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Espejos que imaginan

  • Regina Freyman
  • 16 feb 2012
  • 2 Min. de lectura

Con los medios de comunicación hay que tener un poco de sana desconfianza, es lo mismo que sucede con los espejos. Uno crece en la inteligencia de que los espejos devuelven fielmente la imagen de quien se les pone adelante…Hasta que por ahí, alguien…empieza a fabricar espejos que deforman.

“La alegoría de los espejos” Alejandro Dolina


Desde que Narciso se enamorara de su reflejo, hombres y mujeres prendados de la imagen nos asomamos a la pantalla en busca de las piezas que construyen eso que llamamos visión de mundo y que cada vez más se alimenta de pantallas que contienen la

reproducción de lo que antes se miraba desnudo. Desde luego que es una prótesis que acerca, la cárcel de fantasmas reales e irreales. Espectro que nos fascina como Faustine al fugitivo de la isla de Villings en La invención de Morel.

Como siempre los viejos mitos, creencias y narra-ciones con sus arquetipos parecían vaticinar las formas de motivación que nos acercan a la imagen: Narciso que

se ama y se busca al fondo de las aguas, la bruja que cuestiona al espejo para ratificar que sigue siendo la “más y mejor”. Dorian Grey obsesionado con no envejecer y quiere ser la imagen inmutable que transita por el tiempo.

Concedamos al espejo la primacía, es el símbolo del retrato que imita (esa es justamente, la etimología de la palabra imagen). Para San Agustín los espejos eran metáfora de sabiduría divina, se dijo que sus


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libros eran confesiones, espejos que reflejaban la perfección y la deformidad. Las viejas consejas dicen que un espejo refleja por momentos a Dios y a Satanás. Según Jean Moliner en el Paraíso antes de que Adán comiera la manzana, había un espejo glorioso que reflejaba la perfección de Dios, tras la desobediencia de la pareja cada que se asomaban a mirarlo el espejo se partía.

Sagrado y maldito, se creía que Satanás era el más apto trabajando los metales y por tanto creador iracundo de espejos. Shakespeare dice en Hamlet que el espejo es enfrentamiento con la verdad, pero eso no es cierto y por ello su nombre es cercano a toda especulación. El espejo se tomó como insignia de la pureza en el siglo XII, la Virgen María lo obtuvo como emblema.

Nos cuenta Mark Pendergras en su Historia de los espejos, que en los años veinte la producción masiva de vidrio y espejo influyó en el cambio cultural de una época que valoraba la imagen, el sexo, el ocio y el entretenimiento: “Los artistas de la época a menudo representaban a las mujeres mirándose en el espejo de cuerpo entero” (Pendergras: 237)

Hoy tenemos espejos que imaginan como la pantalla de cine o la computadora, deforman y reforman la vieja actividad de sus abuelas de vidrio, ¿cómo no es-

tar fascinados? Pues como diría Pericles el recuerdo de la muerte es un espejo que nos recuerda que la vida es un suspiro y fiarse de ella un gran error. Pero si hemos de subir al cielo, ni ahí escaparemos del espejo si imaginamos como Nabokov que el cosmos es un instrumento hecho de fragmentos de cristal que mediante una combinación de espejos hacen al mundo girar

Referencias:

Pendergras, Mark. Historia de los espejos. Barcelona: Vergara. 2003

 
 
 

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