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Regina Freyman

El laberinto de Ícaro

(Mito a modo de resumen inspirado por el libro Vivir: tratado de la desesperanza y la felicidad de André Comté-Sponville)

No fue casual que el amor fuera primero. Una fuerza misteriosa voló sobre el Caos para poner orden, para dar sentido. La Tierra experimentó un fuerte deseo de otro en quien mirarse, contra quien retarse, conversar, compartir el silencio y exhaló, de su anhelo surgió el cielo, desde entonces lo amó, se amaron, recíprocamente se miraron. Algo siempre escapa por eso sería tonto decir que se poseen, se miran, se presuponen, se acompañan, parecen sostenerse pero eso es efecto de un reflejo, de una ilusión necesaria.



Engendraron pues todas las ilusiones, irradiando con deseo a sus descendientes, los dioses y a sus nietos, los hombres. El padre lanzó su espuma al mar inventando las olas, de ellas manó el deseo hecho mujer, las horas la acompañan porque sólo ella conmueve al tiempo, su hermano Cronos, ése que devora inmisericorde toda la materia. Las horas rendidas son hijas de un tiempo nuevo, ascendente y eterno el instante oportuno en que se vive y se goza, el que no piensa en muerte, dadivoso y pródigo donde todo se da sin reserva, generoso porque sabe que todo es ilusión, entonces nada hay que perder y un segundo es igual a siempre.

Afrodita es la reina suprema, la que conmueve al viento, la que invoca al deseo, Afrodita voluptas, su andar despierta al placer y la naturaleza se crea “fuerza vivificadora de la naturaleza que introduce el deseo en los seres vivos y que hace nacer y crecer a todas las cosas”. Todos los seres, dioses y hombres, nacieron de la algarabía que siembran sus deseos. El dios de la guerra duerme en su regazo tras la dura batalla, porque Afrodita es placer de dos formas: dinámico (sexualidad, acción y generación) y estático (ataraxia, placer del equilibrio, placer en reposo de la paz y la sabiduría).

Los hombres asumieron la ilusión de dioses eternos y sufren por su finitud, no hay vida tras la muerte, hay vida y después nada --Qué puede preocuparte la muerte cuando no es nada-- grita Eco a la distancia, pero los hombres no escuchan, adoran ídolos que les regalen salvación o se miran como

Narciso enamorados de una espejismo. Eco vuelve a gritar: --Vive, eso es algo y no nada. Pero Narciso no come, ni duerme, engañado por su destello.

Espalda contra espalda miles de Narcisos persisten cada uno mirando entre sus sueños. Zeus es vengativo y traicionero, no quiere que los hombres aspiren ser dioses, envía con Pandora un cofre de calamidades. Ella busca la verdad no puede resignarse a no mirar, a no conocer el contenido, a seguir bordando la ilusión, al abrir el cofre de oro y plata escapa la muerte y el hambre, la guerra entre los hombres. Pero la peor de las catástrofes anida al fondo sugiriendo una nueva entelequia, me llamo Esperanza dijo con voz dulce y formó una religión, promesas de vida tras la muerte, distractores que secuestran a Kayros, dios del instante de la vida presente, de la única verdad posible, de la única eternidad para mortales.

Los hombres quedaron prendados de Esperanza y pospusieron el placer presente, la luminosa Afrodita se desplaza con sus horas pero parecen todos indiferentes, Esperanza la cubre con su manto ilusorio de salvación, del futuro perfecto, del ego engañoso que espera recompensas, de la tristeza que busca gozo en el pasado ido, en la nostalgia inerte.

“Cada uno constituye su propio Grial y el viaje en su búsqueda nunca acaba, el yo es el objeto mítico de su búsqueda” Dice Kyros, miras un simulacro real, una ilusión necesaria, sueñas, acepta todo esto, si te crees feliz lo serás, si crees amar, amarás y si crees sufrir el dolor se volverá intenso. “Desesperanza y serenidad” Solo existe Afrodita que es deseo, ley del mundo, los días se le someten, verdad del cuerpo y de la vida, las noches la obedecen. Voluntad de gozo que mueve mis acciones, no hay más vida que el deseo y el deseo primero es el de vivir, vivir lo más posible.

Eres una lucha, gritó Eco, fuerza que se esfuerza: alegría de existir. Si miras el existir abrazas a Kayros y habitas el presente, bienestar desprovisto de inquietud y temor; si anhelas redención te recuestas en la angustia ;si quieres volver atrás esgrimes culpas.

Ríe con los dioses bienaventurados pues todo es una ficción. Inventa Ícaro, tu propio cielo no seas más otro Narciso, ensambla tus propias alas, pues haz de volar hacia el sol, lucidez, deseo de conocimiento aunque luego hayas de caer.

Tu cuerpo desea ser espíritu y ascender para caer, no hay más verdad, abraza el deseo que se juega en ti, se el escenario de Afrodita y hazle el amor, reposa luego en sus entrañas, caer entre la espuma del mar que la engendró y luego… luego, nada, “el silencio tiene la última palabra”.

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