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Regina Freyman

Soy lectora

Para ti y lo sabes porque también eres lector

Yo señores soy Regina Freyman y soy lectora.


Pienso en cómo debo presentarme para un curso sobre comprensión lectora “Pasión por la lectura”; especulo sobre lo que me valida para ostentarme ante otros maestro: que tengo títulos y muchos libros, que escribo, que doy clases de literatura; descarto uno a uno semejantes argumentos, existe sólo uno y muy poderoso:


Soy lectora, tengo pasión por la lectura.



Comencé a leer oyendo como lo hacemos todos, los cuentos y anécdotas de los abuelos, el gato que era de trapo, que se repetía al derecho y al revés. Emprendí travesías por el país de las hadas y acompañe al Dr. Watson en su recorrido por el crimen mientras que su admirado Holmes resolvía para nosotros el enigma. Me metí en la cama con Poe para salir asustada, fui Aura o Pedro Páramo, fui Cossete y viaje a Macondo. Fui Amante de Bolzano y reina de Inglaterra. Juego a los mapas con Borges y me pierdo frecuentemente entre sus libros de arena.


Para prolongar esta pasión estudié letras y fui a más mundos, aprendí que un Omnisciente no viaja en OVNIS y que Extra e Intradiegético no son sustancias inyectables ¿Por eso soy acaso mejor que los que no lee? Puedo nombrar con facilidad no solo tres sino hasta treinta libros que han cambiado mi vida ¿Por eso sería mejor presidenta de mi nación?


Puedo sostener y disfrutar una charla con amigos académicos pero prefiero que mis alumnos me cuente cómo fue que Alicia los sedujo para entrar al espejo, me complace ir a una conferencia de un autor ilustre, pero me apasiona conversar un libro con un amigo. Aprendía a leer para que me pusieran una estrella en la frente y me compraran libros para seguir leyendo. La estrella no distingue sobre los otros, las maestras nobles las regalan fácil, era solo un pasaporte.


No soy mejor que nadie, pienso quizás que me divierto más y muy barato, no quiero gobernar nada porque me es difícil poner en orden mis cajones o a mis propias hijas; además eso me arruinaría el vicio, me sería difícil regresar a la Montaña mágica o a Nunca jamás, me volvería un ser infeliz.


Me gustan las palabras bien dichas y las historias bien contadas, no acepto que porque lleven la firma de un ilustre sean ya por eso incuestionables, ni a la inversa, que se desdeñe cualquier cosa que haga feliz a un lector solo porque no se puede hacer de ello un análisis estructuralista.


Aspiro a tener alumnos que no teman leer ni hablar de sus lecturas, no me gustan los gourmets que no paladean más que caviar de Beluga. Tal vez si logro convencer a los maestros de que no soy más que lectora y siento pasión por la lectura confiesen ellos también su devoción, y hablemos de mil textos que no llevan a fuerza el calzón de castidad del canon y sus alumnos hablen de libros sin ponerse nerviosos para rescatar la lectura de los especialistas, del examen, de la pretensión culterana, para compartir el vicio entre amigos, sin recelo sin pudor y sin vergüenza. Para compartir el vicio feliz de ser lectores.



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