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Final ¿feliz?

  • Regina Freyman
  • 31 ene 2012
  • 4 Min. de lectura

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Los finales me persiguen, pensé antes de comenzar a escribir. Preparaba mi clase sobre cuentos de hadas, como ya se sabe son ecuaciones de palabras que dan como resultado el final feliz típico: “Y vivieron felices para siempre”. Luego fui al cine y vi Hugo maravilloso homenaje al cine. El personaje que hace al viejo mago y cineasta Georges Méliès dice: “Sólo en películas existe el final feliz” luego, un cuento de Margaret Atwood “Finales Felices” me encontró y es entonces que decido hacer un colaje de finales ¿felices?

En apego a la verdad el escritor busca dos condiciones para cerrar: que su final sea inolvidable y que sorprenda. La primera condición es un consuelo de lector, porque acaso, como diría Atwood, el final, aun cuando no se cuente, es siempre el mismo: el protagonista muere. Nuestra propia muerte será lo primero que olvidemos y, la muerte, por más anunciada, siempre nos toma por sorpresa.

Hay finales escatológicos: "mierda" (García Márquez. El coronel no tiene quien le escriba), perezosos: "pero ahora tengo que dormir" (Ian McEwan. Expiación)

Poéticos: "la muerte le llegó sencillamente, como llega la noche cuando se marcha el día" (Víctor Hugo. Los Miserables); nauseabundos: "Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas. Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo". (Clarín. La Regenta) El que mucho se despide… "Adiós risas y adiós agravios. No os veré más ni me veréis vosotros. Y adiós ardor, adiós recuerdos".

(Javier Marías. Mañana en la batalla piensa en mí); el romántico: "Pienso en bisontes y ángeles, en el secreto de los pigmentos perdurables, en los sonetos proféticos, en el refugio del arte. Y ésta es la única inmortalidad que tú y yo podemos compartir, Lolita mía”. (Nabokov. Lolita).

Hay quienes se redimen tras la muerte del protagonista: "Pero a partir de hoy mi vida, toda mi vida, independientemente de lo que pueda pasar, no será ya irrazonable, no carecerá de sentido como hasta ahora, sino que en todos y en cada uno de sus momentos poseerá el sentido indudable del bien, que yo soy dueño de infundir en ella". (León Tolstoi Ana Karenina). El final travieso: ”Porque siempre has querido ser un escritor y no te atrevías. Ahora que te vas a quedar solito, puedes aprovechar, así no me extrañarás tanto. Por lo menos, confiesa que te he dado tema para una novela. ¿No, niño bueno?". (Mario Vargas Llosa. Travesuras de la niña).

Lujurioso y complaciente: "Y luego le pedí con los ojos que lo volviera a pedir sí y entonces me pidió si quería yo decir sí mi flor de montaña y primero le rodeé con los brazos sí y le atraje encima de mí para que él me pudiera sentir los pechos todos perfume sí y el corazón le corría como loco y dije sí quiero Sí".

( Ulises, de Joyce). Un final lúdico: "Alguna vez llegaría a saber jugar mejor el juego de las figuras. Alguna vez aprendería a reír. Pablo me estaba esperando. Mozart me estaba esperando".

(Herman Hesse. El lobo estepario).

Claro está que leer los puros finales es una mutilación, como si se llevara a efecto la petición de mano de un pretendiente y en efecto, nos dieren la extremidad sin todo lo demás. Es el final la pieza última del sentido que reconstruye y otorga coherencia a todas las líneas que preceden, el contundente punto final del que penden cientos de palabras; adquieren orden, construyen un mundo y consolidan el anverso de la realidad fragmentada, una ficción sólida que cierra aunque su final sea abierto. No hay más que agregar, el autor demiurgo callará para siempre. Toda continuación es relectura.

Para los griegos la felicidad o infelicidad era un dictamen que se alcanzaba con el último suspiro, todos los actos de una vida que debían responder a una misión: tener un sentido. Pero volvamos a los textos que me sirvieron de pretexto, Hugo el personaje de la película de Scorcese se consuela al pensar que, como el reloj que se integra de múltiples mecanismos y ninguno sobra, el mundo se articula de muchos seres, Hugo deduce que él debe encontrar su función en el gran mecanismo y así habrá encontrado su fin. Pero Margaret Atwood nos relata los posibles finales en la vida amorosa de una tal María y un tal Juan:

Vas a tener que aceptarlo, los finales nos llevan a lo mismo, por donde quiera que se mire. No te dejes engañar por los otros finales, todos son falsos, ya sea deliberadamente, con intención maliciosa, o simplemente motivados por un exceso de optimismo, sino es que por puro sentimentalismo.

El único final auténtico es:

Juan y María morirán. Juan y María morirán. Juan y María morirán…Los comienzos son siempre más divertido. Los verdaderos conocedores, sin embargo, saben que lo interesante está en el proceso, es ahí donde todo cuenta.

¿Será que en la vida, el final es otro cuento?

 
 
 

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