top of page

Un museo me acaricia

  • Regina Freyman
  • 28 jun 2012
  • 3 Min. de lectura

museo_greco_43_m_c_victor_gascon_jpg_1306973099.jpg

"Mamá quiero ser pintora, aunque sea de paredes"

Andrea, la niña que siempre quiso ser pintora.

Entro, te veo, te observo, te hago cosquillas, te muestro, te siento, eres quien me hizo esto, me introduzco en el poema, lloro, clamo, muerdo tus labios, respiro tu aliento, palpito, te huelo en mi piel, digo la palabra, digo tu nombre, te evado...

Esto y más me dice el Museo Guggenheim al entrar. Una cascada de letreros Led me seduce como la galleta que ordenó a Alicia " Cómeme" antes de iniciar su odisea por el país de las maravillas. Lacascada de luz me lo dice en español, inglés y vasco. Es la Instalación para Bilbao de la artista estadounidense Jenny Holzer. Dejo que la lluvia de letras caiga sobre mi cuerpo, me baño de palabras, entro al poema.

Acaricio la piel del edificio, son escamas de seda plateada, un año llevó al artesano lograr esa tonalidad que refleja la luz de un modo singular. Diseñado por el arquitecto canadiense Frank O. Gehry, el museo se inspira en las carpas vivas que solía pescar con la abuela, al llegar de la pesca las ponían en una tina y al niño Gehry le gustaba acariciarlas, sinuosas nadaron hasta su subconsciente. La enorme carpa de plata es eslabón entre la ciudad y la ría, todo fluye, así me desplazo hasta la terraza donde la araña Mamá me mira a lo lejos, su vientre está cargado de huevecillos, es una oda a la madre de la artista Louise Bourgeois, su madre era una tejedora de tapices poderosa y frágil, un ramo de tulipanes gigantes desvía mi atención. Son esferas gigantes del artista kitsch Jeff Koons (creador también de Puppy).

Mi travesía me remite constante a las aventuras de Alicia, me es inevitable, siento que empequeñezco ante arañas, perros y tulipanes gigantes, como Pinocho o Jonás transito en las entrañas de un enorme pez. Me topo con un laberinto, "La materia del tiempo" de Richard Serra, son 8 figuras geométricas imposibles, hechas de metal oxidado de distintas tonalidades, las paredes se curvan, se cierran, se abren, se enchuecan, me aplastan, me abrazan, me ciñen, me marean. Son dos palmas enormes que me acarician o aprietan, me confundo, me siento mareada, la escultura interactiva suscita el desconcierto. Serra nos recuerda la individualidad, se es ser humano de modos y en tiempos distintos, nos provoca a sentirnos y recuperar la experiencia de uno mismo. Pero esa es la primera parte, al salir, uno crece y sube hasta el segundo piso donde de forma panorámica se ve el laberinto, seres pequeños recorriendo sus sendas. Ahora somos obligados a pensar en lo público, la comunidad, hormigas que transitan en el espacio.

El Guggenheim me manipula. Me seduce, indefensa tras haberme minimizado, agrandado, individualizado, al grado de sentir que transito en un templo, me lleva hasta la obra de Christian Boltanski "Humanos" un cuarto cerrado exhibe los rostros que provienen de antiguos periódicos 2000 fotos, los rostros de los muertos del Holocausto, cientos de focos eléctricos flotan y alumbran de forma tenue que nos lleva cierta mística dolorosa ¡No lo olvides! Parece sentenciar el artista.

Subo a conocer los paisajes casi psicodélicos de David Hockney, el hombre usa técnicas que parecen proceder desde Altamira al Ipad para plasmar paisajes florescentes.

Tres horas y media de sensualidad dejan a cualquiera " Un no sé qué que queda balbuceando".

 
 
 

Commentaires


  • Facebook App Icon
  • Twitter App Icon
  • Google+ App Icon
  • Instagram App Icon
  • LinkedIn App Icon
bottom of page