se le promete el agua. Representan unos personajes típicos santanderinos, "raqueros" niños pobres que se mantenían a base de rescatar las monedas que les tiraban los turistas al mar. Todos somos raqueros en busca de tesoros por ello me llevo a estos niños que representan el arrojo y la subsistencia.

Mi colección favorita son las ventanas que he fotografiado de estos lugares con la ilusión de pensar que algo de la vida íntima de la gente que ahí habita quedará resguardada en una imagen y la llevará de vuelta a casa. De esa misma manera algo de mi alma se transluce y queda en mi andar por esta región como los caracoles que van dejando un rastro de plata, quiero pensar que algo aunque sea poco contagiará a alguien para que venga aquí a dejar también un pedazo de su historia.

Me voy como la Santa, extasiada.


 
 
 

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