Mad Men, la quinta temporada y el "Yo Soy 132"
- Regina Freyman
- 12 jun 2012
- 6 Min. de lectura

Héctor Sánchezbenitez
Los Beatles siempre darán un sentido mayor a todo lo que se hable, escriba o diga de los años sesenta, de la filosofía de aquel momento, la búsqueda del regreso a lo simple, las ideas orientales, la aspiración a vidas comunitarias, amores libres, el disfrute del arte en un sinnúmero de expresiones nuevas, diferentes y elocuentes para reconocer a la denominada sicodelia.
El capítulo ocho de la quinta temporada de la serie de televisión Mad Men culmina con música de los Beatles del álbum Revolver, uno de los más revolucionarios, en todos los sentidos, con este álbum, derribaron estructuras dominantes y aportaron otras nuevas, tal es el significado de lo que se presenta como epílogo a ese episodio que abre, aun más, el mundo de la liberación femenina, del pensamiento juvenil, del reconocimiento de otras agendas sociales que involucraron asuntos más allá de la economía, el capitalismo, la explotación de los recursos y de los trabajadores, el nacionalismo o la modernización tecnológica y nuclear, que sometieron la atención en los movimientos sociales.
La serie cuenta la historia de los Estados Unidos a través de una de sus actividades más emblemáticas: la publicidad, pero a lo largo de la quinta temporada se muestran aún más cambios en los hábitos cotidianos en el mundo de la publicidad y de la vida de sus protagonistas, seres comunes que fueron parte de las transformaciones del “american way of life” como se les venía presentando en las anteriores temporadas, pero es en este capítulo, el octavo, se marca el nacimiento de los movimientos juveniles que sacudirían en el año de 1968 a muchos países en demanda de cambios.
El protagonista principal de la serie Don Draper se cuestiona las razones por las cuáles la música toma tal protagonismo entre las audiencias, en la sociedad, él la veía ligada a la publicidad como un mero recurso de ambientación, de memorización comercial, sin embargo, no se trata de solamente de música para cantar o bailar, menos aun para repetir las tonadas de una marca, ahora la música se escucha también para pensar, para expresar ideas revolucionarias, para convocar a realizar cambios radicales, distintos a los que los sociólogos o intelectuales previeron y ejecutaron; los líderes de movimientos sociales quedaron esclerotizados frente a las nuevas propuestas que tenían los jóvenes, los artistas y los pensadores populares.
El movimiento artístico se integró al movimiento social que demandaba reconocimiento, paz, libertad de expresión, tolerancia y especialmente amor, algo muy distinto a lo que parece interesar a las generaciones de la segunda década del siglo veintiuno, que se congregan para fortalecer una agenda social desgastada y a punto de caducar, el movimiento “soy el 132” se ve a la distancia como una especie de transfusión de sangre a un cuerpo decadente y moribundo, trajo a un proceso electoral poco diferente a otros, sin mayores novedades en las propuestas o el manejo de las campañas cierta frescura e interés; desafortunadamente la actitud de rechazo a un candidato y especialmente a un modelo de televisión comercial, que ha provocado una gran convocatoria son consignas que tienen poco de revolucionario, de propositivo hacia un verdadero cambio, no como el que ofrece uno de los candidatos, afirmando que es el verdadero cuando es claramente más de lo mismo, pues el arribo de un grupo político u otro, no abre las puertas a lo que debería estar en juego, esto es, un cambio en el sistema de gobierno y en el tipo de democracia, pero sobre todo de sociedad, de aquella a que aspiramos ser hacia el porvenir y o hacia el pasado, hacia un arcaico discurso de políticos con colores que cambian pero no con instituciones que se transforman desde abajo, no desde un mesiánico guía, que como sabemos no hay alguno que verdaderamente valga la pena en la historia, ni siquiera Marco Aurelio que pretendió gobernar con honestidad y con una gran fe en la filosofía, enfrentando lo que el poder implica respecto de la condición humana.
Apreciar la televisión y sus productos, así como criticar la basura de contenidos que se transmite a las grandes audiencias de la televisión abierta, es un acto de rebelión contra uno de los poderes, pero la realidad es que no son los únicos responsables de la baja cultura del país, lo son también otras instituciones, como el propio magisterio o las iglesias que lucran con la fe de las personas. Hay un movimiento que no parece proponer otra cosa que el cambio de las televisoras y la victoria de un candidato que ya fue derrotado en lugar de otro que lleva la delantera y que es identificado como una fabricación de la televisión comercial.
Mad Men es una buena serie como muchas otras que se transmiten y que hacen análisis sociales profundos a través de narrativas bien logradas y de producciones que llevan a la audiencia a recibir experiencias de aprendizaje que detonan cambios en la vida; no todo lo que hay en los medios ni todo lo que se produce comercialmente es basura, a pesar de que la mayor parte lo sea, en eso no hay duda de que se requiere cambiar, los mismos Beatles han sido un éxito y un plan comercial desde sus primeras grabaciones, de que los monopolios mediáticos deben ser transformados, pero también muchas otras cosas que no se ven socialmente a los ojos y que ocurren como la diversidad y libertad sexual, la nueva moral, la movilidad social, el abuso de confianza, el uso de drogas, el consumismo y la ignorancia cultural, entre tantas.
Así, la canción “Tomorrow Never Knows” de los Beatles que cierra el capítulo 8 de la quinta temporada de Mad Men, es un símbolo de una revolución, de uno de los movimientos que hizo posible que hoy miles de jóvenes salgan a la calle sin ser reprimidos, de que se respeten más sus ideas y sus preferencias, de que haya libertad de expresión. Es altamente significativo que podamos suponer que el protagonista de la serie se percate por un momento, de que pertenece a una generación que se extingue, que luchará por permanecer pero que cederá a un inevitable cambio que está en marcha.
Dos formas de compromiso, dos momentos históricos que atienden muy distinto la idea de revolución, la ruptura se hace necesaria cuando se desbordan los moldes, Mad Men muestra cómo los jóvenes buscan hacer patente la obsolescencia de las instituciones y se manifiestan, lo hacen con su aspecto, su palabra y hasta cantando, si los Beatles son emblema y sus canciones llevan el mensaje: amor y paz, la pobreza del movimiento a la mexicana ( sin negar que tiene su nobleza) se instala en el cansancio, no hay propiamente estructuras que romper, es seguro que hay mucho que reformular pero eso implica un activismo y un compromiso que no se dirime sólo en la red y en marchas que son más un happening de verano que el despertar político o cívico, el movimiento puede expresarse también con música, Molotov es el grupo que canta sobre el hartazgo, quienes simplifican las consignas en frases como "qué bobo es Jacobo" por retomar el espíritu del movimiento que hace del reclamo a los medio el centro de su "ideología". Desde de un medio y contra otro, la sustancia se diluye.
La palabra nos es natural, la poesía es el estado sublime que esta facultad alcanza, todos hablamos, muy pocos hacen poesía; revelarnos nos es natural, lo hacemos a diario frente a los asuntos más nimios, lo hace un niño al negarse a obedecer, una revolución supone una serie de acontecimientos que trastocan el mundo que no podrá volver a lo que era. Los sesenta cambiaron al mundo, su juventud operó y representó el cambio; en el 2012 el mundo cambió y estos jóvenes buscan su lugar, del mismo modo que la revolución gay había triunfado cuando Molotov cantó al conservadurismo mexicano "Puto, puto".
Mad Men es la historia de un pueblo que, nos guste o no, ata la historia moderna de prácticamente el mundo entero, muy absurda queda la idea de un pueblo sin historia, la serie muestra la complejidad de una nación que se forjó en el comercio, la guerra, el arte y por supuesto los medios de comunicación, pero sobretodo un pueblo que sabe contar, narradores sin par que en este caso hacen comercial y elevan a lo artístico un periodo de sus vidas, que nos invita a reflexionar sobre el presente y sobre el futuro ¿Sabrán los 132 hacia dónde se dirige la trama?
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