Buildings, like texts, are inserted into the world of dissimulation to speak of an unattainable order beyond it."
Wigley
El tamaño no importa aunque el nombre sí. No soy casa porque ellas se limitan a guarecer del frío y el calor, tampoco hogar porque, aunque sí doy importancia al fuego sagrado, me siento Mansión, un lugar para permanecer. Uno imagina que un local con esas características debe ser grande y no lo soy, soy complicada, intrincada, un poco barroca, por eso hospedo fantasmas, una vez que entran, es difícil que les permita salir. Digamos que soy aprensiva, me encariño con facilidad. Exagero si afirmo que todos se quedan, unos cuantos, los que no pasan del corredor, los oriento con cortesía hasta la salida. Los que se adentran, los que han llegado tan lejos para profanar mis recámaras o zambullirse en mis baños, quienes han bebido los vinos de mi cava, no se irán nunca.
Ellos me ocupan de modos distintos, rondan por mis corredores hasta encontrar su sitio. Sólo tú te mueves a tus anchas, y te quedas porque sabes que nada te retiene, que puedes salir y entrar, no estás preso, pero llegaste también con todos tus fantasmas, a ninguno se le notan tanto como a ti, los llevas en la cara y los arrastras como cauda de princesa. Digamos que no te perjudican, te confieren un tono que, probablemente, te hace más de casa. Es como si en tu sombra se reflejaran todos los deudos y dolores de esta Mansión que soy, eres un poco el aleph que resume los vicios de construcción y la belleza de todo cimiento. Sé que llevas con estoicismo la capa, incluso finges cierta elegancia pero te pesa. Sabes, algunos inquilinos comienzan a quejarse, tus cadenas son ruidosas, es la única música que se escucha por aquí, eso apaga otras tonadas que, celosas, intentan subir un volumen ya inaudible.
En el sótano vive la vieja, la que se mece en su silla mientras da vuelta a la página, es como las Parcas y toma nota de todos los que entran y no salen, los que se van dejan una nota en el libro de visitas que ella apenas revisa. Lleva los gastos de casa, el recuento de daños y almacena en la cobacha las heridas, roedores que encontraron un lugar cálido para quedarse. Es también ella la vampira, la que bebe sangre de los que entran para hacer con ella el vino que se almacena en las barricas. Se entromete entre los amantes y bebe la tibieza que sube hasta sus mejillas en el momento climático cuando dos se vuelve uno. Tiene una hija, la joven, que como el Aura de Fuentes no envejece y como el aura de Benjamin es un punto atemporal y distante necesario para contemplar la belleza, niña en trance que no crece y siempre se enamora.
Por la escalera que sube a la planta principal, miradas fotográficas resguardan el camino, con cada chirrido de la escalinata de madera, pareciera que los iconos de la nostalgia se burlan del nuevo inquilino. No es así, aquí cuando se ríe, es porque se goza y se festeja, la burla es para quien no sabe que a todos nos toca por igual, nadie se salva. Mi entrada es de losetas de mármol en blanco y negro, tablero de ajedrez, dar un paso produce el temor de una mala jugada por eso mis visitantes se andan con cuidado.
El eco me recorre por la escalera de caracol que es mi columna vertebral, suben y bajan por sus peldaños los susurros y el aliento de todos mis fantasmas, son oxigeno que mantienen vivas las flamas de todas las velas que me mantienen iluminada, fuegos de la imaginación que se vuelven rama, flor o mano descarnada. Inhalo y me oscurezco, soy casa de sombras, exhalo y mis ventanales se llenan de luz, soy hogar encendido, es mi respiración el ritmo de mi calendario.
Mis paredes son fuertes, recubiertas de una delgada capa blanca que oculta la imperceptible verdad que subyace y me mantiene libre de contaminantes, es una máscara que distrae de mi desorden, una seña de mi obstinación por mantener la limpieza de mi interior intacta, la página virgen que te invita a escribir.
Mi arquitectura se basa en el lenguaje, en cúmulos de símbolos y signos que cuelgan y se alinean uno sobre otro, o detrás y delante. Estoy hecha de arquitectura del deseo, al tiempo racional e irracional, más que recintos, mis espacios son sensaciones donde cada mueble es un ancla del pasado y del presente, pero la atmósfera intocable es un secreto que anuncia el porvenir.
La hoguera siempre encendida destila imágenes, fantásticas o pesadillezcas. Aquí no hay llaves, solo manijas que abren a nuevos lugares, móviles, cambiantes como mi temperamento. El armario con cajas y cofres de todos tamaños, es donde te gusta perderte, te escondes de mí en m%u012B. Pero me ronda hasta tu ausencia, me habitas toda sin tregua.
Es mi corazón el ventanal enorme que da a un bosque infinito, al fondo anida las estrellas y una luna enorme y amarilla. Es mi antídoto contra la ciudad hecha de movimiento, ensalada caótica de ruido, imágenes y gente. En la ciudad gana la mirada, en esta casa, nos andamos con tacto, gran parte del tiempo cerramos los ojos para sentir mejor, para no dejarnos llevar por el engaño de las apariencias.
Mis sonidos son nocturnos y el eco es bienvenido, se podría decir que mis estructuras sienten y saben, provienen de la fuente de mi boca, mi cueva fundamental, la primer morada.
Tú mismo lo dijiste, estás hecho de fantasía por eso eres nebuloso como un sueño. Toda mansión tiene su fantasma .