Bitácora de Nada
- Regina Freyman
- 2 jun 2011
- 4 Min. de lectura
«Nada por aquí, nada por allá...»
El mago.

Julián vive con Marina desde hace un año, es estudiante de primer semestre de filosofía y su primer tarea fue responder a la pregunta ¿Qué pasa cuando no hay ser? Así que lo primero que hizo fue pensar en Nada. Como tal es impensable, concluyó que no había trabajo que realizar ni pregunta que responder. Sin embargo, el asunto lo desveló la noche completa y sus pesadillas se afanaron por dar rostro a la Nada. ¿Quién diría que hizo de todo por descubrir la Nada?
Marina le preparó café y le dijo que tiene que hablarle, pero Julián tiene la mirada perdida, los ojos en blanco y le pide que lo hagan después. Se puso a leer toda la mañana en busca de respuesta, al grado de que llegó tarde a trabajar: la excusa era impertinente “Me quedé pensando en Nada” así que optó por no decir nada. Lo pesca el medio día, Marina le sirve sopa e insiste en hablar, pero él se adormece en su libre asociación, recuerda el libro de Michael Ende La historia sin fin, donde la Nada amenazante se va devorando el mundo de la fantasía. Cuando lo leyó en secundaria, a medida que los objetos y seres de Fantasía desaparecían, a él le crecían las ganas de entretener su vida en cuestiones semejantes, ésas que para casi todos no sirven de nada. Luego recordó que Nada es el título de una novela que disfrutó y sufrió en prepa, de la española Carmen Laforet, que cuenta la historia de Andrea, quien llega a la ciudad de Barcelona en los años de la posguerra. La novela llega a crear una atmósfera tan asfixiante que consigue traspasar el papel. En algún punto de la novela uno de los personajes responde que no le pasa "Nada", esa es la única respuesta que admite la desolación. Entonces le parece oír a Marina a lo lejos y le pregunta ¿Qué decías? Ella responde que nada.
Vamos al principio, pensó y buscó a la Nada como palabra, en ese punto se permitió la licencia de afirmar con cierta contundencia que dicha vacuidad se revelaba con múltiples identidades. Emparentada con la palabra nadie, se deriva de dos formas del participio pasivo del verbo latino nasci (nacer): nadie, del participio plural nati, y nada, del femenino singular nata. ”Nada se derivó de la expresión latina res nata (cosa nacida), que pasó al castellano como ‘nada cosa’ y, posteriormente, nada”. Mmmm pensó y en soliloquio se dijo: Cuántas veces al día hablamos de nada: como respuesta ante las gracias, como disposición de un ánimo cansado que no hace cosa alguna o como respuesta de la voluntad saciada que no quiere nada. En ese punto Marina recoge los platos él dice gracias y ella de nada, tan natural, tan mecánico.
Quedó convencido de que Nada es lo que parece. Como consuelo ante la desesperación escribió una plana completa de Nada, lo que le hizo notar que nada" al revés es "Adán", metió los dos términos en google y le arrojó esta respuesta: “Adán significa "Hombre" y por tanto los hombres al revés no son nada”.
Sumido en su solipsismo decidió buscar a los otros, a los amigos que saben. Con suficiencia le dijo el Chango (un cuate que por persistente sabe mucho, es lo que se llama un artículo 19, los maestros ya lo tratan con deferencia debido a su antigüedad): Hay dos concepciones de la Nada, como no ser, Parménides la considera inexpresable y Gorgias dice que “La nada no es, porque si existiera sería al mismo tiempo ser y no-ser” y Platón dice que todas las cosas son y no son al mismo tiempo. Para Eckhart Dios es la “Nada superpresente”. Y para Boheme “Dios es la Nada eterna”.--Al ser nada lo supone todo, pensó mareado por tanta cita, tanto nombre en griego y nada en concreto. El chango siguió como metralleta: Plotino pensaba que la nada era la materia, es decir, el no-ser porque carece de alma, inteligencia, de todas las características que el ser posee. La nada es la privación de algo como la sombra o el frío --¿La muerte? especuló--. Su obstinación lógica se sintió tranquila al oír la opinión de Bergson: “La única noción de Nada lógicamente correcta es la negación de una posibilidad determinada”. Lo cierto es que estaba desolado, sintió ser frío y rebelde, insensible hasta la terquedad porque algo entendía pero no acababa de sentir esa Nada que con los ojos cristalinos, melancólicos y hartos el Chango le explicaba. Experimentó la ira, no tenía capacidad para encontrar lo que buscaba, en busca de lo absoluto había olvidado tantas cosas. Si existe ¿cómo recrearla? Quería abrazarla o quizás asfixiarla.
Furioso, durmió de nuevo. Antes de buscar respuesta en los libros hizo de la cuestión algo tan personal que procuró se respondiera por intuición y con las vísceras, hizo malabares la noche entera entre sueños y reflexiones, sintió vértigo, se refugió en el pensamiento hasta quedar vencido por sus sueños. A la mañana siguiente se conformó con seguir leyendo. Marina quiso besarlo pero Julián la hizo a un lado con cariño. Marina se dio vuelta molesta , él seguía preso del tema, hizo tributo a Sartre y experimentó nauseas; recordó el hechizo de sentirse encerrado en una burbuja, adormecido, respirando sofocado con la lengua y los ojos empantanados; testigo de un rapto que no era vida pero tampoco muerte, invadido por una presencia de lo ausente y entonces lloró. Marina lo había empacado todo, incluso sus preguntas y temas pendientes. Julián se quedó solo, abrazado por la Nada, la sintió hasta que se fue disipando como el humo o el amanecer. Recobró la paz y pensó, nada es para siempre.
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